La curva se revuelve

Aquí estamos, otra vez con cara de pasmo viendo cómo la curva se da la vuelta de nuevo y emprende la subida que no esperábamos. O que no queríamos esperar. ¿Cómo ha sido posible? Vistos los peledengues al bicho con cuernos, toro. Vamos, que no hace falta tener un máster en epidemiología para intuir que todo viene, una vez más, de haber querido correr más de la cuenta, del exceso de confianza y, en fin, de la condición humana, que tiende al autoengaño. Creo que nadie lo ha explicado mejor que el exconsejero de Salud de Navarra Fernando Domínguez. Decía el doctor en un tuit memorable que se han cancelado las fiestas patronales, pero que el gobierno foral permite comidas populares de hasta 150 personas, prolonga el horario de cierre de las discotecas hasta la cuatro de la madrugada y deja que se celebren encierros y suelta de vaquillas. ¿Quién se va a creer que no son fiestas? Ah, no claro, que dicen los doctores Tragacanto citando estudios de conveniencia que el peligro no está en las farras, sino en el laburo. Supongo que por eso se ha dado el brutal reventón de positivos de Hernani, cuyo alcalde reclama ahora un cribado masivo.

Por lo demás, poniendo la lupa a los datos (y esto también desmiente a los listillos), resulta que mientras los del babyboom a los que el ministro Escrivá nos va a crucificar ofrecemos cifras razonables, los menores de cuarenta y no digamos los de veinte muestran incidencias de escándalo. Esto nos confirma la importancia de las vacunas y nos revela el colectivo sobre el que hay que centrar los esfuerzos de contención. Ahora, si el ejemplo es Mallorca, apaga y vámonos.

El tremendo drama mallorquín

El 26 por ciento de los participantes en el rule de Mallorca han dado positivo en covid. La cifra puede aumentar todavía y, obviamente, no contempla los contagios que se ha contribuido a propagar. Ante la contundencia del dato, procedería que los irresponsables causantes de este desaguisado cuyas consecuencias todavía están sin evaluar metieran la cabeza debajo del ala y mantuvieran la boca cerrada. Ni ellos ni, sobre todo, sus consentidores papaítos y mamaítas lo están haciendo. Al revés, están montando un enorme tiberio porque las pobres criaturas llevan —¡que horror más horroroso!— cuatro días chapados en un hotel con wifi y pensión completa. Después de la primera denuncia por detención ilegal se anuncia un reguero más y, mucho me temo, con serias posibilidades de prosperar, porque, como también ha quedado probado en esta pandemia, el virus ha tenido como aliados incondicionales a los interpretadores de la ley. Estamos a cinco minutos de que se establezca el derecho inalienable a contagiar. Puesto que mola tanto el rollo legalista a lo The good wife, quizá la otra parte, la objetivamente perjudicada por el comportamiento de los niñatos, debería pasar a la ofensiva judicial. ¿Cuánto le va a costar a Baleares y a otras comunidades haber tenido que endurecer los requisitos de acceso de viajeros? ¿Cuánto se ha perdido por la difusión de la propia noticia? Hablamos de decenas de millones de euros. Y eso, si solo lo medimos en pasta. Lo verdaderamente grave está en lo puramente sanitario. Hay curvas que se han dado la vuelta, mientras la temida variante Delta supone ya un 15 por ciento de los nuevos contagios. No es una broma.

Irresponsables, y punto pelota

Quisiera que me enternecieran pero solo me cabrean los happymaryflowers sin remedio que andan disculpando con las monserguillas habituales a los miles de jóvenes que pensaron que era una buena idea pegarse un rule a Mallorca para compartir fluidos. La que han liado estos pollitos educados en el culto a su ombligo y en la nula tolerancia a la frustración está todavía por evaluar. De momento, han jodido las curvas de varias comunidades, y suerte si todo se queda en eso, que el riesgo de llevarse a sus viejos por delante está ahí. Ojalá no; confiemos en las vacunas. Pero como decía más arriba, el objeto de estas líneas biliosas no son esas criaturas mimadas y ególatras a las que yo soy perfectamente capaz de distinguir del resto de la juventud, sino los que han salido en tromba a buscar una justificación a su irresponsable comportamiento. “Hay que comprenderlos: llevan año y medio encerrados”, mienten como bellacos voluntariamente amnésicos los quitadores de hierro. A ver si nos enteramos de que el confinamiento estricto duró apenas dos meses. Luego vino un tobogán de sucesivas desescaladas en las que no han faltado jamás (al revés: han abundado) festorrios y desfases como este que nos tiene con el culo prieto. Así que, en lugar de tanta condescendencia, quizá proceda, por una puñetera vez en sus vidas de señoritingos y señoritingas, un rapapolvo en condiciones. Claro que también es verdad que a su favor podrían alegar con toda la razón del mundo que la autoridad española teóricamente competente es la que lleva semanas vendiendo la especie de que la pandemia está cautiva y desarmada y, en consecuencia, podemos recuperar nuestra vida anterior.