Algo hemos avanzado: no fue en un vagón de tren sino en un atril reglamentario del mismísimo Palacio Real donde Patxi López comunicó la buena nueva. Estuvo, eso sí, a un tris de marcarse un Penélope Cruz, porque el nombre que le tocó pronunciar era el de su superior en el organigrama. El rey, también conocido como el jefe del estado o ciudadano Felipe de Borbón, traslada el marronazo de intentar formar gobierno a Pedro Sánchez y Perez-Castejón que, a diferencia de Mariano Rajao (no le echen la culpa al corrector), ha aceptado el envite. O el embate, que le viene marejada al nominal líder del PSOE. Ahora es cuando va tener que demostrar que lo es.
Jodido, lo tiene un rato largo el flamante candidato. Por la aritmética, que como dijo la luminaria galaica arriba citada, “es como es y no la podemos cambiar”, pero también por la cola de tipos y tipas armados de un zurriago que aguardan para fostiarlo. Los primeros, dentro de su misma casa; los de la vieja guardia, que apenas son unas pulgas cojoneras, y con un peligro aun mayor, los barones… y la baronesa. Luego, los editorialistas y portadistas, que si llevan seis semanas disciplinándolo a modo, en lo sucesivo le van a brear por cada vez que respire.
Y last but not least, que dicen los columneros finos, se las va a tener que ver con un socio que, además de marcarle hasta los turnos para ir al baño, en los últimos diez días no ha perdido una oportunidad para ponerlo de mingafría para abajo ni para recordarle que si puede ser algo en esta vida será gracias a él, ¡oh, su vicepresidente y señor! Vayan encargando palomitas, que esto se pone (más) divertido.
Ayer a la Susana le bajó la regla del disgusto, seguro. No me gustaría vivir cerca suyo.
Y perdón por la mal leche, pero es que no me puedo aguantá. JAJAJÁ.
Oye Iñaki sin acritud, ¿en que siglo te ha venido a traer al mundo una mujer, XVIII, XIX?.
Iñaki no está en la onda. Iñaki no sabe que ahora eso de hacer una broma o contar un chiste de dudoso gusto pero inofensivo refiriéndose a alguna intimidad femenina no se lleva, peor todavía, no se tolera, porque supone poco menos que violencia de género, una agresión en toda regla a la femineidad más sagrada. La mogigatería feminista, que confluye con la progresista para crear nuevos tabúes y censurar ciertas actitudes que cuando se refieren a otros aspectos son perfectamente inteligibles e inofensivos, y que dispara en cuanto vislumbra dos pelotas.
Se puede discutir la conveniencia o no de la discriminación positiva hacia la mujer que se da en ciertos ámbitos pero que me insinúen que referirse a la regla en una gracieta es machista o extemporáneo ya me sobrepasa. Tenemos que ir con un clavo en una mano y un martillo en la otra para atravesarnos la lengua cada vez que hablamos de bragas. De calzoncillos y huevos lo que haga falta. Y todos los días soltando lo de «claro, como los hombres no podéis hacer dos cosas a la vez…» y teniendo que sonreír, sin reparar la fémina que lo suelta en que seguramente la expresión la cinceló el mismo hombre que acuñó lo de «las mujeres sois mucho más inteligentes que los hombres» para agradar a su mujer.
Pena da ver que la progresía más avanzada (hacia atrás), con label de superateos , se vuelve más mogigata que Rouco Varela.
Aparte de estar en absoluto desacuerdo (y creo que está bastante claro que yo de progresí chachiguay tengo poco), me veo en la obligación de advertir que este no es el asunto de la columna.
Cierto, pido mil disculpas. Me he enrabietado. Puedes borrarlo si quieres.