Algo me pierdo. 350.000 personas en la movilización número ene contra la sentencia del Procés son un pinchazo. Sin embargo, 80.000 en una manifestación constitucionalista con autobuses son un éxito del copón. Y casi es peor cuando tratan de explicarte que la cuestión está en las expectativas. Te sueltan sin mudar el gesto que en el primer caso se esperaban más y en el segundo, menos. ¿Se dan cuenta de lo que están reconociendo con tal argumento?
No se molesten en contestar. Era una pregunta retórica. Total, en esta gresca lo que se impone es la quíntuple vara. Fíjense, por ejemplo, qué cabreo más justificado con la vileza de Grande Marlaska —¡Nada menos que ministro de Interior, aunque sea en funciones!— sosteniendo que la violencia en Catalunya es cualitativamente peor que la que hubo en Euskadi. Se pregunta uno por qué los que más indignación han gastado en las soflamas contra el lenguaraz juez en excedencia son muchos de los que hace nada aplaudían idéntico paralelismo salido de labios de Puigdemont. Y, claro, viceversa: bastantes de los que entonces se ofendieron por el burdo símil salen ahora en defensa de Marlaska con la martingala de que hablaba “en términos conceptuales”.
Ocurre que no hay paradoja insuperable. Después de quintales de esfuerzos dialécticos para achacar los actos violentos a infiltrados por el unionismo o de poner a caldo de perejil a los medios que muestran las imágenes de caos, la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, sentencia: “Son estos incidentes los que hacen que estemos en la prensa internacional de manera continuada estos días, es decir, que hacen visible el conflicto”. Jo-dó.
Desde Catalunya:
Paradojas, claro; como en cualquier orden de la vida.
En cuanto a las manis, lo esperado. La Romería del Pollo, con sesión de fotomatón en furgones policiales incluida, es el clavo ardiendo al que se agarra el españolismo para convencerse de que son mayoría en Catalunya; aunque sean menos y la mitad vengan de las Españas.
Y sobre los disturbios, varias preguntas tan incómodas como necesarias:
-¿Es casual que haya disturbios cuando hay policía y no los haya cuando no?
– ¿Por qué «se olvida» por parte de muchos decir que la mayoría de barricadas y contenedores quemados se usaron para protegerse de los ataques de la policía?
– ¿Qué pasa con las cargas gratuitas contra manifestantes sentados, en calma o contra paseantes o comensales en terrazas que ni siquiera se manifestaban?
– ¿Qué decimos de los detenidos y encarcelados con atestados policiales confusos o que, directamente, no indican la causa de la detención?
– ¿Qué decimos de las ilegalidades policiales: agentes sin identificación, uso irregular de material prohibido, «carruseles», golpes por encima de la cintura, etc., etc.?
– ¿Opinamos lo mismo de estos «disturbios violentos» que de los de Chile, Ecuador, Irak o Hong Kong?
– ¿Hay que entender que los que critican a los que queman contenedores en Barcelona están a favor de Lenin moreno, Piñera o los gobiernos de Irak y China y no de los manifestantes?
Realmente esto del Procés cansa, creo, hasta a sus protagonistas, que ya es decir. Y por eso tampoco voy a extenderme en demasía. Sólo apuntar que en el caso de la manifestación contraria a la independencia (me niego a gastar la palabra «unionista», extraida con muy mala leche del conflicto norirlandés) los inefables CDR pusieron todo su empeño para obstaculizar el acceso a la concentración en cuestión.
Tranquilos en este punto, porque ya se lo digo yo. Ni de coña esta manifa habría convocado a más gente que la independentista de los 350.000. Pero revela algo, pienso, muy significativo que creo que sostienen demasiados partidarios de la opción indepe, expuesto magistralmente por esta señora en este vídeo de 21″ ( https://youtu.be/lMa2eqvVVko ), que si no están duchos en la lengua (bueno, una de las dos lenguas) de Josep Pla yo les traduzco:
«Conseguiremos la independencia de Cataluña este año o en 2020, pero lo conseguiremos. Y le digo: sí, usted tiene todo el derecho a manifestarse el domingo (contra la independencia), pero tengo todo el derecho a cortar las carreteras y a manifestarme para que usted no se pueda manifestar».
Yo no sé ustedes que pensarán, pero yo lo tengo claro: si eso es una actitud democrática, yo soy el Pato Donald.