Premios malditos

Casi desde que nacieron, los premios Euskadi de Literatura parecen estar destinados a ser piedra o, como poco, chinita de escándalo. Cada concesión ha ido acompañada de su pequeña o mediana bronca. Tengo escuchadas frente a mis narices las amargas quejas de un par de autores que clamaban haber sido víctimas de vergonzantes maniobras de los jurados y ponían por testigo a las musas de que jamás volverían a presentarse. Luego —el ego es el ego— volvían a intentarlo en la siguiente convocatoria porque alguien les soplaba a la oreja que esta vez estaba fulanito o menganito en el comité de selección. Si algo me hace confiar en la normalización de nuestras letras es que manifiestan parecido juego de filias, fobias y camarillas al que se da en cualquier tradición literaria más asentada en el tiempo y/o con una comunidad lectora mayor.

En los años finales del anterior Departamento de Cultura, la cosa degeneró un poco más. Varios de los escritores y escritoras de más renombre que tenemos le pusieron proa a unos galardones en los que veían exceso de mamoneo. Eso los descafeinó y, de propina, nos sembró la eterna duda de si los ganadores lo habían sido por incomparecencia de los otros o por el valor de su obra. La situación no mejoró mucho con la entrada de la dupla Urgell-Rivera. La ceremonia de los primeros Euskadi bajo su mandato queda en los anales como uno de los saraos que mayor vergüenza ajena han producido en los asistentes. Contado a este humilde cronista por tirios y troyanos.

Había, pues, pocas posibilidades de redención. La concesión del premio a alguien cuyo talento, calidad y prestigio está fuera de dudas (resentidos de ateneo de pueblo al margen) era una oportunidad para devolver lustre a un certamen que agonizaba. De nuevo, a los mariachis de López se les ha encogido el codo. Han preferido mirar a Joseba Sarrionandia con ojos de gendarme. Tal vez eso valía en 1985. En 2011, no.

El informe Urgell

Si me pongo a hacer cuentas, seguro que me salen en un tris más de 150 amigos, conocidos o simplemente colegas del gremio que en los últimos dos años han acabado en la puñetera calle y ahí andan muriéndose del asco y sintiéndose juguetes rotos. También ellas y ellos vivían a la sombra del txori, con la peculiaridad de que en sus nóminas y en sus finiquitos de risa el sello y la razón social que figuraban eran los de cualquiera de las productoras que en el mismo viaje se han quedado al pairo en estos veintipico meses funestos. Los cito porque en estos tiempos en que cada cual bastante tiene con preocuparse por su culo, la sangría incesante ha fluido -y sigue fluyendo- en un silencio que debería parecernos atronador si nos quedara conciencia.

En la búsqueda de culpables de este crimen casi perfecto podría conformarme con la explicación más fácil y cargar todo el mochuelo en las resbaladizas espaldas de la escuadrilla de exterminadores y/o baldragas de la comunicación que operan desde la planta noble del rancho grande. Su lista de fechorías y disparates es, efectivamente, ancha, profunda y escandalosamente evidente. El letal combinado de ignorancia y mala intención que guía sus acciones ha tenido mucho que ver en el cruel desmantelamiento del sector audiovisual vasco que, dicho sea de paso, jamás fue exactamente Hollywood. Pero, salvo que nos pongamos anteojeras, no podemos atribuir el estropicio en exclusiva a los grisparduzcos gestores actuales de EITB.

Sólo hay que alejar la vista del ombligo público y parapúblico para comprobar que esto de contar cosas o entretener al personal se está poniendo imposible. Hasta los abusones del barrio se hincan de rodillas y lanzan por la ventana toneladas de carne de plumífero. Los únicos medios libres de ERE son los que ya han cerrado.

La moraleja de este cuento de terror inspirado por el Informe Urgell se la dejo a ustedes. A ver si la encuentran.

Gruponoticitis aguda

En Nueva Lakua empieza a cobrar dimensiones de epidemia una peculiar urticaria que cursa en los afectados, no ya tras la ingesta o el contacto, sino con la simple mención de cualquiera de los cuatro diarios del Grupo Noticias o de su emisora, Onda Vasca. La dolencia, que podríamos bautizar como gruponoticitis, es del conocimiento, como poco, del médico que atiende a la consejera de Cultura, Blanca Urgell. De hecho, fue la propia interesada la que contó, haciendo uno de esos chistes para los que está tan escasamente dotada, que el galeno le había prescrito abstenerse tanto de la lectura de los tóxicos periódicos como de la audición de la altamente nociva radio. Es de imaginar que, a modo de tratamiento compensatorio, se le recomendase atiborrarse de dulces grageas de las farmacias comunicadoras amigas.

Aunque aún no parece tenerla diagnosticada (en casa del herrero, ya saben), el titular de Sanidad, Rafael Bengoa, manifiesta alguno de los síntomas de la patología, mayormente, una oclusión selectiva de las vías informativas. Quedó patente anteayer, cuando ante la queja de una representante del PNV por no recibir de su departamento la documentación que se facilita a otros grupos, el aludido se defendió así: “¿Qué me haría pensar que si nosotros les enviamos este documento una semana antes, no aparece una noticia negativa en su periódico favorito dos días antes?”

Como se ve, el trastorno lleva aparejados un ensanchamiento del morro y un endurecimiento del rostro de considerables proporciones. Con un par, el titular de una cartera gubernamental se jacta en sede parlamentaria de dar o quitar la información según le sale de la sobaquera. Para los mansos y adictos, grifo abierto; a los que le alborotan el patio, ni las raspas. Lo tremendo es que ese principio rige en todas y cada una de las ventanillas del ejecutivo López. Ni caso. A pesar de su gruponoticitis aguda, seguiremos informando