Me acerqué con mucho recelo a Patria, lo reconozco. Por más que mis críticos literarios de cabecera siempre me contaban maravillas de Fernando Aramburu como escritor, me pesaban demasiado los titulares de sus entrevistas. Quizá tenga que volver a releerlas, pero en mi memoria hay frases de aluvión: nacionalismo obligatorio, sociedad enferma y todo el repertorio habitual de tantos y tantos que hicieron tabla rasa y hasta negocio de los años del plomo; no digo que fuera su caso, ojo. Con esos precedentes, temía lo peor de una novela que se anunciaba como testimonio de esa época que algunos llaman, entre lo épico y patético, del conflicto. Mis prejuicios construían mentalmente un argumento de buenos buenísimos y malos malísimos, viceversa exacta de esos truños del otro lado que nos pintan como héroes a matarifes de la más ruin estofa. Me equivocaba.
Hay poco maniqueísmo zafio en las casi 650 páginas de un relato que ojalá abra el camino a otros muchos que se atrevan a entrar sin concesiones en ese ayer sobre el que se pretende echar o lustre o tierra. En lugar de una historia de tirios y troyanos —o sea, vascos y vascos—, encontramos la dolorosa reconstrucción de algo que, para nuestra desgracia y nuestra vergüenza, ocurrió. El Txato, Bittori, Miren, Joxe Mari, Joxian, Arantxa, Gorka, Nerea, Xabier, y todos los demás personajes —incluyendo al nauseabundo Patxi— son trasuntos exactos, apuntes del natural, de seres de carne y hueso que hemos tenido la dicha y la desdicha de tratar en nuestro entorno inmediato.
Aunque duela, y a veces lo hace profunda e intensamente, merece mucho la pena leer Patria.
Javier, quisiera saber si no te sorprendió lo que dice un personaje, el chico que trabaja en una emisora, a su novio, tras el atentado, en la página 462:
«¿Te imaginas que tú y yo condenáramos mañana en la radio el asesinato de hoy? Antes del mediodía ya nos habrían cortado la subvención o nos pondrían de patitas en la calle»
Es que yo, cuando leí esto me pregunté quién podía cortar la subvención de una emisora que emitiera en Bilbao en esos años. Imagino que el Gobierno Vasco, la Diputación o el Ayuntamiento. O algún otra institución estatal o europea.
¿Y esas instituciones cortaban la subvención de cualquier ente por condenar un atentado? ¿Se ha dado un caso así alguna vez?
A mí, por mucho que sepa que «Patria» es una novela, esa frase me deja estupefacta, porque me parece inverosímil.
Quisiera saber tu opinión sobre esto
Un saludo
Eres una de las personas intelectual y moralmente más honestas que conozco. Un fuerte abrazo
Cierto, Carmen, me sorprendió. Y le doy vueltas. Mi explicación es que se refiera a alguna emisora no oficial cuyos fondos los aportase la izquierda abertzale. Claro que en esas emisoras no había lugar a sueldos como tales. Le preguntaré por ello al autor, si tengo la oportunidad, que espero que sí.
Lo veo, sí, como algo que chirría, aunque creo que en el balance puede el resto, con situaciones, estas sí, perfectamente reconocibles. Es mi opinión.
Un abrazo
Voy a recomendar tres lecturas: el blog de Fernando Aramburu, Déjate de rosas; su entrevista en Zendalibros sobre Patria; y CLOC: historias de Arte y Desarte (1978-1981), de Juan Manuel Díaz de Guereñu, en Hiperión.
Olvidaba que la entrevista es de Karina Sainz Borgo.
Javier, aquí estoy de nuevo, espero no ser pesada 🙂
Yo también pensé que una situación así, de suceder, solo podría haberse dado, quizás, en una emisora financiada por la izquierda abertzale. Pero creo recordar que precisamente el novio le lleva a ese personaje a la emisora para que tenga un dinero para mantenerse y pueda dejar sus colaboraciones en Egin, que le parece un medio no conveniente. Por eso consideré que no me parecía probable y de ahí mi perplejidad.
También el capítulo 25, en el que el cura le dice a la viuda que no vuelva al pueblo, me resultó bastante inverosímil. Y, si yo hablara alguna vez con Aramburu sobre su libro, esa sería también una cuestión que le plantearía.
Por lo demás, y aunque hay algún otro tema que creo que podría debatirse de la novela, como ese recurrente en Aramburu, de la no crítica a ETA de los escritores euskaldunes – solo hay que leer a Hernández Abaitua o a Anjel Lertxundi, entre otros-, a mí también me ha impresionado cómo describe «Patria» la terrible violencia y el acoso que aquí se ha vivido. Un testimonio que espero que continúen expresando también otros textos y otras voces.
Gracias por tu atención y tus artículos, Javier
Ahora mismo la he terminado. Es apreciable pero no me ha convencido. Va demasiado directa a lo que va y eso casi obliga al autor a usar un poco la brocha gorda. Por ejemplo, los personajes son bastante arquetipos. Mientras la leía me recordó a Crematorio de Chirbes (en Patria, Euskadi; en Crematorio, Levante) y, en cuanto a prosa y a profundidad en la disección, no hay color.
Brocha gorda, como dice Luis, y trazos a medio terminar.
Un poco tarde con respecto de tu entrada pero es que me estoy terminando ahora el libro. Coincido con tu visión del mismo.
De todo eso…hace muy poco. Dos días, como quien dice. Si bien es cierto que antes de la declaración del alto el fuego definitivo de eta ya se había descongestionado algo el ambiente ya que su actividad era muy baja…todo eso es muy reciente.
Y hoy cuesta concebir cómo podíamos vivir en esa atmósfera viciada, opresiva, amarga. Por supuesto que quienes estuvieron en primera línea lo vivirían de forma mucho más asfixiante (por no hablar directamente de los víctimas de todo aquello) pero creo que todos…incluso aquellos a quienes no nos afectó directamente o vivíamos en entornos urbanos más plurales y libres podemos rememorar hoy esa sensación de tristeza crónica o frialdad, de incapacidad o inhibición ante el gesto amable y la empatía… o no sé cómo llamarlo. Paradójicamente seguíamos, como es lógico, con nuestras vidas y en función de nuestras circunstancias personales unos seríamos más felices y otros menos al margen de todo ello, quizás sin ser conscientes del peso que esa atmósfera ejercía sobre nosotros. Quizás ni lo percibíamos. Quizás nos damos cuenta más ahora que nos hemos quitado ese peso de encima que cuando lo soportábamos como parte del paisaje.
Yo hoy me siento mucho mejor. Pero no me atrevo a decir que entonces me sintiera mucho peor; no tenía con qué comparar. Pero hoy sí lo noto. Creo que me estoy explicando fatal.
Sólo me gustaría que así como los que fuimos espectadores o sufridores indirectos de todo aquellos nos sentimos liberados de un peso, de una atmósfera que nos pesaba, quienes, como los protagonistas de «patria», lo vivieron de forma directa y descarnada…puedan también sentir el alivio o liberación.
Un segundo apunte (breve). Creo que con el paso del tiempo el análisis de lo que nos ha pasado desde un enfoque político perderá interés o peso frente a un análisis desde un enfoque sociológico, donde que creo que hay hasta más miga.
Aquí está la entrevista: (http://bit.ly/2fBoiAm). Lo más asombroso, en el minuto 3:40, cuando afirma que sus lectores, sobre todo los que le leían antes de Patria, aprecian su vocabulario selecto y sus tramas surrealistas. No es lo que dicen las opiniones que he leído, profesionales y no profesionales.