8 de marzo otra vez. Conforme a la costumbre, se imponen las maravillosas proclamas, los gestos, las promesas, las campañas, o lo que es lo mismo, y siento mucho decirlo, la casi nada.
Añadan a la vaciedad bienintencionada, si quieren, estas mismas líneas, que también forman parte de la rutina. Solo cambia que cada vuelta de calendario son hijas de una impotencia y un cabreo mayores. Ya no es únicamente la constatación de que la tan mentada educación-en-valores, lastimoso comodín o amuleto que sigue trufando las prédicas reglamentarias, no solo no ha frenado la peste, sino que nos ha provisto de camadas tan o más machistas que en los tiempos de la Enciclopedia Álvarez. A esa maldición que se corrige y se aumenta, sumo lo que llevamos visto desde la madrugada en que nació 2016.
Sí, les hablo de Colonia y de las otras ciudades europeas donde se produjeron en nochevieja centenares de agresiones sexuales coordinadas. Solo en la localidad alemana sumaron 1.073 denuncias. Las primeras reacciones de quienes habitualmente lideran la batalla por la igualdad fueron del silencio bochornoso a la minimización (“Se está haciendo demasiado escándalo por algo que no fue para tanto”), pasando por la contextualización vomitiva (“Es que les mandaban mensajes erróneos a esos hombres”). Dos meses largos después, desde el feminismo de discursos y formas más contundentes, se ha dado un ignominioso paso más: la negación pura y dura. La nueva teoría, que asombrosamente ha hecho fortuna en los sectores progresís de costumbre, es que estamos ante un colosal montaje para provocar el aumento de la xenofobia. Y colará.
La mayoría de los ciudadanos estamos hartos de buenismos, de ONGs convertidas en negocios y que defienden lo indefendible porque en ello les va el pan…La estupidez de ciertos grupos es inmensa y preparan el camino a que los europeos se lancen en masa a los brazos de M. Le Pen buscando solución a tanto desvario. Por el momento ya es el partido con más votantes obreros de Francia.
Tenia la esperanza de que los «sucesos» de nochevieja en Europa abrieran un poco la mente a los sectores nominalmente progresistas de esta parte del mundo.
Esperanza tan inútil como echar colonia en un estercolero y esperar que la mezcla de olores produzca agua de colonia.
Lo que no me cabe en la cabeza sea que la supuesta izquierda sea capaz de negar la evidencia hasta el punto de negar tb los hechos.
Y que se calle como una tumba ante el monstruoso cóctel misoginia+islam.
Hace pocos dias se ha producido una serie de matanzas en Nigeria en las que las victimas eran granjeros cristianos…y silencio tb, a ver si vamos a caer mal a los hijos predilectos de Mahoma.
Y, no será que en el fondo mas oscuro de su subconsciente ( el de la supuesta progresía, quiero decir) admiran a unos mostrencos machistas porque a ellos también les gustaría poseer en propiedad a una o varias mujeres en las que limpiarse sus miserias?
Plas, plas, plas plas Javier. Zorionak. Al principio parecía una opinión sobre el sexismo, pero de manera muy inteligente lo has enfocado hacia los acosos sexuales hechos por ¿refugiados? ¿Inmigrantes? ¿musulmanes? Ya hay dos lectores/as que te han cogido la idea, y te la aplauden. Espero con ansiedad el día contra el racismo, a ver por dónde va tu columna.
Una propuesta interesante: http://www.safecity.in
Gran entrada de blog. Es vergonzoso. Lo de Colonia es tabú, no se puede mencionar, ya ha desaparecido de los medios. Estas aguerridas feministas no se atreven a defender a las mujeres de Colonia, no sea que en el juego de cartas del progrerío vayan a ser cazadas en un renuncio, y confrontar los derechos de las mujeres a ir por donde quieran y como quieran en su país frente a «los enriquecedores culturales» les cause dilemas de conciencia. ¿A estas señoras les gustaría que fueran sus hijas las que lo sufrierán? Que siga así la cosa, y lo sufrirán. En no muchos años, también en Euskadi.
No se enfrentarán, no sea que haya un «divide y vencerás» en el frente de colectivos indignados usados como arietes contra la opresiva sociedad occidental (si, la misma que tiene el menor número de pobres o malnutridos y exhibe mayor bienestar, aunque nunca comparable al de Corea del Norte o la revolución bolivariana, donde va a parar), esa sociedad que hay que minar y destruir, especialmente cuando se trata de zurrar al varón blanco, de mediana edad, con trabajo y «normal», ese monstruo que hunde toooodo.
Hipócritas y cobardes. Estamos rodeados de mindundis y mindundas (que no se ofenda nadie, que no falte de ná) venidos arriba a más no poder, compitiendo por ver quien la suelta más gorda y callando, callando en lo que les haga ser mínimamente «políticamente incorrectos».
Y las sufridoras de los asaltos de Colonia, a sufrir en silencio. Es cuchando lo de que «Algo habrán hecho» y lindezas parecidas.
Si cree, señor «Bilbo», que esto va de racismo, me temo que no me he explicado nada bien. Esto va de agresiones sexuales -¡¡cientos!!- calladas y justificadas. Sacar el comodín del racismo aquí es tremebundo… a la par que una gran demostración de racismo. Maldito supremacismo blanco, que cree que solo los de piel pálida pueden hacer el mal.
Javier, a las 9 marzo, 2016 a las 5:15 , toda la razón. Es vergonzoso el supremacismo que mira con condescendencia a terceros, asumiendo que son poco más que animales, e incapaces de controlar sus actos. Por lo que han de tomarse todo tipo de medidas. Las mujeres, en esos lugares, Y QUIEN LO NIEGUE MIENTE, viven infravidas, no pueden ni ponerse la ropa que quieren. Cientos de payasas de circo por estos lares se dedican a callar ante esos hechos, quizá porque son un orden de magnitud o dos más aberrantes que lo que se sufre por parte d elas mujeres aquí. Aquí ni te van a cortar el clítoris ni te van a obligar a llevar el burka , y se avanza ahacia la igualdad, basta con echar la vista atrás para comprobarlo, ni siquiera es necesario irse a otro siglo.
Pero a las payasas del circo mediático que necesita atención, somos los varones locales quienes «representamos lo peor del machismo», y ante nuestros nuevos vascos, callan avergonzadas, callan miserablemente. sin valor a decir nada.