En la primera parte de la pandemia, fueron las pomposas conferencias de presidentes autonómicos. En la segunda están siendo las reuniones del Consejo Interterritorial de Salud. Las maravillosas intenciones nominales de tomar decisiones consensuadas se quedan, cada vez con mayor frustración y hartazgo para las autoridades locales, en un dedazo desde Moncloa. Si repasamos el histórico, comprobaremos que el gobierno español ha venido haciendo de su capa un sayo y, para más inri, vendiendo la mercancía averiada de la cogobernanza. Lo ocurrido en el último encuentro, donde el rodillo se aplicó incluso cuando Euskadi no participó ni en el debate ni en la votación, fue especialmente escandaloso. Ante medidas que, además de no tener sentido sanitario en nuestro entorno, invaden competencias de hoz y coz, la única respuesta que cabía era la desobediencia. Por eso celebro el puñetazo encima de la mesa del lehendakari. Después de meses de ejercicios de contención sin límites para no embarrar el campo, Iñigo Urkullu ha anunciado que lo aprobado el miércoles en el presunto órgano colegiado no será de aplicación en los tres territorios de la Comunidad Autónoma. Durante las próximas tres semanas seguirán vigentes las disposiciones que aprobó el LABI el lunes. La hoja de ruta, por lo tanto, será el Plan Biziberri. El riesgo, mucho me temo, es que los sectores descontentos acudirán raudos y veloces al Superior de Justicia con los resultados que ya imaginamos porque hay un puñado de precedentes. Con todo, merece la pena asumirlo al tiempo que se manda un mensaje a Pedro Sánchez. Esta vez el maltrato del socio leal sí tiene un precio.
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Hasta el 8 de abril…
Moneda al aire. Cara, el gobierno español no dificulta el desarme y se limita a soltar la media docena de pejigueradas de costumbre. Cruz, Rajoy y Zoido se vienen arriba y mandan unos geos disfrazados de lagarterana a desbaratarlo. Ahora mismo, todo está al 50 por ciento. Estoy por jurar, de hecho, que el inquilino de Moncloa no tiene decidido nada al respecto. Como casi siempre, dejará que salga el sol por Antequera. O, vaya, por Baiona, Biarritz, Luhuso o donde cuadre. ¡Si pueden ocurrir cosas entre hoy y el 8 de abril, día de San Agabo Profeta!
Eso es lo malo. El anuncio se ha hecho con mucho tiempo de antelación. Demasiado, teniendo en cuenta la vocación de prima donna que gasta el personal. Esto apunta a show con codazos para repartirse el protagonismo. Tonto el último en salir a la palestra y vender su moto a la parroquia oportuna. Y cuidado si no acabamos sacando a hombros a ETA entre vivas a la madre que la parió por su bondad infinita. ¿Exagero? Estos ojos que han de comerse la tierra ya han visto entrecomillada una gloriosa frase de Arnaldo Otegi: “El desarme es un acto de desobediencia y de soberanía popular”. Joder con el relato. Unos no han empezado a escribirlo y otros van por el vigésimo tomo.
Pero cualquiera dice nada, que enseguida te sale el que llevaba fierro bajo el sobaco a cascarte por enemigo de la paz. Por si quedan dudas, reitero mis ganas infinitas de que se proceda a lo que llevamos cinco años y pico esperando. Sí, eso que se va a producir, fanfarria arriba o abajo, exactamente en los términos en que se decía que era imposible, con la entrega de una lista y cuatro quincallas.