¿La sociedad es la culpable?

Se nos da fatal evitar los asesinatos machistas. Sin embargo, a la hora de la condena, no hay quien nos gane. Sentidas concentraciones con velas encendidas y carteles tamaño folio con los lemas mejor intencionados y lazos del color que toque. Contundentes declaraciones institucionales que incluyen de serie la palabra “lacra”, la letanía “la más enérgica repulsa” y toda la cacharrería dialéctica en la que lo único que cambia es el nombre de la víctima. Y como eso no debe de ser suficiente, los mismos políticos que las han firmado salen al encuentro de alcachofas y cámaras ante las que espolvorear las manidas frases que componen el repertorio hueco del rechazo. Por fortuna para quienes las pronuncian, las escuchamos como un tarareo, sin prestar atención a su contenido.

Sabiendo que piso un terreno muy delicado, por una vez me gustaría pasar la moviola a algunas de esas palabras que, incluso quedando escritas o siendo reproducidas mil veces en los medios, se acaba llevando el viento. Anteayer, tras la detención del presunto autor del crimen de Tolosa, y a la vista de su edad —26 años—, el alcalde de la villa gipuzkoana, Ibai Iriarte, dijo en Onda Vasca que “algo estamos haciendo mal como sociedad cuando los jóvenes educados en la igualdad siguen cometiendo asesinatos machistas”. Luego, en declaraciones a otros medios, empleó una fórmula similar, aunque con un matiz que ampliaba el sentido inicial: “Como sociedad estamos haciendo algo mal, porque no hay más que ver la cantidad de mujeres asesinadas, un día sí y casi otro también, que tenemos encima de la mesa”.

Me consta la buena voluntad que hay tras esas reflexiones en voz alta, pero no puedo dejar de preguntarme y de preguntarles a ustedes si el diagnóstico es correcto. ¿Fue “la sociedad” la que rebanó el cuello a María Caridad de los Ángeles? Me temo que no. Fue un individuo concreto en y con unas circunstancias muy concretas.

Tocando las mociones

Ya está el PP tocando las mociones. Es algo superior a sus fuerzas. En cuanto los basagóiticos ven tres centímetros cuadrados de barro institucional para retozar y salpicar a los demás, allá que se van en plancha. Siempre, eso sí, vestidos de domingo y levantando el mentón para aparentar una dignidad y una altura de miras tan auténticas como una moneda de tres euros. Qué foto, la de Cristina Ruiz, la concejala ignota para el ochenta por ciento de sus votantes, mostrando a cámara con pose belenestebesca el papel para hacerles la prueba del algodón dizque democrático a los cargos recién electos de Bildu.

Si quieren ser acogidos a sagrado legal, los nuevos ediles y junteros de la formación sacada del purgatorio in extremis por el Constitucional deberán rezar en voz alta y clara la nueva versión del Yo, pecador escrita con plumas de gaviota. Y no vale una contrición general murmurada en plan letanía. Deben especificar que condenan, rechazan, reprueban, refutan y hasta repelen todos y cada uno de los 857 atentados que a saber qué contable le ha inventariado a ETA. Nada se dice sobre que tengan que hacerlo en posición de decúbito prono, por lo menos, en primera instancia. Si pasaran por el aro, se estudiará imponerles una reválida consistente en hacerles repetir la oración con acompañamiento de flagelo. En pelotas, por supuesto.

Una vez más, una peli que ya hemos visto y que, por eso mismo, sabemos que nunca termina bien. De hecho, es lo que buscan los que la han repuesto en la cartelera: que volvamos a enredarnos en el viejo pressing-catch y renunciemos a protagonizar el futuro que tocamos ya con la yema de los dedos. Sencillamente, no les gusta el papel que tienen reservado en ese porvenir. Contra ETA -una ETA creada a imagen y semejanza de sus intereses- viven mejor. Y, mate o no mate, extorsione o no extorsione, exista o no exista, la seguirán estirando por los siglos de los siglos.

Un rechazo inequívoco

Un tiroteo entre miembros de ETA y gendarmes franceses era una situación absolutamente previsible. De hecho, el del sábado no fue el primero y, desgraciadamente, hay boletos para que no sea el último. ¿Nadie había contemplado esa posibilidad y tenía preparada una respuesta instantánea para el caso de que se produjese? A juzgar por cómo se han desarrollado los acontecimientos, parece que no. La reacción en dos tiempos de Bildu, que todo el mundo sabe que es la liebre a seguir en este minuto del partido, careció de la contundencia necesaria en momentos como los que estamos, donde el lenguaje debe ser directo y sin ambages. La de la izquierda abertzale tradicional, impecable en sus términos –aunque seguirá sin ser suficiente para algunos-, se hizo esperar demasiado.

No se debe dejar el mínimo resquicio para la duda en el rechazo. Primero, porque la acción es rechazable de saque y sin otras consideraciones. Segundo, porque la famosa lupa de Rubalcaba y Ares no es doble sino séxtuple y el terreno de juego está plagado de piernas dispuestas a zancadillear cualquier avance a la normalización. Los zapadores del ‘no’ aprovecharán la menor oportunidad para lanzarse a degüello, y la prueba está en la primera página de El Mundo de ayer, que titulaba a todo trapo y con indisimulada felicidad “El alto el fuego de ETA permite tirotear gendarmes, según Bildu”. Una vileza y una absoluta patraña, totalmente de acuerdo, pero facilitada en alguna medida por los hilvanes que quedaron sueltos en la declaración sobre el tiroteo.

Dos varas de medir

Tienen toda la razón Pello Urizar y Oskar Matute al denunciar la injusticia que supone pedir a Bildu (o a Sortu) lo que no se pide a nadie más. Pero ninguno de los dos nació ayer. Saben que esa doble vara va a acompañar cada uno de sus pasos y que su camino va a estar lleno no ya de golpes bajos, sino directamente subterráneos. Muchas de esas tarascadas serán imposibles de prever, pero esta, la de la reacción frente a una acción violenta de ETA -aunque fuera en un encontronazo policial-, era un fijo en la quiniela.

Y no se trata sólo de cerrar las bocas de quienes se afanan por hacer naufragar la construcción de un escenario sin ETA porque no les conviene. En el lado que trabaja por hacerlo realidad hay miles de personas que han empeñado su palabra a favor de la sinceridad del discurso actual de la izquierda abertzale ilegalizada. Su convicción se vería reforzada definitivamente por unas palabras de rechazo sincero e inequívoco. El futuro aparecería más despejado.