Good morning, Wisconsin

Creo que fue en la segunda victoria de Obama, comicios arriba o abajo, cuando aprendimos a pontificar como si tuviéramos cuatro doctorados en politología que quien se lleva Ohio se lleva todo. Desde entonces, cada madrugada electoral yanki ha ido creciendo en paletismo mal barnizado. Ahora ya los cuñados recalcitrantes te sueltan con soniquete de letanía que la clave está en Wisconsin, que no hay que perder de vista Georgia o que mucho ojito con Pensilvania. Claro que mis bodoques favoritos de las últimas horas son los que, tras leer un titular de la edición digital de El País, enarcan una ceja y regurgitan que todo se juega en “el cinturón del óxido”, como si fueran capaces de distinguir tal cosa de una onza de chocolate.

Y luego, para triple cum laude, los que te avanzan lo que sin duda va a pasar después de haber pifiado groseramente cada pronóstico. Los mismos que vaticinaron que esta vez no habría sustos y Biden se anotaría una victoria indiscutible y por goleada hicieron la ciaboga en un segundo para dar por seguro el triunfo de Trump, qué putada, mi brigada. Ventajistas sin freno, en cuanto cambiaron los números en alguno de los estados arriba mentados, volvieron a virar para anunciar que el candidato demócrata será el próximo inquilino de la Casa Blanca. A lo que yo solo añadiré: ojalá.

¿Hacia otro ‘Trumpazo’?

Cómo pasa el tiempo con y sin pandemia. En Estados Unidos ya ha transcurrido casi un ciclo electoral completo. O sea, cuatro años menos un mes de vellón desde que el lunático (le hago precio de ganga) Donald Trump ganó los comicios presidenciales del que sigue siendo país más poderoso del planeta. Tanto como apelamos a la memoria, sería bueno no olvidar que aquella funesta noche de noviembre de 2016 ocurrió lo que toda suerte de listos listísimos aseguraban que era imposible que ocurriera. Hasta la misma víspera del Trumpazo, los más reputados analistas de dentro y fuera del imperio daban por segura la victoria de Hillary Clinton, incluso aunque buena parte de las encuestas más serias y el puro sentido común apuntaban exactamente lo contrario. Qué más daba: ya desde que el fulano se presentó a las primarias del Partido Republicano, idénticos visionarios habían ido pronosticando que jamás llegaría a ser proclamado candidato.

Algo se podía haber aprendido de aquel letal dominó de vaticinios fallidos, pero parece que no ha sido así. A un mes de la cita con las urnas, el equipo profético habitual anuncia la derrota del siniestro Trump a manos del decrépito Joe Biden. ¿Apoyándose en qué argumentos? En que tiene que ser así y como refuerzo de última hora, en el positivo en coronavirus de Trump. Nivelazo.