Qué cosas tiene el azar cuando lo fuerzan. Resulta que la actual esposa del expicoleto maltratador Antonio David Flores ha ganado ese concurso megaintelectual de Telecinco en que una panda de famosos necesitados de cash se dejan grabar en taparrabos y bikini haciendo el minga en un paraje exótico. Ni de broma sigo un bodrio así, pero he leído que la favorita era otra. ¿Qué ocurrió? Exigencias del guion, que marcaba que la mengana victoriosa sería recibida en el plató por los hijos de su odiada antagonista Rocío Carrasco. Hubo abrazos moqueantes, hipidos y palabras como dardos para la ausente madre no querida.
Y ahí fue cuando la mojigatería cínica explotó. “¡Eso es violencia vicaria!”, atronaron las redes sociales progresís usando el término recién puesto de moda por los prescriptores chachis para nombrar lo que ha existido, por desgracia, toda la puñetera vida. Los rasgados de vestiduras eran por la utilización de los hijos —y especialmente de uno de ellos, con “capacidades especiales”— para hacer daño a la madre biológica. Todo sería de lo más loable, si no fuera porque los sapos y culebras iban dirigidos a la misma cadena que convirtió la denuncia de maltrato de Rocío Carrasco en espectáculo desvergonzado para ganar audiencia. Con dos millones de euros de paga previa a la denunciante y un contrato de 3.000 pavos por cada media hora en ese despojo catódico llamado Sálvame. Así que, hipocresías, las justas. Lo que hace el canal de Mediaset es puro y duro negocio, igual con el serial por entregas del infierno de Carrasco que con el numerito de sus hijos besoteando a la actual pareja del tipo que la maltrató.
Entre unos y otros están frivolizando con el escabroso tema de la violencia machista, que al final igual es de lo que se trata mientras se hace caja.
Ana Rosa Quintana cuenta como colaborador con un tipo que se dice conde y que asume haber pegado bofetones a sus ligues, mientras en el plató de al lado se expulsa al picoleto tarado por hacer lo mismo.
A mí me parece que todo ello es un ejercicio de hipocresia que se vende muy bien en una sociedad hipócrita.
El problema es que ésta porquería la ve mucha pero mucha gente, lo que indica bien a las claras el nivel que consume el personal y el que hay en la sociedad. En cualquier país medianamente normal esto sería imposible pero en Hispañistán….se recoge el producto que se ha sembrado. De estos polvos……
Creo que sólo procede un comentario: Allá cada cual con lo que quiere ver. Y es que hay que ser muy tonto para no ver que todo «eso» es una representación teatral con importantes beneficios para sus protagonistas, y por supuesto para la cadena que pone el «escenario».
Y en la medida en que ese «teatro» tiene audiencia, refleja lo que es una parte de la ciudadanía de este País. Y si, también para esta parte tienen que hacer pan todos los días los panaderos, desde primera hora de la madrugada. ¡Que injusta es esta vida!