Mañana se cumplirán 25 años de la victoria electoral del PP de Aznar. Como conté ayer en otras líneas, la efeméride tiene nadando en almíbar nostálgico a los amanuenses del fondo a la derecha. Es comprensible, teniendo en cuenta que el partido que ahora se muda a escape de Génova 13 se arrastra en la ramplonería aumentada, para más inri, por la pesada herencia de mangoneos que clavan sus raíces en la época que ahora se festeja. Es la versión del tramposo y vengativo Bárcenas, sí, pero también la suma de varias sentencias judiciales. Se quedaran sin dedos de las dos manos para contar los dirigentes del milagro aznariano que han dado con sus huesos en la cárcel.
Junto a la morriña y la glosa exagerada de las hazañas de aquel par de legislaturas tan distintas entre sí, el aniversario nos ha devuelto a la primera plana al propio protagonista del desalojo de Felipe Equis González tras casi tres lustros en Moncloa. Aunque nunca se ha ido del todo, volver a ver y escuchar a Aznar ha resultado una experiencia digna de comentario. No sabe uno si quedarse con lo grotesco, lo chulesco o lo directamente despreciable de un personaje que se sigue creyendo un estadista del recopón cuando su legado es un reguero de mentiras gravísimas que costaron muchísimas vidas, puentes dinamitados y, por supuesto, corrupción.
Hace algún tiempo se publicó un análisis político sobre presidentes de gobierno a nivel mundial en el que se calificaba al Señor del 11 M como el quinto peor presidente de la democracia o así.
Millonario y repugnante el Caudillito.
Somos tan «masocas» que celebramos hasta lo incelebrable (valga la expresión). Durante años celebramos el llamado Alzamiento Nacional (¿?), el día de la Victoria de Franco en su Guerra Civil (más ¿¿??), el día de los Caidos (sólo de un bando, claro está), y ahora, pasados unos años, en una democracia (aunque tiene defectos imprtantes), algunos se empeñan en celebrar éxitos partidistas, como si ellos fueran el todo, y todos fuéramos de su partido.
Pues no, si quieren celebrar la figura de Aznar, que lo hagan en su casa, con los suyos, con quienes le votaron, y con quienes le aplaudiron y le siguen aplaudiendo como el constructor de la democracia.
En cambio, sí se podría aprovechar el aniversario para aclarar muchas de la «cosas» que ocurrieron en España y fuera de España, teniendo como protagonista al hoy recordado Aznar. Y a quí que cada cual ponga su propia lista de «cosas» a recordar.
Yo el próximo congreso del PP le voto a Iturgaitz. Valor seguro.
En los típicos irrelevantes y absurdos (pero que tanto nos gustan) rankings que se suelen hacer, yo en el de presidentes españoles desde el 78 pongo en primer lugar a Suárez.
Admito que sólo puedo hablar de oídas y leídas pero su figura sí me merece un respeto especial, incluso desde el lado humano ya que fue cruelmente maltratado por la vida en la segunda mitad de la misma.
Viniendo de dónde venía sí me creo su papel y le concedo mérito. O, al menos, me suscita respeto la soledad y el linchamiento que sufrió y su inmensa dignidad durante el 23F.
Coloco en mitad de tabla…emparejados…a Rajoy y Zapatero. Bueno…pongo por delante a ZP por afinidad ideológica, por avances en derechos sociales, por su gestión del fin de eta y porque quizás ha sido la presidencia menos salpicada de corrupción. En el debe…la gestión inicial de la crisis financiera pero aquello fue demasiado gordo.
Pudo ser alguien menor pero me caía bien.
Rajoy…pues también me cae bien. No lo puedo evitar. Pese a sus muchas fallas en muchos aspectos y la distancia ideológica…no me parece un mal tipo.
Al fondo del todo…y muy juntitos..González y Aznar. Dos tipos repulsivos en su endiosamiento y su estúpida altivez y arrogancia (y eso que a Suátez le llamaban el chuletón de Ávila y humilde no era…pero…otro nivel). Y los dos máximos responsables, por el poder que acapararon, el tiempo que estuvieron, la pésima gestión y desaprovechamiento de sus ciclos de bonanza…de los enormes males que en cuanto a cultura política e incluso económica siguen asolando España.
ZP y Rajoy hicieron lo que pudieron. Los otros dos no hicieron lo que debieron y mucho de lo que hicieron fue malvado y dañino.
A Sánchez no sé aún dónde ubicarle. No me fío un pelo pero bueno.
Pues la verdad, a mí me traen al pairo la presunta bondad o maldad de Aznar y cía. No sé porqué me da que en estos momentos tenemos ciertos “problemillas” que nos deberían preocupar más que las bienandanzas y malmetidas de ciertos caballeros que , mal que nos y les pene, son historia. No sé, una pequeña pandemia, un proceso de vacunación que no acaba de arrancar con fundamento, una crisis económica de caballo en puertas… Pues eso, que nos podemos seguir regodeando en viejas batallas del abuelo cebolleta; dentro de un año o, si fuese por algunos, otros diez, seguiremos dándole vueltas a la guerra civil del 36 o al motín de la sal. Y («Ceterum censeo Carthaginem esse delendam»), todavía no habremos conseguido acabar mínimamente el proceso de vacunación contra la COVID-19.
Repulsivo ,eso es lo que me resultó el caudillito
«…es un reguero de mentiras gravísimas que costaron muchísimas vidas». Es difícil creer que en Madrid, capital de España, donde trabajan todos los servicios secretos del mundo, nadie se enterara de lo que preparaban una docena de moritos con un poco de dinamita y unos móviles. Difícil creer que ni siquiera el comisario Villarejo no estuviera al tanto de nada. El, que tenía ojos y oídos en todas partes. Aznar era presidente del gobierno de España, con capital en Madrid, y parece ser que nadie le informó de nada de lo que se estaba cociendo para el 11M. Curioso cuando menos.
Decia bush, mr. asnar……………, y hoy nos encontramos con un tal casado convertido en la primera persona del presente indicativo del verbo asnar: «yo asno», pues que le vamos a haser