¡Oh, uh, ah! Rasgado ritual de vestiduras con doble tirabuzón y gestito zalamero de escándalo porque la ultraderecha ha entrado en el parlamento alemán por primera vez desde el fin del nazismo. Demasiada bronca para menos del 13 por ciento de los votos, por mucho que la endeblez de las otras listas, empezando por la supuestamente izquierdista fetén, genere el espejismo de convertir a Alternativa [ejem, ejem] por Alemania en tercera fuerza del Bundestag. El único efecto real de los aproximadamente 90 escaños cosechados es dejarle las cosas a Merkel en mandarín para conseguir una mayoría de gobierno suficiente, una vez que los hostiados socialdemocrátas del revulsivo Schultz han jurado que se van a la oposición. Por lo demás, ni siquiera está claro que los electos en la candidatura populista vayan a ir todos a una, cuando su propia presidenta ha renunciado al acta al tiempo que denunciaba el “carácter anárquico” de la cuadrilla que presuntamente lidera.
Quizá sea ahí donde debamos fijarnos antes de exagerar la nota. No estamos hablando de una formación poderosa con estructuras inquietantes, sino de una jaula de grillos a cada cual más friki, ególatra o, directamente, carne de frenopático. La pregunta correcta, opino humildemente, es por qué una organización así es capaz de atraer el voto de buena parte de la población alemana con menores ingresos. ¿Qué hace que los más pobres, es decir, los más empobrecidos, se abracen a este tipo de opciones? Si la respuesta, especialmente de los que no pasan apreturas, es que son unos racistas insolidarios, es probable que en las próximas elecciones sean más.
Tanto la ultraderecha como la izquierda fetén comparten un discurso de soluciones fáciles. ¿Por qué es más fácil saltar hacia la ultraderecha? Porque los desposeídos no aspiran a ser «inmigrantes ladrones», a diferencia de la izquierda fetén en la que el enemigo caricaturesco es «la burguesía ladrona», que sí que tiende a apetecer llegar a ser… y no pocos de los puros de la izquierda son…
La cuestión es que no existe solución fácil para problemas complejos; por ejemplo, el segundo país productor de coches de Europa es… imaginaos cual. Eso no significa que el empleo se mantenga..
Eso sí, existe problemón fácil.. véase cuando la población se creyó aquello de que los pisos doblan siempre su valor.
A mediados del siglo XX se acabó con una concepción totalitaria, desigualitaria y elitista del Estado que era el fascismo creciente, aliándose por un lado con el totalitarismo socializador, y por otro transformando el sentido de los estados modernos, al encomendarles la cobertura global de aquellas necesidades básicas en las que la sociedad se ve protegida: La sanidad, la educación y prevención social para parados y jubilados, es decir lo que vino a llamarse el estado de bienestar. En Alemania especialmente vieron clara esta solución para dar sentido a un estado dividido, destruido, avergonzado y sin sentido de pertenencia en la población. La patria común de todos pasaba a ser un estado que les protegiera siempre, y a todos por igual, del hambre, la injusticia, la enfermedad y la vejez.
Los problemas actuales de Europa y de los países occidentales en general vienen de pensar que aquella solución del estado del bienestar era un remedio transitorio, una añagaza a la población para que dejase de desear la igualdad y justicia social que vendía el sistema socialista, para que por comparación se refugiara en su nación como garante de la felicidad, y que, con el advenimiento de la riqueza, ya no sería necesario dichas prestaciones provinientes del estado para la cohesión social necesaria entre individuos y el poder legal constituido.
Pues no. No era un remedio transitorio. La caída del telón de acero, de los países de economía centralizada, y con ello la liberalización y globalización de la economía han puesto de manifiesto que una gran parte de la población ve en dicha protección el único motivo de existencia de un poder supraindividual que le una a un proyecto común.
Es decir, no veo compatible una economía globalizada, supeditada a los mercados y productora de una base estable de parados que mantenga la rentabilidad empresarial de unos salarios escasos, con el apoyo a proyectos democráticos y solidaridades de distinto tipo. En la medida que el estado de bienestar se vaya diluyendo surgirán tendencias individualistas, autoritarias y sobre todo, fáciles de manipular.
