Nunca disimularé mi condición de tipo simple y primario. De esos que dejan caer una lagrimita con lo que el grandioso Chaves Nogales —¡Lo que le habrían llamado hoy!— definía como “Historias para porteras”. No uno, sino dos o hasta tres goterones de agua salada brotaron de mis ojos viendo cómo la tiktoker (yo tampoco sé muy bien qué es eso) gasteiztarra Belén Santos, alias Belu, en su condición de dependienta de una tienda de chuches, había entablado relación con niño sordo.
Seguro que ya están al cabo de la calle, pero por si no fuera así, les hago un breve resumen. A la tienda donde trabajaba Belén llegó un día un crío de siete años con aspecto de afecto huidizo. Cuando ella se dio cuenta de que el chaval no oía, le dio por aprenderse unas cuantas expresiones en lengua de signos. Tan básico como emotivo. La narración de la joven fue directa a la fibra sensible de quienes, como servidor, necesitamos un contrapeso de humanidad en este mundo lleno de egoísmo y maldad. Algunas figuras de renombre, como la periodista Ana Pastor o la actriz Candela Peña, contribuyeron a difundir la maravillosa a la par que sencilla historia, que tardó un puñado de horas en convertirse en lo que hoy llamamos viral. Y eso fue bueno, porque millones de personas tuvieron acceso al gesto de la vendedora de gominolas. Pero también fue regular o malo, puesto que no tardaron ni un segundo en aparecer los escocidos guardianes de la ortodoxia a dictaminar que Belén era una farsante que, valiéndose de su atractivo físico, buscaba fama fácil a costa de “un pobre discapacitado”. Dan pena. Y quizá algo peor.
Me imagino que al pobre niño no le hará mucha gracia toda esa movida. La acción en si de la chica es estupenda. Su utilización publicitaria y convertirlo en motivo de comentarios en las redes es algo penoso. Lo siento por el chavalito. El sólo quería sus chuches.
Que mundo tan raro. Lo que tendría que ser normal, lo hacemos, lo vemos, lo valoramos, como algo extraordinario. Normal, cotidiano, sería intentar mantener el contacto, las relaciónes interpersonales en plano de igualdad. Normal sería no discriminar el diferente, ayudar a quien tiene alguna carencia. Normal sería considerar que todos somos personas en igualdad de dignidad y derechos. Pero parece que estamos muy lejos de que sea así. Y por eso, acciones como la de Belén nos parecen extraordinarias. Y no le quitó ningún mérito, que lo tiene.
Pero todo esto no sólo tiene que llamar nuestra atención, sino que también nos debería de promover cambios significativos en nuestras relaciones interpersonales, y como dice el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: «dotados como están los Humanos de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros «. Y si no lo hacemos así, nos podríamos preguntar: ¿será que nos falta razón y conciencia?
Acogedora de niños y magnífica persona:
Nombre y apellidos bien puestos.
Da esperanza convivir también con gente de ese nivel moral.
Del chaval no se ha sabido nada. ¿Quería solo sus chuches? ¿Seguro? Yo no sé lo que podría querer o dejar de querer. Me parece tremendamente aventurado entrar en su cabeza y pretender tener razón, además. Pero es la prueba del nueve de lo que digo. Hay personas a las que les joden los buenos actos.
Por alusiones. A mí en concreto no me joden los buenos actos. Me encantan. Lo que quería el niño o no quería o dejaba de querer es una libre interpretación, pero si va a una tienda a por chuches querría chuches supongo. Tampoco me interesa tener razón ya que es un comentario como otro cualquiera.
Pero por si quedan dudas, a mí nunca me han jodido las buenas acciones. Estaría zumbado y no lo creo.