Surio, gesto final

Un año más, el discurso de nochebuena del rey español en ETB. Dicen que es el último servicio a la causa del fiel aguador Gunga Din, también conocido como Alberto Surio. Sé que va a parecer sorprendente, pero le presento mis respetos. Es admirable su determinación de morir con las botas puestas defendiendo los principios y los valores por los que le invistieron capataz de Txorilandia. No hay un solo pero que ponerle a su argumentación para volver a atizarnos la parrapla del paquidermicida: coherencia. Si ahora no lo hiciera, estaría reconociendo que no debió hacerlo en todas las demás ocasiones. Parecería, incluso, que estaría pidiendo perdón o buscándose el favor de los que repartan los azucarillos en lo sucesivo. Lejos de ello, como los legionarios que saludaban al César antes de ir a dejarse desollar, ha dado un paso al frente y, sin que nadie se lo pidiera ni se lo vaya a agradecer, se ha colocado en el paredón.

Por sorteo o meritoriaje, me tocaría un puesto en el pelotón de fusilamiento dialéctico, pero renuncio ante el lirismo casi enternecedor que encierra el gesto de Surio. Entiéndaseme, no es que me parezca ni medio bien que la televisión pública vasca vaya de paleta y cortesana, hincándose de hinojos ante el Borbón. Eso me revienta como al que más. Ocurre que, una vez destilada la bilis y comprobado que el alcance real de la afrenta es una minucia, no puedo dejar de apreciar que, por poco que me guste, la decisión se basa en unas convicciones firmes.

Lo valoro más aun cuando compruebo que se ha quedado como el último de Filipinas. Mientras el rancho grande ofrece de un tiempo a esta parte un bochornoso espectáculo de ciabogas, recolocaciones de paquete ideológico, borrado de huellas, afectos mutantes y culos en estampida por su salvación, solo resiste, qué curioso, el de lo más alto del organigrama. Será que la navidad me ablanda, pero yo le encuentro mucho mérito.

La agenda informativa de Surio

El periodista en excedencia que rige los destinos de la llamada radiotelevisión pública vasca dijo el miércoles en el parlamento de Gasteiz que el sanedrín directivo de la cosa se basta y se sobra para decidir la agenda informativa. No hacía falta ser Cal Lightman para notar bajo el soniquete petulante de sus palabras (el gato es mío y hago con él lo que quiero) la escasa convicción que en su fuero interno las respaldaban. Bien sabe Surio que ni él ni ningún otro de sus vecinos de la planta noble del rancho grande marcan nada que no haya sido previamente bendecido por quienes los pusieron de guardeses. Otra cosa es que, como la mayor parte del repertorio de consignas está perfectamente interiorizado y se conocen al dedillo los gustos del señorito, no sea necesario llamar todos los días para preguntar con qué se llenan los teleberris. Para facilitar la tarea y evitar versos sueltos, como es sabido, hay resoluciones parlamentarias que indican de qué se puede hablar y de qué no.

Lo que es noticia

Estaba de más, pues, esa lección de periodismo que, por añadidura, tampoco se ajustaba al manual. Nos llevaría a muchas discusiones deontológicas establecer quién impone la agenda informativa de un medio o un grupo de comunicación privado. En uno público, sin embargo, no hay la menor duda: es la propia actualidad, tamizada por el criterio profesional honrado, la que sitúa en las escaletas los acontecimientos dignos de ser contados. Cabe el error en la valoración (yo me acuerdo de mis ancestros cuando me doy cuenta de que he ordenado mal el material o me he comido noticias del tamaño de una catedral), pero no es de recibo la censura arbitraria, que es lo que se viene practicando respecto al caso Urchueguía en EITB.

Estoy absolutamente convencido de que si preguntáramos a cien profesionales del ente, incluidos editores y directores de programa, la inmensa mayoría vería noticiables los detalles que se han ido conociendo sobre las andanzas de la Delegada del Gobierno López en Chile y Perú. Quienes vacilaran al primer bote porque parecía cosa de un determinado grupo de comunicación -recelo comprensible-, lo tendrían claro cuando el asunto llegó a dos instituciones: el ayuntamiento de Lasarte-Oria y el propio Parlamento vasco, en la inolvidable sesión en que el lehendakari repartió estopa a mansalva. Lo uno y lo otro daban, como poco, para cuarenta segundos con o sin corte de voz, aunque fuera, según la costumbre, tras dos minutos dedicados a Lady Ga-Ga o al campeonato de tiro de rana de Bollullos del Condado.

Periodista en excedencia

Se repite el modus operandi conocido, a punto ya de constituirse en ritual y tradición. El Grupo amigo, de donde hace dos años sólo salían sapos y culebras hacía el allí bautizado caserío electrónico, se convierte en confesionario y ofrece sus páginas para que uno de los atribulados oficiales del rancho grande -esta vez, el de más alta graduación- se enjugue las lágrimas por el penúltimo fracaso. Poca cosa, sólo la mayor caída de audiencia de toda la historia del ente público. De nada sirve que las preguntas sean -sería injusto no reconocerlo- directas y algunas, incluso, a la yugular. Las respuestas son invariablemente despejes a córner, excusas de pésimo pagador y milongas entonadas sin gran convicción. Dice, por ejemplo, que no todo es malo, que en la radio hay buenas noticias. Sí, claro, 60.000 oyentes menos en Radio Euskadi, a descontar de los otros tantos ya evaporados en la medición anterior, son un triunfo. Lo más tremendo, me temo, es que, en su profundo desconocimiento de los medios audiovisuales y en su conmovedora necesidad de aferrarse a cualquier clavo ardiendo, se cree esa lectura que le ha hecho el pelota o el entusiasta de turno.

Un pie de foto

No me detengo ahí. Tampoco en el cansino pretexto de la campaña orquestada. Ni en el insulto velado que supone decir de la plantilla que dirige que “la mayoría son muy buenos profesionales”. Si algo me ha llamado la atención del último desfogue en Casa Vocento del actual responsable de EITB es un pie de foto. La imagen lo mostraba junto a una cámara de televisión, como si estuviera enfocando a los lectores. Involuntariamente revelador, el texto explicatorio rezaba: “Al otro lado. Surio, periodista en excedencia, dirige desde hace año y medio al millar de empleados de EITB”.

Periodista en excedencia. He ahí el quid de la cuestión. Como el difunto Balduino de Bélgica abdicó temporalmente de su trono para no tener que firmar una ley sobre el aborto que chocaba con su moral, Alberto Surio dejó en suspenso su condición de profesional de la información cuando fue llamado a regir los destinos de la radio televisión pública. Respeto esa decisión personal, pero no puedo evitar que me provoque una gran melancolía. Me cuento entre los que celebraron sinceramente su nombramiento… y entre los que más tardaron en caerse del guindo cuando empezó a tomar decisiones que no cuadraban con lo que se esperaba. No quiero hacerme trampas retrospectivas: sigo pensando que Alberto Surio fue un grandísimo periodista. Ojalá vuelva a serlo pronto.