42 años después, la matanza del 3 de marzo de 1976 en Gasteiz ha llegado al Parlamento europeo. Es decir, a uno de sus organismos casi arcanos para el común de los mortales, con un nombre, por demás, que a los que somos de natural escéptico nos hace pensar en una suerte de dispensario burocrático para el derecho al pataleo: Comisión de Peticiones. Y no se crean que es tan fácil situarse a pie de ventanilla. Por lo que contaba hace un par de días en Onda Vasca la eurodiputada Izaskun Bilbao Barandika, ha habido que batirse el cobre durante meses para que Nerea Martínez y Andoni Txasko, portavoces incombustibles e imprescindibles de Martxoak 3, fueran escuchados ayer en Bruselas.
Por lo demás, casi sonroja lo primario de la reclamación que toca seguir difundiendo a los cuatro decenios largos del asesinato de los cinco de Zaramaga. El puro catón: verdad, reparación, justicia y como resumen y corolario, fin de la impunidad. Se imagina uno la cara de pasmo del auditorio al ser informado de que hasta la fecha, ningún gobierno español —da igual su color— ha hecho absolutamente nada siquiera para reconocer que aquello ocurrió, que tuvo unos culpables en diferente grado y, desde luego, que las víctimas y sus familias merecen, además de un trato humano, la misma consideración que cualquiera de las muchísimas personas que han sido objeto de sufrimiento injusto. No se pide nada más que eso. Y nada menos. Cuesta trabajo creer, aunque desgraciadamente los hechos confirman que ha sido así, que cada gabinete que ha sucedido a aquel presidido por el inefable Arias Navarro se haya alineado sistemáticamente con los asesinos.