Mi primer recuerdo del 11-M es la voz estupefacta de Xabier Lapitz dando paso a la corresponsal de Radio Euskadi en Madrid, Ainara Torre. De conexión en conexión, aumentaba el número de muertos a un ritmo que escapaba a lo humanamente asimilable. Los detalles caían en tromba y sin filtrar. Tantas explosiones en tantos trenes en tantos lugares. De fondo, un aullido incesante de sirenas, que aun a quinientos kilómetros y pese a llegar por vía telefónica, no le dejaban a uno pensar con la mínima claridad. Siento no ser uno de esos sabios retrospectivos que juran —o sea, perjuran— que desde el minuto cero albergaban la certeza de que aquello no había sido obra de ETA. Prefiero no preguntarme sobre el alivio que produjo la constatación de que la autoría apuntaba hacia otro lado.
Claro que es bastante peor la miseria moral de los que se empeñaron en que sí contra toda evidencia y buscando un provecho nausebundo. Y no lo hicieron durante un día, una semana o un mes. Todavía entre el diluvio de material conmemorativo que nos ha caído coincidiendo con el aniversario, buena parte de las versiones se refocilaban, como poco, en la duda. El jefe de los troleros, José María Aznar, sigue alimentándola sin rubor, con la ayuda de su propagandista mayor, Pedrojota, y toda la patulea de canallas que, en su indecencia sin límites, se convirtieron en abogados de los asesinos e insultaron a las víctimas con una saña inaudita.
Bienvenidas las flores, los pebeteros, los minutos de silencio, los montajes de imágenes con músicas emotivas para cerrar el telediario. Nada, sin embargo, como el propósito de no olvidar.
Ángel, la otra víctima del 11-M y de la campaña de mentiras de Aznar
La Policía española golpeó a Enekoitz, Imanol y Aitziber Berrueta, tres de los hijos del panadero del barrio de Donibane que mataron el agente Valeriano de la Peña y su hijo Miguel José, y zarandeó a su viuda Mari Carmen Mañas al término de una manifestación que reunió a unas 4.000 personas para denunciar la anulación de la sentencia que condenaba a diez años de cárcel por el delito de «proposición al asesinato» a Pilar Rubio.
Según explicó a GARA el abogado de Gurasoak, Jokin Elarre, los tres hijos de Berrueta se dirigieron a un centro hospitalario para ser atendidos. Con este parte presentarán hoy en el Juzgado de Guardia una denuncia contra la actuación policial. Además de los hermanos Berrueta, otros asistentes a la manifestación también resultaron lesionados por las porras y las pelotas de los policías.
Los hechos ocurrieron cuando la Policía, cuya presencia fue muy numerosa a lo largo de toda la manifestación, irrumpió con porras en la explanada situada junto a la iglesia de La Asunción golpeando a los asistentes a la movilización y lanzando pelotas de goma a corta distancia.
Se da la circunstancia de que la dotación policial estaba comandada por el mismo agente que ordenó cargar en la puerta del tanatorio y ante la tienda de Berrueta el mismo día en el que fue asesinado.
Pilar Manjón:»Mi hijo no era de peor condición que Miguel Angel Blanco,no entiendo la diferencia de trato».Enlazando con lo anterior….pues eso.
¿ De qué se ríen senorías?
Pilar Manjón.