A la hora en la que tecleo, sigue sin aparecer el presidente del gobierno español en funciones y secretario general del PSOE para decir esta es boca es mía ante la demoledora sentencia de los ERE andaluces. Ahí es nada, un expresidente de la Junta enviado al trullo para seis años, otro inhabilitado por casi un decenio y un quintal de cargos públicos con carné socialista emplumados a modo por haberse pulido un pastizal en comprar voluntades, sustancias estupefacientes y sexo a granel. Cumpliendo una costumbre ya inveterada, Pedro Sánchez ha mandado a comerse el marrón a su fiel escudero José Luis Ábalos, experto en despejes a córner, digodiegos y, como ha sido el caso, frasezuelas de argumentario.
Pese a la barba y la voz grave, el número dos del PSOE parecía un remedo muy logrado de María Dolores de Cospedal explicando que la mangancia de sus conmilitones había sido en diferido y en régimen de simulación. Cómo de blindados hay que tenerlos para tratar de convencer a la concurrencia de que en el ránking de las corrupciones esta no es de Champions League porque los fulanos que la cometieron no se llevaron un euro a casa.
Resultaría medianamente creíble el intento del estajanovista de la portavocía, si no fuera por los denodados esfuerzos en poner distancia con los condenados, subrayando por triplicado que ya ni siquiera son militantes del partido. Estamos a un cuarto de hora de que sean “esas personas de las que usted me habla”. Y para que el paralelismo vergonzoso pero altamente revelador sea perfecto, el PP enmerdado hasta las cartolas, poniendo el grito en el cielo y exigiendo dimisiones. ¿Reímos o lloramos?
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Perder es ganar
El serbio Vujadin Boskov, entrenador de aquel Madrid al que la Real le chuleó dos ligas, dejó una frase para las antologías de las verdades esféricas. Cuando palmaba, cosa no infrecuente, decía: “Fútbol es fútbol”. Viendo lo ocurrido en las urnas andaluzas, la sentencia es perfectamente versionable: “Política es política”. Sin embargo, no cabría adaptar de ningún modo otra de las máximas del técnico balcánico, la que sostiene que “Ganar es mejor que empatar y empatar es mejor que perder”. Que se lo pregunten a Pirro Arenas, que salió al balcón a levantar los brazos por una victoria todo lo histórica que él quiera pero, a la hora de la verdad, absolutamente inútil… salvo deriva extremeña de Izquierda Unida.
La paradoja —de la subespecie parajoda, concretamente— se percibe con más nitidez en la acera contraria. MacGuiver Griñán perdió respecto a los últimos comicios 650.000 votos, nueve escaños y otros tantos puntos porcentuales. Eso es un hostiazo de escándalo, digno de pelotón de fusilamiento aparatero y congreso refundacional al amanecer. Pero como quiera que sus peras, sumadas a las manzanas de IU, hacen un frutero mayor que el del PP, lo que cumplía todos los requisitos para ser una noche de lágrimas negras sociatas se convirtió en guateque por bulerías. Volviendo al símil futbolero, a mi me recordó a aquel año (no hace tanto) que el Athletic se salvó del descenso en la última jornada de liga y se estuvo a un tris de sacar la gabarra para celebrarlo.
La onda expansiva del jolgorio cruzó la península de sur a norte y a primera hora de la mañana se pudo ver a Patxi López con un cucurucho de cartón en la cabeza y un matasuegras entre los dientes. En un desayuno informativo en que pidió que le sirvieran tigre, el cuñado de Melchor Gil se refirió a Griñán como “el ganador indiscutible de las elecciones andaluzas”. Vayan tentándose las ropas, que este espera repetir la faena.