Ni la Dukan, ni la del iris, ni la de la piña. La auténtica dieta milagrosa, que a diferencia de las anteriores no sirve para adelgazar sino para echar michelines económicos, es la del culo y las sillas. Consiste en aposentar el primero en tantas de las segundas como se sea capaz al mismo tiempo. No vale, claro, cualquier taburete, banqueta o escañil. Deben ser nobles asientos de Consejo de Administración de empresas públicas o parapúblicas. Por lo mismo, tampoco sirve un trasero corriente y moliente de currela, pensionista o parado. Han de ser genuinas nalgas de político o política, con la justa distribución de magro y grasa que las hace especialmente idóneas para sentadas de larga duración. Es la combinación de ambos factores la que arrojará resultados espectaculares.
Si buscan pruebas de la efectividad, pregunten en Navarra, donde el método está haciendo furor, a tal punto, que hay quien propugna que se le conceda rango de foralidad. Hay motivo. Que se sepa, por lo menos tres prohombres del Viejo Reyno —Miguel Sanz, Álvaro Miranda y Enrique Maya— y una promujer —Yolanda Barcina— han visto cómo sus cuentas corrientes han engordado un congo gracias a una disciplinada realización de los ejercicios propuestos.
No crean que hablamos de calderilla. Sólo por dejar que sus posaderas acaricien de tanto en tanto el cuero de los sillones del Consejo de Administración de la Caja de Ahorros de Navarra, las egregias personalidades citadas se han levantado una media de 60.000 euros anuales. A sumar, por supuesto, a los jugosos emolumentos que cobran por sus respectivas actividades… y otras pedreas que, de momento, permanecen en la oscuridad.
¿Que si es legal? Mejor todavía: es “totalmente ético”, en palabras ofendidas por la duda del plusdietista Miranda, que aun añade: “Yo soy un trabajador. Ser político no significa que no tenga que llevar un sueldo a casa todos los meses”. Lloren.