(En España se da un caso especial. Nunca se ha abandonado el fascismo, y el naciente estado de bienestar de la transición no ha podido ser financiado más que con especulación, con lo que el estado a quedado a merced de sus acreedores y la crisis. Por ello a la extrema derecha no le ha hecho falta surgir, en número y mentalidad creciente ha podido permanecer oculta en la derecha «liberal» y genera mayorías absolutas o dignas de apoyos por la izquierda entregada a la globalización).
Es una cuestión compleja. En las elecciones al Bundestag de 2013, se juzgaba la política de Merkel con respecto al rescate del euro y de los países en quiebra, principalmente Grecia. La AfD concurría entonces, tras su debut en las elecciones europeas, con un programa que ponía en tela de juicio dichos rescates (porque claro, a ver por qué los trabajadores muy alemanes y mucho alemanes tenían que pagar los desmanes y la mano rota de sus vecinos del sur) y promovía incluso que fuera Alemania la que saliera del euro y volviera al marco. El resultado lo conocemos: Merkel tuvo que endurecer mucho las condiciones para «beneficiarse» del dinero del rescate, y se exigieron las políticas de recortes que la izquierda ha definido desde entonces como «austericidio». Gracias a esto, la AfD se quedó entonces sin discurso y no pasó el umbral del 5%.
En esta ocasión, el asunto que cabreaba a los dichos desfavorecidos era la crisis de los refugiados. Quizá por tener a los socialdemócratas en el gobierno, quizá por motivos humanitarios, o quizá por todo a la vez, Merkel en esta ocasión optó por una política de acogida, pero igual de personalista. Tanto, que ni los posteriores recules en forma del acuerdo con una cada vez más dictatorial Turquía, la vista gorda ante las vallas de espino en zona Schengen para cerrar la ruta de los Balcanes o las continuas deportaciones de refugiados, principalmente afganos, tras denegársele su solicitud de asilo contribuyeron a rebajar la impresión de una Merkel «rojaza» más preocupada por los de fuera que por sus ciudadanos. El resultado es que la CDU fue dejando un hueco a su derecha que ha sido aprovechado por la AfD, partido formado en gran parte por ex-miembros de la CDU pero que se mueve entre posiciones de derecha más o menos moderadas, consignas identitarias a la Trump, y el discurso nazi de toda la vida.
Al final, el problema es que, si muchos obreros alemanes que lo están pasando mal, o que tienen que apretarse el cinturón para llegar a fin de mes, o que llegan a viejos con cuatro duros de pensión y tienen que andar buscando botellas en la basura (en Alemania se paga fianza por la mayoría de las botellas de refresco, las de plástico se pagan a 25 céntimos y las de cerveza a 8), no aceptan que obreros de origen inmigrante -ojo, hablo de obreros, no de delincuentes- tenga acceso a las mismas ayudas o vivan mejor que ellos, y se agarran a un discurso identitario contra «los de fuera» que, por supuesto, siempre son (somos) unos parásitos, ladrones de trabajo, criminales, violadores y terroristas, si hace falta todo a la vez… pues, sinceramente, no veo cómo la izquierda podría ganarse a esta gente sin traicionar sus ideas. Que una cosa es tomarse en serio sus problemas y buscar cómo darles solución, y otra es utilizarlos políticamente.
Pero tampoco veo que la AfD vaya a tener mucho futuro político, al menos con su forma actual. En primer lugar, le amenaza la escisión capitaneada por la hasta ahora líder Frauke Petry, que podría robarle votos por el ala moderada; en segundo lugar, la previsible radicalización identitaria de la CSU (los socios bávaros de la CDU) con vistas a las próximas elecciones en Baviera podría arrastrar a la Unión y devolverla, tras la renovación de Merkel, a un discurso más a la derecha que recupere a los votantes pródigos. Veremos.
«Tras la renovación de Merkel»: quería decir, «tras el relevo de Merkel». Si lo hay esta legislatura, claro.