Non gratas

Ojito, que como nos vengamos arriba declarando personas non gratas, a lo peor agotamos medio censo. Y si lo hacemos con carácter retroactivo, vaciamos las enciclopedias, los libros de texto y los callejeros. Será por cabrones con pintas… Es decir, por lo que a cada bandería le puede parecer que es un cabrón con pintas, pues es bien sabido que los héroes de acá son los villanos de acullá, y viceversa. Tiene toneladas de bemoles que, ¡en nombre de la convivencia!, PP y UPN —vaya par— hayan vuelto a reabrir en el mismo viaje el tarro de las esencias (rancias) y la caja de los truenos. ¿Por qué le llaman valores democráticos y justicia cuando quieren decir echarle gasolina a un fuego que se iba apagando? Que tengan la gallardía, por lo menos, de reconocer que esas mociones barnizadas de ética pardusca están alimentadas por el ansia de revancha ante el revolcón de Estrasburgo. Ansia de revancha, añádase, que ni siquiera es de generación propia, sino impuesta al peso por las asociaciones que han convertido la condición de víctima en profesión y pasarela para exhibir el ego; tan triste y deleznable como suena.

Quede como consuelo que estas sobreactuaciones ya no le dan el pego a casi nadie. Por mucho gesto adusto que se ponga al anunciar las iniciativas, hasta el que reparte las cocacolas sabe que se trata únicamente de enardecer a la talibanada, que ya viene calentita de serie. Mi aplauso sincero para el PSE y el PSN, que esta vez no se han dejado pastorear al enmerdadero, y que por ello están recibiendo la vomitona cavernaria de rigor y hasta la negación de los compañeros asesinados por ETA que se les han quedado por el camino. La desvergüenza llega hasta ahí.

Para cualquiera que tenga medio gramo de corazón y otro medio de cerebro, los presos que vuelven a sus pueblos con la condena cumplida por un porrón de crímenes nunca serán ciudadanos ejemplares. Debería bastar y sobrar con eso.

Tocando las mociones

Ya está el PP tocando las mociones. Es algo superior a sus fuerzas. En cuanto los basagóiticos ven tres centímetros cuadrados de barro institucional para retozar y salpicar a los demás, allá que se van en plancha. Siempre, eso sí, vestidos de domingo y levantando el mentón para aparentar una dignidad y una altura de miras tan auténticas como una moneda de tres euros. Qué foto, la de Cristina Ruiz, la concejala ignota para el ochenta por ciento de sus votantes, mostrando a cámara con pose belenestebesca el papel para hacerles la prueba del algodón dizque democrático a los cargos recién electos de Bildu.

Si quieren ser acogidos a sagrado legal, los nuevos ediles y junteros de la formación sacada del purgatorio in extremis por el Constitucional deberán rezar en voz alta y clara la nueva versión del Yo, pecador escrita con plumas de gaviota. Y no vale una contrición general murmurada en plan letanía. Deben especificar que condenan, rechazan, reprueban, refutan y hasta repelen todos y cada uno de los 857 atentados que a saber qué contable le ha inventariado a ETA. Nada se dice sobre que tengan que hacerlo en posición de decúbito prono, por lo menos, en primera instancia. Si pasaran por el aro, se estudiará imponerles una reválida consistente en hacerles repetir la oración con acompañamiento de flagelo. En pelotas, por supuesto.

Una vez más, una peli que ya hemos visto y que, por eso mismo, sabemos que nunca termina bien. De hecho, es lo que buscan los que la han repuesto en la cartelera: que volvamos a enredarnos en el viejo pressing-catch y renunciemos a protagonizar el futuro que tocamos ya con la yema de los dedos. Sencillamente, no les gusta el papel que tienen reservado en ese porvenir. Contra ETA -una ETA creada a imagen y semejanza de sus intereses- viven mejor. Y, mate o no mate, extorsione o no extorsione, exista o no exista, la seguirán estirando por los siglos de los siglos.