Me reprochan que mi columna de ayer terminaba en un callejón sin salida porque, después de haber descrito un panorama desolador, no señalaba lo que tenía que hacer cada cual para romper el bloqueo. Obviamente, tengo algo parecido a una opinión al respecto, pero aparte de que no deja de ser más que eso, una opinión monda y lironda, no me siento en condiciones de decirle a nadie cómo debe obrar. Fíjense que reconozco haberlo hecho anteriormente y no puedo prometer que no vuelva a hacerlo en el futuro, pues la tentación moralizadora y la ilusión de sentirse en posesión de la verdad siempre están ahí. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, ando tocado de una suerte de pudor que me impide ejercer de cátedro… o tal vez, vender a los demás los consejos que no tengo para mi.
Invitaría humildemente —ya ven que no utilizo la clásica forma imperativa— a partidos, instituciones, colegas del gremio pontificador, agentes varios y particulares en general a explorar esta vía, que básicamente consiste en prestar más atención a la viga en el ojo propio que a la paja en el ajeno. Intuyo que ganaríamos bastante (como poco, evitaríamos un puñado de situaciones ridículas) si fuéramos renunciando a poner deberes a los demás y resolviendo los afanes de nuestra incumbencia. ¿Alguien más que yo ha notado que la política es una espiral de emplazamientos cruzados sin fin? Los representantes de la cosa pública se pasan la vida instándose recípocramente a hacer esto o lo de más allá. Por supuesto, en la inmensa mayoría de las ocasiones, las exigencias son de cumplimiento imposible, aspecto del que son plenamente conscientes los que las formulan. ¿Por qué, entonces, ese empeño en reclamar al otro lo que se sabe que no está en condiciones o en disposición de satisfacer? Diría que por comodidad o, más triste, porque ese modo de actuar se ha revelado eficaz… para cualquier cosa que no sea resolver problemas.
Eso intento, eso intento.
Casualidad o no que sea en ciertos temas como este en los que se guarda la ropa y se hace de ello tema de reflexión, a mis oídos la argumentación chirria por A.-Equiparar y agrupar a todos los partidos, instituciones, colegas del gremio pontificador, agentes varios y particulares… Como si las voluntades, estrategias, actitudes y capacidad de influencia fuesen similares en un sistema político y social que a todas luces parece controlado por y para ciertas «familias» que ejercen su hegemonía al margen de los intereses de los ciudadanos o particulares en general. Y siguiente crepitacion B.- Deslegitimar todas las reclamaciones y emplazamientos, como si no se pudiese distinguir entre aquellas que buscan, por ejemplo, el respeto a los derechos humanos (libertad, igualdad, dignidad,…) y las opuestas, que juegan a preservar su poder o aumentar su lucro a costa del resto de nosotros.
Pero eso sí, si en sintesis se quiere reflejar la incapacidad del sistema de representación socio-política del que *gozamos para realizar una gestión pública que tenga su centralidad en ti y en mí…entonces de acuerdo, no funciona y… se buscan alternativas mejores (no ellos claro)…se buscan y al que las encuentre le tocará emplazar, solicitar, movilizar y manifestar…le llamarán batasuno y enterrarán sus huesos.
«Todo el mundo es bueno, pero unos más que otros».
«Nos pongamos como nos pongamos, no entra ni una paja ni una viga en los ojos»
Ya acabo
«Con tu puedo y con mi quiero, vamos juntos compañero, pero apaga el portatil porque no me haces ni caso»
Más o menos
Lo de hoy entre PNV-Sortu me recuerda al lema de un «nafarroa oinez» de hace unos(bastantes)años y se parece mucho-mucho a «lo que hay que hacer»:»ezina,ekinez egina».Pienso que esto va a acelerar lo que ya está tardando.Humilde opinión.