Del relevo en Podemos llama la atención casi más el cómo que el qué. Y no hablo exactamente de los nombres ni del modo en que se han escogido, sino de la sordina aplicada al momento final del proceso. Se puede decir que coincidía con Colón, pero también lo hacía con las primarias en el PSOE andaluz, que sin ser una filfa, objetivamente era un acontecimiento informativo de menor relieve que Vistalegre IV. Cabe atribuirlo a una cierta desidia de quienes deciden la agenda de actualidad o, siendo peor pensado, al intento de dar por amortizado al partido morado. Por alguna razón, que no digo yo que esté falta de lógica, se está instalando la idea de que sin el hiperliderazgo casi mesiánico de Pablo Iglesias, la formación está condenada a una agonía similar a la que acabó con la UPyD de Rosa de Sodupe o, por buscar un ejemplo más cercano y literalmente sangrante, con la impúdica descomposición de Ciudadanos a la vista de todo el mundo. Creo, sin embargo, que en el caso que nos ocupa, la resistencia a irse por el desagüe político puede ser mayor. Seguramente, en un plazo corto Podemos no revalidará los espectaculares resultados electorales que ha acreditado. Los votantes entusiastas de la novedad volverán a la abstención, al PSOE o, en el caso de Euskal Herria, a EH Bildu. Pero intuyo que muchos quieren seguir apostando por una fuerza que para ellos no es de sustitución sino la que entienden que les representa. El reto de la nueva dirección bicéfala es responder a esa demanda y demostrar con hechos que se merece la confianza de esa base real. Si no lo consigue, quedará un tripartidismo con dos derechas dispuestas siempre a sumar.
Creo que Podemos si se queda solamente en progresía buenista de andar por casa se irá disolviendo poco a poco y terminará como la antigua Euskadiko Ezkerra, una apéndice del PSE, pero a la española. Sin embargo cogerá fuerza si ahonda en los principios reales de la Izquierda, no se deja amedrentar por el fascismo rampante españolista y fiscaliza a un PSOE republimonárquico que no sabe lo que ha sido, lo que es y lo que quiere ser.
Creo que cuando se quiere lanzar una idea, un movimiento social o algo parecido, es imprescindible contar con un líder capaz de movilizar y convencer. En definitiva, para conseguir sumar personas, voluntades, adhesiones y hacer que la idea, el movimiento, crezca y se desarrolle.
Pero pasada una primer a fase, digamos de siembra, ese lider tiene que ceder protagonismo, tiene que dejar paso y otras personas que refresquen la idea y la enriquezcan con la pluralidad que ofrece todo colectivo de personas democráticamente organizado.
Y esto le ha faltado a Podemos. Y es que Iglesias ha querido seguir siendo el líder, y no sólo no dejando espacio a otras personas, sino también alejando a quienes le acompañaron en la tarea inicial.
Y eso no funciona. Eso se paga, y Podemos lo está pagando. Esperemos que encuentren pronto el remedio a la «pablitis» que padecen, porque… ¡si se puede!
Podemos está muerto en Galicia, en Madrid su escisión le ha pasado la mano por la cara al mismísimo líder, en Euskadi la torta fue tan grande que hasta hundió la tradicional mayoría de la izquierda en el Parlamento de Gasteiz.
Apostaron todo a cartas grandilocuentes y una estructura clásica (pero con más purgas). ¿Puede surgir algo de los restos?
No voy a ser yo quien lo niegue. Con los desmanes que va a cometer la mayoría del bifachón, es posible que el espacio de izquierdas le de una nueva oportunidad a Podemos. Cosas más difíciles se han visto.
Mientras tanto, el desastre (tal como la desposeída líder anadaluza del PSOE) se lo han buscado con ganas.