Venimos de tal páramo en materia de consensos en la demarcación autonómica, que hemos celebrado el acuerdo de PNV y PSE con Elkarrekin Podemos para la ley antipandemias como si se hubiera ganado la Champions League. Y no seré yo el que enfríe la algarabía, porque, efectivamente, menos es nada y se trata de una buena noticia, pero tampoco veo motivos para sacar las serpentinas y montar la conga de Jalisco. Mucho menos, para meternos en ensoñaciones sobre la cantidad de pactos entre los partidos de gobierno y los rojimorados que se otean en el horizonte. Ya dijo ayer Miren Gorrotxategi en la radio pública que esto no es el principio de ningún matrimonio. De hecho, si vamos a los fundamentos que han permitido el apoyo de su formación a esta ley en concreto, nos sobran motivos para disimular una sonrisa cínica. Manda muchos bemoles que su firma haya sido a cambio de ser condescendientes con los insolidarios incumplidores recalcitrantes de las normas. Eso nos indica la escasez —por no decir inexistencia— deargumentos para el rechazo. Pero, claro, quedaba mal, especialmente ante la parroquia propia, que pareciera que se aceptaba del punto a la cruz la propuesta de la pérfida mayoría de gobierno. Así que había que buscar un punto de fricción para luego dar la apariencia de que se había llevado a la otra parte al huerto. Démoslo por bueno si el resultado es que la foto de la aprobación vaya más allá de la mayoría absoluta aritmética. Al fin y al cabo, por parte de Elkarrekin Podemos es una demostración de altura de miras que ni está ni se espera en el grupo mayoritario de la oposición en el Parlamento vasco.