“Médicos con label”, según Andueza

Hay que reconocer que Eneko Andueza es un dispensador humano de titulares de chuntachunta. Ayer nos regaló uno de lo más lustroso en su entrevista en Onda Vasca. “No tenemos que tener complejos en traer médicos de fuera, no tienen que ser todos médicos con label”, se adornó ante nuestro querido micrófono azul el lenguaraz secretario general del PSE. Era como la quinta o sexta vez que salía con la misma matraca que él mismo sabe que parte de una falsedad como la copa de quince pinos. Como le dejó claro con paciencia franciscana el portavoz del gobierno del que su partido es socio, ahora mismo, entre los 27.000 profesionales de Osakidetza, solo hay 20 a los que se exija el PL4, es decir, el nivel máximo de euskera. Y esas dos decenas no son de los que llevan bata, sino justamente traductores y técnicos del idioma para las comunicaciones de la organización.

Así que sobran las hiperventilaciones postureras. Lo que le está pasando a la Comunidad Autónoma Vasca es exactamente lo mismo que le está ocurriendo —por ejemplos que han salido estos días en los medios— a Madrid, Aragón, Andalucía, Murcia o La Rioja. Hasta donde uno sabe, en ninguna de esas comunidades (ni siquiera en Aragón, que cuenta con idiomas diferentes al castellano) hay ninguna exigencia lingüistica. El problema liso, llano y terrible es que no hay médicos de atención primaria ni otros perfiles sanitarios. Ni con label ni sin label. Y, como comprendería cualquiera que no tenga una mente obtusa y/o ganas de enredar, de donde no hay no se puede sacar. Manda pelotas tener que explicar algo tan simple.

‘Excepción ibérica’: ya veremos

Nota: Cuando publico esto, lo que digo ya ha quedado desactualizado. Al hacer las cuentas bien, no es que haya habido bajada… sino subida. De alguna manera, me veo reforzado en la tesis…

Con el viejo manual de periodismo sobre la mesa, el descenso del precio de la electricidad en un 23 por ciento en el día en que se estrena la llamada “excepción ibérica” es una noticia destacada. Desde luego, es un hecho relevante que merece ser comunicado. Pero hasta ahí, oigan, hasta ahí. Que en algunos titulares, justamente en los de los medios que presumen de ser la releche de la independencia (ya tú sabes) y de la objetividad (ya tú sigues sabiendo), lo que están contando es que el santo varón que duerme en Moncloa ha obrado el milagro de ponernos la luz a precio de saldo. Y eso, salvo que se sea un propagandista de la causa sanchera, no cuela. O no debería colar, leñe.

Nadie dice que no esté muy bien que en 24 horas la tarifa del joío megavatio hora pase de 214 a 165 euros. Ocurre que cualquiera que haya seguido el histórico de la montaña rusa de las dichosas subastas sabe que no es nada extraño que de un día para otro haya bajones sustanciosos en el precio; el clásico paso atrás para tomar impulso. Igualmente, también es (o debería ser) suficientemente conocido que hace apenas 18 meses nos escandalizamos porque la tormenta Filomena había elevado la tarifa hasta los 80 euros. La mitad de lo que ahora se vende como un gol por toda la escuadra. Quién los pillara, ¿verdad?

Así que menos congas de Jalisco y menos oeoeoeoé. Esto no es cómo empieza sino cómo sigue. Ahí tenemos el fiasco del descuento de los veinte céntimos por litro de carburante. Si dentro de un mes los precios siguen la senda bajista, les prometo que me postraré de hinojos y reconoceré mi imperdonable falta de confianza.

Fito Cabrales, un respeto

Vengo un poco al humo de las velas, porque ya han pasado más de dos días del concierto de Fito en San Mamés, pero hay un par de cosas al respecto que me resisto a que se me queden dentro. De lo musical, lo artístico o lo organizativo, poco puedo decir. Primero, porque no estuve y segundo y más importante, porque mis criterios estéticos y conocimientos técnicos son discutibles en el primer caso y deficientes en el segundo. Por lo que he oído a público de todo tipo (fans, requetefans y simpatizantes sin más), en general la cosa estuvo muy bien… aunque quizá pudo estar mejor. Lo que casi nadie está en condiciones de poner en duda es que se trató de un acontecimiento excepcional.

