Me van a perdonar el escepticismo de concha de galápago centenario, pero si sale algo en claro de este turre a muchas voces que llamamos Cumbre del clima, invito a todos los lectores al menú degustación del Arzak. No se vengan arriba, ojo, que cuando digo “algo en claro”, ni por asomo estoy hablando de maravillosas proclamas con música de violín de fondo, ni mucho menos de anuncios de compromisos del copón de la baraja con fecha de cumplimiento retrasable ad infinitum. Desde Río para acá, en el cada vez más lejano 1992 de los prodigios devenidos en fiascos, se han ido repitiendo estos sanedrines envueltos en tanta pompa como urgencia sin que se haya conseguido nada parecido a un avance.
Al contrario, se diría que el daño ambiental va a más y no parece haberse encontrado otro modo de hacerle frente que echarse las manos a la cabeza, hacer propósito de enmienda y engrosar la lista de listillos que viven de la martingala. Y junto a estos que han pillado cacho predicando el caos inminente, sus prosélitos culpando del desastre a los humildes mortales por pedir una bolsa de plástico en el supermercado.
Como he escrito en mil ocasiones aquí mismo, ni de lejos me cuento entre los negacionistas de lo evidente. Sin embargo, no acabo de encontrar en los rasgados de vestiduras —da igual institucionales, intelectuales, bienintencionados o cargados de razón científica— la relación de cambios imprescindibles para detener lo que se nos viene encima. Naturalmente, con la explicación en cada caso de la renuncia individual y/o colectiva que implicaría. Lo siguiente sería ver quién estaría por la labor de vivir de ese modo.
Al final de un tiempo, todo va a quedar en el típico «el que venga detrás que arree».
Mientras me dirijo al trabajo en bus escribo estas líneas pensando en que la peña necesita santos y vírgenes desde hace miles de años.
Ya tenemos a Santa Greta del catamarán terror de los líderes
«(…) la renuncia individual y/o colectiva que implicaría. Lo siguiente sería ver quién estaría por la labor de vivir de ese modo.»
Si me permites te voy a contar una historia. Hace algunos años (bastantes, muchos) hicimos con un grupo de adolescentes un test de esos (desconozco su fiabilidad) de huella ecológica. Recuerdo que una niña de 14/15 años (tercero de la ESO) decía con orgullo «¡puff! a mí me da que necesito siete planetas y medio, pero es que con menos no puedo vivir». 3 años después, en segundo de bachillerato me dijo «Si hoy hiciéramos el test aquel creo que andaría por los dos planetas…. y espero bajar todavía más, y ¿sabes? mi calidad de vida no ha disminuido, incluso ha mejorado»
Hay veces que te veo en plan todo blanco/todo negro, y es una lástima, con lo bien que escribes. Criticas siempre que hablas de este tema lo de la «bolsa de plástico del supermercado» No es «la» bolsa, son cientos de miles de bolsas diarias, sólo en Euskadi, cuyo número, afortunadamente, se ha rebajado considerablemente. Sería interesante que ahora también eliminaran el pollo envuelto en plástico, las revistas, envueltas en plástico, el chorizo envuelto en plástico, las frutas y verduras envueltas en plásticos, los cerebros envueltos en plásticos, y, de verdad, «nuestra calidad de vida no empeoraría, e incluso mejoraría. Hablamos de las bolsas, pero hay otros muchos temas en los que no los productores, sino nosotros, los consumidores finales, tenemos mucho que decir…. ¡¡y deberíamos decir!!!
Totalmente de acuerdo en todo los expuesto en esta entrada.
Los mandatarios de la capital del reino se han apresurado a contar los euros que va a dejar este evento entre jamadas y «dormidas», y la cifra según estiman no es nada desdeñable.
Llegará a celebrarse un sorteo tal cual olimpiadas o mundiales a 20 años vista.
Todo sea por el cambio, pero mientras el jefe mundial esté en el otro lado y nadie tire la primera piedra contra su propia incoherencia…
Anda que no quedan cumbres por hollar!
Mucho me temo que la solución sea difícil, porque ecología y economía se dan la mano. Los problemas de aprovechamiento de recursos naturales, su transformación y distribución (economía), incluyen problemas de tratamiento, abuso y agotamiento de dichos recursos.
Recuerdo, cuando era niño, llevar los «cascos» de gaseosa y cerveza a la tienda donde los había comprado mi madre, para pedir otros llenos o recuperar los céntimos que me dieran por el envase, que por cierto acababan formando parte de mi paga semanal.
Recuerdo, más tarde, pero hace siglos también, al estudiar contabilidad en Sarriko, los ejemplos que incluían en la cuenta de pasivo «envases en circulación» como obligación que tenía la entidad mercantil de contabilizar los posibles pagos que debía hacer a los clientes por los envases que les presentaran al cobro.
¿Os imagináis todos que las grandes (y también las pequeñas, por qué no), tuvieran que apoquinar la pasta por todos los tetra-brick, envases de cristal, bolsas de plástico, kilos o volúmenes de cartón, o poliuretano expandido que les lleváramos los clientes, y por los que hemos pagado, aunque sea descontando de una compra obligada en su super, hiper o mega mercado?
Pues ese tipo de medidas, como también quitar el impuesto al sol por las foto-voltaicas, termo-solares, geotérmicas o cualquier nuevo invento de aprovechamiento energético eco -respetuoso es lo que se puede hacer, y no se hace.
De paso no estaría mal empezar a descargar la culpa con que nos escupen en cada ocasión que se presenta a los consumidores, que ademas de ello somos pagadores de todo: El IVA, el impuesto energético, el Impuesto de Sociedades (incluido en el precio), la bolsita de plástico, el envase de hojalata o polispán . El nuevo pecado original de los curritos de a pié es muy útil para culparnos de todos los males, pero si mi caja de ikea vale para alguien, que me la pague, que yo ya he pagado por ella.
Empecemos a hablar de economía del reciclaje, economía circular, etc, y demos por aprendido ya el mensaje de la huella, lo que significa mi actuación para el planeta, mi pecado ecológico… A ver si hemos sustituido al cura por el naturista y al santo paráclito por la niña Asperger.