Es mejor que no nos engañemos en el solitario. Ciertamente, es un alivio ver cómo muy poco a poco la curva de la segunda ola ha emprendido el descenso. También lo es comprobar que en el mapa el color rojo va apagándose de día en día. Pero todavía estamos muy lejos de lo deseable, incluso de lo aceptable. Los números de hospitalizaciones siguen siendo demasiado altos y las tantas veces mentadas tasas de positividad y de incidencia acumulada por cada 100.000 habitantes continúan casi escandalosamente por encima de lo que marcan las recomendaciones de las autoridades sanitarias. Qué decirles de las cifras de fallecidos, que aún tardarán en dejar de crecer. Eso, sin perder de vista que cada muerte es una tragedia.
No pretendo ser un cenizo. Soy el primero en necesitar imperiosamente buenas noticias. Y sin duda, no son malas las que vamos contando últimamente. Parece que la tendencia ha cambiado y que la tempestad empieza a amainar. Si añadimos los prometedores avances sobre las vacunas, tenemos motivos para la esperanza. Sin embargo, una mirada hacia atrás —y no muy atrás; hablo de apenas unas semanas— nos debería servir para evitar caer de nuevo en los mismos errores. Cuando todavía no hemos abandonado la segunda ola, no podemos permitirnos de ningún modo poner la simiente para la tercera.
Puedo empatizar con quien necesita estar con los suyos en Navidad. En serio, he llegado a sentirme tremendamente solo en algunos momentos de mi vida y sé que la presencia de los seres queridos, su mera cercanía, hace que las cosas se sientan de otra manera.
Sin embargo, tengo que poner en la balanza el desgaste psicológico y el estar potencialmente matando gente. Gente que podría no salvarse cuando la orilla está ahí, acercándose.
Podemos quedarnos un poco más en el bote salvavidas, remando juntos para llegar a la orilla. O podemos abandonar los remos, hacuendo que todo el mundo tenga que nadar esos últimos metros.
No sé, creo que por mucho que me duelan los brazos y me quemen los pulmones, prefiero seguir remando.
Pues tampoco quiero ser cenizo pero la situación en las residencias de ancianos parece ser un tanto delicada.
No volvamos a cometer los errores de la primera ola con respecto a los ancianos y su vulnerabilidad.
Efectivamente, bien no estamos, estamos un poco menos mal y como no sigamos con medidas extrictas la cosa se puede desmadrar nuevamente. Espero que las autoridades se mantengan firmes ante las presiones, que las habrá, del sector de la hostelería y a los Ayuntamientos les pediría que no insistan tan infantilmente en programar actos reivindicativos de la Navidad aunque sean en «petit comite,». Con eso me conformo.
Un saludo
Totalmente de acuerdo.
Es deprimente que después de las anteriores experiencias otra vez tropecemos en la misma piedra, ciudadanos y dirigentes.
Es posible que estemos cerca de la vacuna y a puertas del invierno, con lo que esto puede significar de incrementos de contagios.
Si no podemos pasar de fiestas y estar quietos un mes, yo me borro de esta sociedad inconsciente, y tendremos merecido lo que venga.
Agur
Yo también quiero ser optimista. Y es que lo necesito.
Pero se dice que el hombre (y también la mujer) es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
Somos responsables y evitamos un segundo «tropezon».
Muy bueno, AJ.
Estoy contigo. Animo y a darle todos al remo, que nos falta poco.