¿Celebrar qué?

Me juego a pares o nones si la cojo llorona o me pongo en plan junco hueco ante la ciclogénesis celebratoria que se nos avecina a cuenta de los cuatro decenios del tocomocho constitucional español. Por si no era suficiente con el cada vez más temprano peñazo prenavideño, este año toca de propina un número redondo, o más bien, orondo como la papada del Borbón viejo, que da pie a los bardos de corps a entonar su cánticos a mayor gloria de aquella carta magna —nótense las minúsculas— pergeñada a hurtadillas entre humos y vapores etílicos por unos penenes a los que les cayó el papel de aprendices de brujo.

Se hizo con la vigilancia, claro, de los de los sables, la pasta y las todavía influyentes sotanas, que no iban a dejar que se desmadrara el cambio lampedusiano para que lo sustancial no cambiase. También es verdad que estos, los mandarines de antes y después, tenían a su favor una evidencia irrefutable: los de enfrente, por muy gallitos que se pusieran ahora tras las pancartas, habían dejado que el decrépito dictador muriera en la cama.

En resumen, y aquí es donde me desprendo del disfraz de latigador retrospectivo, que quizá se hizo lo que se pudo. Venga, aceptémoslo, incluso con el millón de objeciones que cabría hacer, y sin olvidar, por lo que nos toca más cerca, que el apoyo en estos lares fue, como poco, discutible. Concedamos que la Constitución fue el resultado de un tiempo y un espacio. Y ahora miremos el calendario. 40 años después, ¡40!, ese tiempo y ese espacio son otros muy diferentes, y no digamos ya la ciudadanía. Bastante ha sido tirar hasta aquí con ese apaño. ¿A santo de qué perpetuarlo?

Un comentario en «¿Celebrar qué?»

  1. Efectivamente, no hay nada que celebrar, porque el escenario político al que se ha llegado teniendo como punto de partida, se supone, esa Constitución, es desolador.
    Pero, sin celebraciones, sí conviene mirar atràs y preguntarse si ese punto de partida era en ese momento y contexto tan nefasto.
    Y para mirar atràs he estado este fin de semama leyendo alguna cosilla de esos tiempos, viendo algún vídeo…

    Me ha llamado la atención una entrevista del inefable Alfredo Amestoy a Areilza (sí, ya sé, ya sé..Areilza). Hablando del texto que se estaba trabajando Areilza manifiesta su esperanza de que sea tan abierto y de consenso que «nos pueda llevar incluso hasta el año 2000».
    Esa puede ser una clave. Sus propios coetàneos la concibieron como un instrumenti, un punto de partida con fecha de caducidad y no como un texto sagrado inamovible, que es lo que, por interés, se ha hecho.

    Recomiendo también la serie de «La Transición» de Victoria Prego (ya sé, ya sé, Victoria Prego…pero con todas las reservas que se quieran me parece un gran documento).

    Son muy significativos el episodio sobre la aprobación de la Ley de la Reforma Política y el de la semana negra de enero (lo de los abogados de Atocha…) para recordar cual era el panorama en el que sacó adelante la cosa.
    Hay una declaración de Fdez Miranda, cuando, para sortear el obstruccionismo del bunker, se saca de la manga un procedimiento de urgencia para votar la reforma que es impagable. Algo así como «Alguna de sus Señorías ha tenido la amabilidad de hacerme llegar por escrito su opinión de que detràs de este procedimiento de urgencia puede haber una intencionalidad política. Evidentemente Sí».

    El propio discurso de un entonces aún desconocido Suarez defendiendo en la tribuna en nombre del gobierno la ley de la reforma política (primer paso para la legalización de partidos aunque luego el bunker bloqueó la necesaria reforma del código penal, lo que llevó a juan carlos a pedirle a arias la dimisión) es un discurso que merece revisarse de vez en cuando teniendo en cuenta que no hacía ni un año de la muerte del dictador.
    Esa gente sería lo que sería y venían de donde venían (el propio Suarez, del falangismo) y a lo mejor no les quedaba otra que hacer lo que hicieron, por pura supervivencia política (ojo…que lo mismo se puede decir de otros recientes conversos que también dan lecciones) pero, joder, subían a tribuna y se mojaban, decían cosas o, al menos, no daban vegüenza ajena.

    Lo que quiero decir con este rollo y estas batallitas es que efectivamente se hizo lo que se pudo. Y hoy es fàcil echarlo por tierra pero tuvo su mérito. Y la Constitución, como punto de partida, podía haber tenido un recorrido muy distinto del que ha tenido. Claro que tenía sus servidumbres (forma de estado, etc) pero es un texto perfectamente homologable al de otros Estados democràticos de nuestro entorno (entre otras cosas porque copia tal cual de constituciones de esos Estados).
    A partir de esa Constituciòn se podía hacer pràcticamente todo y haber llegado hoy a una democracia presentable. Habiéndose reformado sucesivamente.
    No ha sifo adí y hoy creo que estamos mucho peor que en 78 en el que al menos había, entre muchos obstàculos y resistencias (curiosamente de los mismos que hoy o la beatifican o la defenestran o sus herederos; quizàs si unos y otros hubieran ayudado en vez de sabotear el proceso y, lo peor, a base de sangre, el resultado habría sido mejor) ilusión y algunas cabezas bien amuebladas.
    Hoy no hay nada. El gran error fue dar el proceso por terminado con éxito. Dar la democracias por consolidada en un pueblo que, por razones obvias, no tenía cultura democràtica. Creo que aquel pueblo, novato en democracia, atrasado en muchas cosas, inculto, humilde, etc tuvo entonces mucha màs altura que la que tiene hoy. La miseria de la clase política española es el reflejo del nivel de gran parte (no toda, claro) de la sociedad que, increiblemente, ha ido hacia atrás y es peor que a finaled de los 70. Porque encima seguimos sin tener cultura política pero hemos cambiado humildad por soberbia y nos creemos los reyes del mambo.

    Pero no creo que el problema estuviera totalmente en origen. No era perfecto pero era un comienzo. No creo que en aquellos años no se avanzase. Se han tirado a la basura los 40 años siguientes.

    Termino. Defines bien lo que ocurrió en euskadi (bueno EH incluyendo Navarra). Seguramente no se puede decir que se aprobó. Cierto. Pero con los resultados en la mano es aún menos cierto ese mantra que dice que se rechazó. Más síes que noes (muchos más) no es votar que no a un texto. A partir de ahí todo es interpretable.

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