Para mi enorme sorpresa, sin embargo, la cita ha servido para descubrir un grupúsculo diverso de odiadores del cantante. Y han convergido todos, con sus respectivas malas babas, en ese vertedero llamado Twitter. Unos le acusaban, manda carallo, de ser el artista oficial del PNV. Otros, de ser de Bilbao y “del Bilbao”. No faltaban los que lo tienen atravesado por cantar en la lengua de los opresores y, encima, recibir el favor que EITB le negó (mentira cochina, por cierto) a Berri Txarrak. También estaban los que le reprochan haberse vendido a las multinacionales, y, por no hacer interminable la lista, los musicastros que no se comen ni se comerán un colín que le achacan la baja calidad de sus composiciones. Y, oigan, que para gustos están los colores, pero reclamo el respeto que merece un tipo que se ha currado su éxito a pulmón durante tres decenios sin pisar la cabeza a nadie y echando mil y una cables a quien se lo ha necesitado.

Por un pacto sanitario

Es evidente que la consejera Gotzone Sagardui debió ser más precisa en sus primeras palabras sobre el tipo de modelo sanitario hacia el que caminamos. O quizá, siendo como es, una persona sin dobleces, le faltó la malicia de los profesionales de la política para edulcorar la realidad. De poco le sirvió afinar el mensaje 24 horas después. Para entonces, el pantano demagógico ya se había inaugurado, con la consiguiente e inevitable afluencia masiva de chapoteadores de toda condición, repitiendo mantras idénticos, qué curioso, de uno al otro extremo ideológico.

Y ojo, que, por decirlo todo, también hemos escuchado voces muy críticas de profesionales y usuarios que han pretendido construir y no enfangar el patio. Me temo que van a ser la excepción. Estamos ante una cuestión muy golosa para el acoso y derribo de brocha gorda. No solo es una pena sino una catástrofe, porque lo que requiere este momento es ceder a la tentación del “cuanto peor, mejor”, y buscar el modo de salvar uno de los pilares de nuestro sistema de bienestar. Desde luego, el punto de partida no puede ser complaciente ni tender a la autojustificación. A nadie que haya necesitado atención médica en los últimos tiempos se le escapa que ha habido un notable deterioro del servicio, que no es únicamente achacable a la pandemia. Es urgente tratar de recuperar lo que fue nuestro gran motivo de orgullo, pero sin pasar por alto la cruda realidad, con ingredientes de tormenta perfecta. Cada vez somos más pacientes en el sistema y no hay profesionales sanitarios suficientes para atendernos en condiciones. Busquemos la solución entre todos.

Sin gas y con pateras

No soy de teorías de la conspiración, pero hay veces en que dos y dos se empeñan en sumar cuatro por todos los puntos cardinales. Pedro Sánchez sabía —y si no él, cualquiera de sus asesores con tres lecturas— que postrarse ante Marruecos y dejar tirado al pueblo saharaui tendría, entre otras repercusiones automáticas, el enfado de Argelia. Y no un cabreo que se manifestara en dos reproches altisonantes, sino algo bastante más serio. Tan serio como retirar el suministro de gas natural en un contexto económico endiablado, con el grifo ruso cerrado por cuestiones que no hace falta explicar. Eso fue el aperitivo. Anteayer, el país norteafricano atizó el puñetazo definitivo encima de la mesa. De entrada, dio por roto el pomposamente llamado “Acuerdo de amistad, buena vecindad y cooperación” suscrito en 2002. Acto seguido, el gobierno de Argel ordenó a su banca paralizar las transacciones comerciales con España. Así que la patada ha sido también para las empresas. Si nada lo remedia, se perderá un pastizal.

