No puedo negar que me apena enormemente la situación por la que está pasando la ya ex portavoz de EH Bildu en el ayuntamiento de Gasteiz, Miren Larrion. Por demás, me resulta imposible imaginar qué circunstancia privada tan apremiante le pudo llevar a suplantar la identidad de una compañera de partido para abrir una cuenta bancaria. Sí alcanzo a hacerme cargo de la angustia que le impulsó a dar semejante paso en falso que ha resultado irreversible para su carrera política y me temo que también a la profesional y, desde luego, a la personal. Una vez más se ha impuesto el factor humano, —tan básico, tan primario, tan pedestre— a cualquier otra consideración. Aquí se van al guano los argumentarios partidistas y las defensas dialécticas de lo indefendible.
Me consta que habrá lectores que ahora mismo piensen que soy comprensivo con una actitud intolerable. Nada más lejos. Solo anoto que, independientemente de lo que determine la investigación judicial en curso —que puede ser algo muy grave—, Larrion lleva literalmente la penitencia en el pecado. O definitivamente desconozco su personalidad, o nadie será más dura que ella misma al juzgarse y al comprobar todo lo que ha echado por la borda con su comportamiento a la desesperada. Quizá ahora piense en otros casos en los que pudo haber sido menos hiriente.
Los políticos son humanos. Se dice que son como el común de los mortales, de carne y hueso.
Y yo añadiría que también tienen las mismas tentaciones, pueden cometer los mismos errores que el resto de la ciudadanía , pero su cargo público, el haber sido elegidos para él, les obliga a un comportamiento ético, moral, justo, etc, más aún que al resto de los mortales.
Y su pena, cuando no responden a estos principios, va más allá de lo que la aplicación de la Ley les imponga, cuando exista una sentencia judicial en firme.
El carácter público de su actividad, la obligación de cumplir con sus promesas electorales, la coherencia entre lo que dicen y hacen, así como tener una misma vara de medir para todos los casos, sin caer en eso de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio, en un político es fundamental.
Hasta entonces, prudencia y respeto por la persona. Que no es lo mismo que justificar, tratar de tapar o restar importancia al hecho cometido, cosa que suele ser muy frecuente por parte de sus compañeros de Partido, e incluso por el propio Partido.
No creo que este suceso afecte a su carrera profesional. Quizás la mejore. Me imagino que mantendrá su plaza publica en la universidad de ingenieros de Bilbao.
Su vinculación con ehbildu no le traía mas que trabajo, dolores de cabeza y exposición publica. Es un partido con poca puerta giratoria y baja capacidad de «colocación»….así que es un esfuerzo, mas que nada militante.
Ahora le viene una vida mejor, posiblemente con mas sueldo y mas tranquila. (quizás en el partido le igualaban el sueldo de la plaza publica y el resto para el grupo?…pero nunca mas de lo que cobraba)
No queda mas que agradecerle su labor como servidora publica…y que tenga suerte en la vida.
Perfectamente expresado. No hay que hacer leña del árbol caído, so pena de cortarte un par de dedos.
Como le ha pasado a ella.
No se debe de juzgar. Pero si se juzga tiene que ser sabiendo.
Lo que apena y enrabieta al ciudadano, es ver la sangría de corrupción de miembros de todos los partidos políticos, y saber que es solo la punta del iceberg.
Si la señora Larrion ha cometido un error, que sean juzgada y tenga la suerte de encontrar unos jueces que sepan nadar en las lagunas que tiene la justicia que dictan las leyes hechas por los políticos.
Leyendo su trayectoria laboral y política es difícil entender para un mileurista este caso, pero si de algo no se empacha el ser humano es casualmente de dinero y poder, ese perfecto y adictivo maridaje.
Lo verdaderamente hiriente es que Larrion hubiera disparado contra el oponente ocultando el tiro dado en su propio pie.
¡La política amigo! esa rentable y golosa profesión donde el principal requisito es poseer un carnet.
Si nos ponemos a justificar «errores» tenemos aquí y ahora, varios casos de defensa de centenares de puestos de trabajo que no reciben tanta comprensión.
«Todos cometemos errores», «polita». Y es cierto, el problema es que los que ahora edulcoran, dan ánimos y silban a la vía, cuando el presunto delincuente es de la otra orilla lo crucifican sin piedad.
Que vayan aprendiendo que ellos tampoco tienen a Dios en sus filas.
Aparte de compartir el análisis sobre cómo se ha debido de sentir, añado que con ella también se corta una de las vías más claras para la renovación de una cúpula que ya lleva sus décadas al cargo.
Supongo que sólo la inevitable muerte traerá alguna renovación.
Es un tema personal y ya se aclarará
No me gustaría que los demás partidos lo usaran como Ariete contra su partido.
Tal
y como a veces
suelen hacer ellos a la mínima que se les presente . Las personas cometemos errores .
Si ha cometido un error el juez decidirá la pena que le corresponde y no debemos juzgarle todos los ciudadanos, si se ha equivocado tendrá que hacerse cargo de su acto y dejemos de ensañarnos con ella y el partido como lo están haciendo algunos políticos interesados.
Bildu debería aclarar si es un caso aislado o es habitual en la coalición.
¿Era una cuenta personal o de la coalición?
También si la estructura de la coalición estaba al tanto de estas prácticas y si lo permitían.
¿Era una forma de financiación de la coalición?
¿Otegi como máximo responsable de la coalición debería dimitir?
¿Su precipitada salida del Parlamento Vasco tuvo algo que ver?
Si un «error» en el ámbito privado suscita un defenestramiento en el grupo político del que eres parte importante, creo que será menos privado, y probablemente menos «error».
Hay que recordar que las palabras «Me he equivocado, y pido perdón por ello, no volverá a ocurrir», además de impuestas y no espontáneas, eran también en el «ámbito privado».
Espero que a Larrión se le haya solucionado el enorme problema privado que requería la comisión de un delito y la utilización de la personalidad de una compañera. Tenía que ser insuperable.