Montoro rescata a Monedero

Aunque al primer bote parezca exactamente lo contrario, Montoro y la desorejada prensa cavernaria le están rindiendo un notable servicio al (no sé si) atribulado número tres de Podemos, Juan Carlos Monedero. En el caso del ministro de la voz de flauta travesara desafinada, su grosera persecución, pura inquisición basada en el desvergonzado uso de recursos públicos para fines propios, está proporcionando una perfecta vía de salida a unos cuantos que ya se veían en la tesitura de tener que afear la conducta a quien no se atreven. Para llorar un río con un ojo y descogorciarse de la risa con el otro, esas columnas o intervenciones tertulieras de los progres de guardia bajo la tesis “Igual lo de Monedero está algo feo, pero lo de Montoro es peor, ¡ande va a parar! ”.

En lo que toca a los medios del ultramonte, la paradójica ayuda al rey Midas de la asesoría internacional consiste en echar sobre los datos ciertos toneladas de toscas exageraciones o, directamente, burdas mentiras. El resultado es que todo lo que hay de verdad en el asunto, que es mucho y bastante gordo, acaba diluyéndose entre la ponzoña baratera y malintencionada o, simplemente, siendo indistinguible del cúmulo de calumnias y fantasías animadas.

Obviamente, ni San Cristóbal el vengador ni los plumíferos diestros pretenden ese efecto. Simplemente se dirigen a su parroquia, capaz de creer a pies juntillas, si es menester, que el toro que mató a Manolete pertenecía al Círculo de Podemos en Linares. Y mientras tanto, el protagonista de la vaina, que es un tipo de astucia probada, sonríe pensando que de esta también sale bien librado.

Sánchez en Telecolorín

Ken Sánchez en Sálvame, jodó petaca con el aspirante a Mateo Renzi cañí. La perplejidad da paso a la vergüenza ajena, que abre camino al choteo, para volver al punto de partida, o sea, al estupor, que aumenta al enterarse de que el mismo día que piticlineó a Jorge Javier iba a salir en El hormiguero, ese programa en el que los invitados se dejan mear encima de su dignidad sin perder la sonrisa. Pobres gurús de la comunicación política. Hasta no hace mucho, les bastaba con saber si una corbata verde rentaba más votos que una azul. Ahora tienen que escrutar la parrilla televisiva al milímetro en busca de nuevas lonjas donde subastar la mercancía. Y ahí no caben remilgos, pues vale igual la papeleta de alguien que se sabe todo Marcuse en alemán que la de quien se nutre intelectualmente del Hola o el Diez Minutos. Poniéndonos prácticos, estos últimos son más en número y en permeabilidad a los mensajes. Si tragan con Belén Esteban o Amador Nosequé, cómo no van a hacerlo con ese chico guapísimo de las camisas blancas tan bien planchadas.

¿Está usted menospreciando al pueblo llano desde su superioridad moral, don columnista sabiondo? Ni de lejos. Tengo escrito varias veces, y sin ánimo de ironizar aunque lo parezca, que los programas del hígado y el famoseo son infinitamente más honestos que cualquiera de esos espacios de supuesto debate político con profundidad de pozo séptico. En uno de estos vi el otro día al tal Monedero en condescendiente y ruborizante plática a pantalla dividida con la exnovia de Pujol Junior. Parecía aquello Hable con ella, pero en Twitter, oigan, ni media chanza al respecto.