¿Y todo eso, a cambio de qué? Pues de más bien poco. Las llegadas de pateras dejan claro que Marruecos se pasa el pacto por la sobaquera. La vergonzosa traición a los saharuis resulta que no ha servido para nada. Y es ahí donde vuelvo al principio para expresar en voz alta lo que parece más que una sospecha razonable. Muy poco tiempo después de que el gobierno español anunciara su bandazo incomprensible, supimos que el teléfono de Sánchez había sido intervenido con el tristemente célebre programa Pegasus. Los espías, seguramente marroquíes, se llevaron 2,6 gigas de información. Todo cuadra.

Defendamos de verdad la RGI

Tal vez tengamos que copiarlo mil veces: la Renta de Garantía de Ingresos es una herramienta imprescindible para luchar contra las desigualdades y, poniéndolo en términos puramente humanos, para echar un cable a quien lo necesita.

Lo aclaro de saque porque bajo ningún concepto me sumaré al ejército de desinformadores y desinformados de aluvión que pretenden la eliminación monda y lironda de la RGI. Y es justo por eso, porque no estoy dispuesto a hacer el caldo gordo al desgraciadamente creciente número de defensores de los que abogan por terminar con lo que despectivamente llaman paguitas, por lo que también reclamo responsabilidad e inteligencia a quienes apostamos sin duda por este pilar básico de la política social.

Digo responsabilidad e inteligencia, y añado también la honradez necesaria para no ocultar ni disfrazar la realidad. Por supuesto que las personas que no defraudan son abrumadoramente más que las que sí lo hacen. Solo los miserables sostienen lo contrario. Pero cuando se dan casos tan espectaculares como el último, el del ciudadano que creó 62 identidades falsas, las dotó de documentación también falsa de varias instituciones y, en resumen, estafó más de un millón de euros, no cabe solo ponerse a la defensiva. Mucho menos se puede caer en la tentación de minimizar o de quedarse al borde de la justificación, alegando que en otros ámbitos también se defrauda. Como poco, habrá que reconocer la gravedad de los hechos y el fallo evidente de los controles. Aunque quizá ahí nos demos de bruces con quienes directamente instan a no controlar casi nada.

No existe disputa, pero hay que dialogar

Es una de mis escenas favoritas de Aterriza como puedas. La azafata asegura por megafonía que la situación está absolutamente controlada, e inmediatamente después, pregunta si hay alguien a bordo que sepa pilotar un avión. Pues tal cual hizo ayer el parlamentario de EH Bildu Iker Casanova en Euskal Telebista. Preguntado por la gresca cada vez menos disimulable entre diferentes facciones juveniles de la izquierda abertzale, Casanova negó la mayor. “Los jóvenes de la izquierda soberanista no están divididos”, aseveró con contundencia… un segundo antes de hacer un “llamamiento al diálogo y a las vías pacíficas para solucionar los desacuerdos que puedan existir”.

Recapitulando: no hay división, pero sí una disputa que se insta a solventar. Y lo de disputa es precio de amigo, porque según el mismo interlocutor, que un tipo le calentara el morro a otro el otro día en la Parte Vieja de Donostia es un acto muy grave que atiende a “una respuesta agresiva y atacante que han fomentado algunos”. Esos “algunos” son los miembros de la denominada Gazte Koordinadora Sozialista, a los que Casanova sitúa fuera de lo que él llama izquierda soberanista. Aquí es donde se cierra el bucle y se explica la afirmación inicial con una sentencia que no mejoraría Pero Grullo: no hay división ni es una trifulca interna porque los agresores están fuera.

Mientras, en la contraparte, en la de los expulsados del paraíso (que, a su vez, han echado al autor de la agresión) culpan a los oficialistas de Otegi (*), a los que bautizan como Movimiento Socialista. Empezaba citando Aterriza como puedas pero esto, obviamente, es más La vida de Bryan.

(*) Como me han hecho ver algunos lectores, he cometido un error. Los oficialistas no no son el Movimiento Socialista, sino justo los otros. Pido perdón por el error que, por otra, confirma lo de La vida de Bryan… Qué lío