Una moción ¿fracasada?

La moción de censura contra Yolanda Barcina que se sustanciará el próximo jueves en el Parlamento navarro está condenada al fracaso. Un momento… ¿Fracaso? ¿Es esa la palabra más adecuada para nombrar lo que ocurrirá en virtud de la inflexible aritmética y del tembleque de piernas del PSN? Se me antoja excesiva. De hecho, aunque técnicamente lo sea, ni siquiera hablaría de derrota. Simplemente diría —o diré cuando ocurra— que no ha prosperado o que ha sido rechazada. Incluso, que no ha visto cumplido su objetivo, si por tal entendemos el relevo de la presidenta, pero en ningún caso que ha resultado inútil.

Cuando el marcador de la cámara certifique, tozudo, la continuidad de Barcina y los medios afines lo vendan como la victoria de San Jorge frente al dragón, tal vez cunda la sensación de que se ha hecho un pan con unas tortas. Se dirá, seguro, que para este viaje no hacían falta alforjas y que la Doña ha recibido un balón de oxígeno cuando más lo necesitaba y, encima, de quienes menos cabía esperarlo. Quizá eso no sea del todo falso, pero aparte de que tal alivio efímero le va a servir de bien poco a la cada vez más cercada escapista, quedarán sobre el tapete, amén del autorretaro de cada formación, un puñado de aprendizajes valiosos de cara a un futuro nuevo intento.

Ojalá el primero de ellos sea que la oposición —dejo en el limbo o en el purgatorio al PSN, que no es ni carne ni pescado— se olvide por un rato de las siglas y de las cuentas pendientes. Eso incluye la renuncia a la tentación, por golosa que sea, de aparecer individualmente como líderes o motores de la demanda de cambio. Ya llegará el momento de pelearse por los votos. Si de verdad la meta común es que eso suceda cuanto antes, si no estamos una vez más frente a poses para ir acumulando puntos, ahora se trata de ir todos a una. Comprenderlo equivale a que, aunque no prospere, la moción del jueves no sea una fracaso.

La metamorfosis de López

Eterna disyuntiva: ¿Qué tipo de gobernante puede ser más nocivo para su pueblo, un necio o un malvado? Hay una trampa en el planteamiento o, cuando menos, un hecho que se pasa por alto. La necedad, la incapacidad y/o la ineptitud conducen casi inevitablemente a la maldad. Es puro instinto de supervivencia y cualquiera que haya tenido el infortunio de compartir días o espacio vital con alguien carente de luces lo ha podido padecer. Acorralados por su propia incompetencia, muchos nulos que pasaban por entrañables patosos incapaces de matar una mosca terminan metamorfoseándose en implacables máquinas de hacer daño con mayor poder destructivo que cualquier perverso de cuna. Es más que una evidencia que López, el ente humano gris que pasó de no ser nada en esta vida a primera autoridad de la Comunidad autónoma vasca, ha mudado ya de inofensiva oruga a siniestra polilla dispuesta a vengarse de quienes han puesto ante sus ojos el espejo en que no ha tenido más remedio que reconocerse.

Y salió del capullo…

Es posible que la eclosión tuviera lugar antes, pero fue el pasado viernes cuando se manifestó en todo su esplendor. Una simple pregunta, ni más ni menos jodida de despachar que las decenas que se despejan a córner en las generalmente inanes sesiones de control parlamentario al Gobierno, fue el detonante de la performance. “¿Considera idóneas las actuaciones en Somoto de la Delegada de su gobierno en Chile, Ana Urchueguía?”, preguntó, coma arriba o abajo, el representante del PNV, Andoni Ortuzar. Mira que hay fintas en el repertorio de salidas por la tangente. Pero no. Contra la costumbre y la prudencia, López saltó a degüello y siguiendo un libreto que, una vez más, le habían escrito esos amigos que le hacen no necesitar enemigos, se lió a trompadas dialécticas con el mensajero, o sea, el Grupo Noticias en general y Xabier Lapitz en particular.

Les ahorro la descripción del momentazo de ira, porque se habrán aburrido de leer los detalles en estas páginas o de escucharlos en Onda Vasca. Me quedo sólo con el retrato. ¿El de alguien que mentía, como se subrayaba en los titulares de ayer? Eso me parece secundario o, más bien, complementario de lo sustancial. Al ponerse como una hidra para defender a quien él sabe positivamente que, con o sin ilícitos penales, abochorna con su proceder a su propio partido, el hijo de Lalo se limitó a mostrarse tal cual es. En su furia infantiloide, emergió el chisgarabís, la inframedianía, el petate lleno a partes iguales de carencias y aire que, ¡ay!, nos gobierna.