Consumado el abracadabra del Parlament, Borja Churchill, digo Sémper, tuiteaba, no sé si parafraseando al animal político británico o en versión libre del patriota español Méndez Núñez, lo que sigue: “Sin seny y sin honor”. Del adversario ideológico—no diré jamás “enemigo”—, el consejo. Si un dirigente del PP suelta una carga de profundidad así, es porque siente que el gobierno de su partido ha salido airoso de lo que se venía vendiendo como el desafío más grande a España desde que a Don Pelayo le entró un ataque de ciática.
¿Es que nadie tiene ojos y oídos para ver y escuchar el despiporre de los llamados unionistas a cuenta del numerito? ¿Que ahora la pelota está en el tejado de Rajoy? Pues ya han visto al no tan Tancredo agarrarla y ponerse a hacer malabares antes de devolverla de un derechazo al campo del que venía. De saque, una ración de artículo 155, ya veremos si con intención de aplicarlo de verdad o solo para acojonar. Y para redondear su jugada, ha arrastrado de vuelta al redil al PSOE de un Pedro Sánchez tan dócil como antes de ser expulsado del paraíso. Me extraña que nadie haya caído en la cuenta del tremendo pepinazo que supone el acuerdo de los dos partidos turnistas. Se dan seis meses para ver si procede hacer como que se reforma la Constitución, algo que, en todo caso, llevaría lo que queda de legislatura. Resumiendo: el inquilino de Moncloa se ha asegurado que no habrá moción de censura. En el viaje, se ha agenciado unas semanas preciosas durante las que no solo no dialogará, sino que apretará un poco más porque ya ha comprobado que la receta va de cine en su caladero de votos.