¡Fascista!

Pese a que se le atribuye insistentemente la cita, parece que Winston Churchill nunca dijo que los fascistas del futuro se llamarían a sí mismos antifascistas. Una lástima, porque el zorro inmortal (y un tanto inmoral) se habría anotado un pleno al quince como profeta. Y ya, si hubiera añadido la brutal banalización del término y su uso como piedra arrojadiza entre quienes, generalmente, harían mejor en callar, se habría coronado definitivamente como el gran as de los visionarios. Sospecho, sin embargo, que ni Churchill ni ningún verdadero coetáneo del fascismo y/o cualquiera de los totalitarismos de mediados del siglo XX se hubiera atrevido a sospechar que aquel motor de muerte y destrucción acabaría siendo un exabrupto casi vacío de contenido. O peor: con el contenido que le otorga a voluntad y por capricho quien se lleva a la boca la palabra para escupirla contra su enemigo.

Hay quien sostiene que lo que describo es una moda reciente, y se lo atribuye a la aparición en escena de fenómenos como los que identificamos con los apellidos Le Pen, Salvini, Trump, Bolsonaro, Orban… u otros que seguramente se habrán hecho presentes en la mente de los lectores. Lo cierto es que no es así. Desde que tengo memoria, es decir, desde poco después de la muerte de Franco, he asistido a idéntico proceder. Así, los adversarios, independientemente de su ideario, se convertían en fascistas sin matices para grupos que, faltaría más, reclamaban para sí y en calidad de monopolio la condición de antifascistas. Lo hacían y lo siguen haciendo, he ahí la siniestra paradoja, echando mano de los métodos de los fascistas originales.

2 comentarios en «¡Fascista!»

  1. Pues si, no hay mas que ver como nuestros políticos de un bando y otro se intercambian la palabra con intención de insultar.
    Mientras tanto se despedazan en sus luchas internas para ver quienes ocupan el sillón central o los mas próximos a el.
    Churchill y Mussolini quizás nos podrían haber aclarado algo de que iba esto, pero ya es tarde.
    Como no es posible, que siga el intercambio insultador de pacotilla, o igual no es así en ciertos casos.

  2. Ya sabemos que tras la muerte del criminal dictador, la mayoría de los fascistas se acostaron como tales y despertaron al día siguiente como «demócratas de toda la vida». De este modo consideran que son fascistas los que se lo achacan a ellos; les llamas fascistas y con todo el morro te lo rebotan. Yo lo soluciono llamándoles directamente «franquistas»; y resulta que ahí no replican demasiado. En el fondo porque saben que lo son y encima no lo consideran algo negativo, y por tanto tampoco lo llaman a quienes se lo achacan. Así queda todo más claro.

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