Pues seguimos para bingo pandémico. O, como poco, para hacer la línea de la quinta ola, si no llevo mal las cuentas. De entrada, me van a permitir un saludo a los esforzados miembros del equipo paramédico habitual. Ya es mala leche que justo cuando volvían a darnos la matraca con datos super-mega-maxi fehacientes que probaban que la peña se pone chunga en el curro, la cabrita realidad nos haya vomitado cifras contantes y sonantes que demuestran de una forma no ya abrumadora sino insultante una realidad bien distinta. Tomen solo los últimos números, los del viernes. En la demarcación autonómica, 498. En la foral, 152. Y no hace falta ser un rastreador apache para llegar al origen del reventón de positivos: desfases en Mallorca y Salou y ‘no fiestas’ en un porrón de localidades, con Hernani ofreciendo registros de escándalo. Me voy a despiporrar un kilo cuando el científico oficial de la resistencia nos saque la gráfica en la que se vea claramente que todo quisque pilló el bicho en la oficina o mientras reponía las estanterías del híper. Algún día hablaremos de las batas blancas a las que hemos concedido estatus de oráculo cuando toda su divulgación parda atiende a unas siglas.
Pero no va ser hoy, porque el espacio que le queda a esta columna debe ser para tratar de hacer ver a los lectores que hemos entrado en una deriva endiablada. Mi gran temor es que la mayor parte de mis congéneres ha tomado la directa al viejo modo de vida. Como mucho, mantendrá la mascarilla en exteriores —mal puesta, sin cambiar en semanas— a modo de prueba de compromiso. Solo las vacunas puestas nos salvarán. Eso espero.
Si al bar se le llama oficina estoy de acuerdo con el Señor Kiko Martínez , representante de los hosteleros de Gipuzkoa y un virólogo de reconocido nivel planetario.
Que triste y dura es la realidad. Nos han engañado o nos hemos engañado nosotros mismos. Hemos creído que el peligro de la pandemia había pasado y no es así.
El virus sigue. El virus no «cierra» por fin de semana o por vacaciones. El virus sigue cumpliendo su misión en este mundo: mandar al otro mundo a cuantos más mejor. Y nosotros a lo nuestro, como si no pasase nada.
Pues si pasa, y lamentarse no sirve de nada. Aún queda todo el verano. Aprendamos la lección de estos últimos días y actuemos con precaución y más inteligencia que el virus. Sólo así podremos salir a flote de esta nueva ola.
La «divulgación parda» comenzó con las PCRs que en la UPV iban a tirar como churros y que en el G.V. «despreciaban» porque son gente muy mala e incompetente que quiere que todos muramos menos ellos y los suyos y hasta hoy…. con la inestimable colaboración de algún portavoz de colectivo damnificado para al que «rigor» era un nombre Ruso. Hoy tenemos a Nafarroa con 355 casos y 21% de positividad pero todo bien; gobierna el PSOE y entre «progresistas» todo bien y apoyo gratis. Dios nos coja confesados si sumamos algo parecido en la CAV. Por Hernani todo bien también.
Pues no he leído ni oído a ninguno de los dicharacheros y sedientos excursionistas decir que ellos hayan metido la pata.
Al juego del contagio se añade la variante de quedar para hostiarse fletándose autobuses a Castro por ejemplo para tan loable fin.
Ni por el forro hay que culpar de todo esto a la juventud. Sólo a la parte idiota y a los mafiosos que hacen negocio con ellos.
Es muy evidente. El problema está en el ocio y concretamente en el ocio de terraceo…jamadas…potes y botellones (hostelería y no hostelería).
No sólo los jóvenes. Por supuesto. Los ya vacunados estamos también rompiendo la pana. No hay quien nos pare.
Pero es cierto que la chavería, por su forma de relacionarse aceleran al máximo la transmisión.
Los más talluditos a veces hasta huyen de las zonas concurridas. No por responsabilidad sino por pereza. Los chavales buscan el mogollón y no basta con juntarse con los cuatro o cinco amigos…hay que juntarse con toda la tribu.
Y…ya siento seguir focalizando ahí pero me ha llamado mucho la atención lo que he leído hoy en El Diario Vasco.
Publican el típico reportaje en el que una enfermera y un enfermero dialogan con dos jóvenes. Un joven y una jovena.
Diría que son jóvenes de perfil muy normal. Medio. Un perdiodista y una bailarina clásica (así la presentan).
Quiero decir; no han ido a escogerlos a la salida de un after hours ni a un local clandestino de peleas de perros.
Formación universitaria…una disciplina artística «elevada» que exige rigor y sacrificio…
Pues bien. El periodista dice no tener claro que haya sido correcto vacunar primero a los mayores porque «los jóvenes tenemos toda la vida por delante y ellos están al final de la suya». Aupa ahí.
La bailarina no va tan lejos y admite la conveniencia de vacunar primero a los grupos de riesgo pero dice que a la juventud había que haberla vacunado antes y masivamente ya que por su modo de vida tienen un mayor potencial de transmisión. Lo de replantearse durante la pandemia el modo de vida, como todo quisque, parece que ni se plantea.
Egoísmo sumado a vivir fuera de la realidad porque no nos gusta lo que está pasando en el mundo . Yo no le veo remedio porque nadie quiere ver que la cosa puede ponerse aún peor por lo menos esos son los temores de virologos y gentes que entienden el funcionamiento de los virus
Espero que sus temores no se cumplan y tengamos suerte porque si estamos esperando una respuesta responsable de la gente ya podemos darnos por extinguidos
A estas alturas se supone que todos deberíamos saber cómo y dónde se transmite este virus. O no?
Sin embargo para mí que hay todavía mucha desinformación y conductas absurdas. Dudo que el mensaje de las autoridades en general (vascas, españolas, europeas, mundiales…) haya sido claro. Casi como a regañadientes apareció un día la diferenciación entre interiores y exteriores, pero mezclado con otras muchas medidas sin sentido (las mascarillas obligatorias en la calle, qué desastre por su inutilidad y la confusión que han creado).
Y no nos engañemos, si en las oficinas no hay tantos casos es gracias al teletrabajo, porque si se acumula gente siguen siendo sitios muy peligrosos si no se toman las debidas precauciones. Que no consisten en rociar todo de lejía como siguen pensando algunos, sino en algo tan sencillo como abrir las ventanas si se puede y llevar la mascarilla aunque estés solo.