Evidentemente, la respuesta a la pregunta de arriba es que no. Otra cosa es que se vaya instalando la impresión creciente de que al virus le quedan dos Teleberris entre nosotros. Incluso algunos de los que se han mostrado más prudentes empiezan a dar muestras de cierto optimismo. Puedo citarme como ejemplo. Pese a mi natural cenizo y pinchaglobos, creo intuir la ansiada luz al final del túnel. Y los números también parecen avalar semejante idea. Por de pronto, y aunque ojos más entrenados puedan ver algo diferente, se diría que las últimas cifras de contagios no se corresponden con las que pronosticábamos ante el desparrame que siguió al fin del estado de alarma. Han pasado ya más de dos semanas desde aquella especie de nochevieja en plena primavera y la curva no ha dejado de bajar. Tendrán que venir los expertos a explicarnos los motivos, pero la intuición de este profano le señala a la influencia de la vacunación, incluso estando lejos de la inmunidad de grupo.
Viniendo de donde venimos, arrastrando la carga de privaciones que arrastramos, es perfectamente humano querer pasar la página de la pandemia. ¿Quién no quiere decir adiós a la mascarilla, a las colas para comprar el pan, a no poder tomarse un café de pie en la barra o a la imposibilidad de juntarse sin límtes para celebrar una boda, una comunión o una chufla sin más motivo que pasarlo bien? Todo eso llegará. Ahora sí que me atrevo a escribir que será más temprano que tarde, utilizando las palabras de nuestra sabia de cabecera Miren Basaras. Pero para que pueda ser de verdad, es importante que sepamos correr esta última milla sin ansiedad.
El enemigo (léase la Pandemia) sigue disparando sus balas (léase los virus) pero ahora ya somos muchos los que tenemos puesto el chaleco antibalas (léase la vacuna) y por eso hay menos heridos (léase contagiados), pero la guerra (léase la Pandemia) sigue estando activa. Por eso no es aún tiempo de salir de las trincheras sin ninguna prudencia. Todos queremos «el fin de la guerra «, y poder disfrutar de la «normalidad», pero lo tenemos que hacer sin que lleguemos a perder todo lo que hemos conseguido hasta ahora en esta guerra contra el virus. Por nosotros , y por el recuerdo de tantas víctimas como ha ocasionado y que aún puede seguir ocasionando. Y es que la guerra no ha terminado, por mucho que suenen tambores de victoria.
Yo también soy un cenizo y pinchaglobos de los que creía que nos íbamos al infierno , todavía estamos a tiempo, pero hay que reconocer que si ésto va bajando no será por el comportamiento que hemos tenido sino a pesar de él. Son las vacunas las que, según parece, nos están sacando del agujero. Lo que nos va a salvar, esperemos, va a ser la ciencia no el comportamiento humano tan infantil, inmaduro e irresponsable que sobre todo en Europa, han tenido y siguen teniendo sus «civilizadas sociedades». Estamos tan mal acostumbrados y somos tan pijo-lerdos que el irte a casa antes de las diez de la noche o que te cierren los bares antes de lo acostumbrado o que no puedas ir a tu segunda vivienda durante unos pocos meses ( ¡ que desastre !) o que no puedas ejercer de abrazafarolas y de besucón o que no puedas estar en la barra de un bar o que… es un acto tal de resistencia, grandeza, valor y heroísmo comparable pues…. al que tienen los habitantes de cualquier país o zona en guerra, por ejemplo Siria y Gaza sin ir más lejos. Poca diferencia habrá entre lo que han sufrido ellos y lo que estamos pasando y tragando nosotros. Vamos que… nos merecemos un autoaplauso después de lo que hemos sufrido. ¡Jolines!
Cuando termine el próximo verano, toca esperar los datos de los expertos, veremos entonces en qué estado se encuentra realmente la pandemia.
Hemos oído culpabilizar y hasta maldecir, las reuniones navideñas, la Semana Santa, la copa del Athletic, o el final de estado de alarma, como los enemigos número uno para acabar con este virus.
Esperemos que en en septiembre una vez «salvado» el verano, no volvamos a estar privados de las libertades más elementales, como puede ser, pasear a pie de playa o subir a cualquier monte cercano, y todo porque los datos sean otra vez preocupantes al no haber hecho bien el trabajo veraniego, y quedar aún lejos las nuevas celebraciones en las que prevalece la economía sobre la salud.
Demasiado optimismo se ve en personas adultas que no hace tanto estaban totalmente asustadas. Ya, con los billetes destino Benidorm.
De los más jóvenes ya hemos hablado demasiado, y no siempre con razón.
Un saludo.
Todos queremos que termine y sacarnos el pesimismo de encima . Pero cuidado ,todavía porque quedan muchos por vacunar aquí y no te digo en los países más pobres .Las nuevas cepas pueden ser un problema con lo cual un poco de cautela no estaría de más .. El personal está muy enloquecido y da un poquito de cángelo
Para quien mantenga la fe sería conveniente unas oraciones contra el bicho.
Para los infieles, que no creemos ni en la existencia del sentido común, nos queda confiar en la suerte de que las vacunas funcionen como parece.
En ese lenguaje tan chachi de los políticos la curva de descenso se frena porque suben los contagios, o sea es como aquello de avanzar sin oposición hacia la retaguardia.
Que Dios y el señor Pfizer nos asistan.