¿Por qué Trump?

Como cualquiera con un gramo de corazón, en lo personal y en lo político desprecio a Donald Trump con todas mis fuerzas. Sin embargo, no puedo evitar que me fascine como fenómeno. Y cada vez más. Empecé escuchando de refilón sus casposas melonadas, sin sospechar que llegaría a tener la menor opción de aspirar a la presidencia de Estados Unidos, y hoy es el día en que sigo con notable atención sus andanzas y con interés aun mayor, el pánico que su posible victoria en las primarias provoca incluso dentro de su propio partido.

Esto último, por cierto, resulta muy divertido si tenemos en cuenta que el otro aspirante republicano con opciones, Ted Cruz, es un chalado ultramontano que dice recibir instrucciones directas de Dios. Frente a tal adversario, a esta hora de la entretenida carrera electoral —sobre todo, cuando se contempla a 9.000 kilómetros—, Trump lleva una ventaja, dicen que ya muy difícil de salvar, de 255 delegados. No hay analista que no se pregunte por qué, y de hecho, en aquel lugar del mundo se ha disparado la búsqueda en Google enunciada como “Why Trump?”.

Me temo que buena parte de los millones de individuos dispuestos a votarle lo que se preguntan es por qué no. Si le dan media vuelta y se fijan en singularidades políticas pujantes de la Europa que exporta superioridad moral por toneladas, verán que en el fondo no hay tantas diferencias. Por más que nos moleste a quienes detestamos el trazo grueso, estamos en una época en la que triunfa la ausencia de toda sutileza. Poca queja nos cabe. Trump y el resto de vendedores de humo son la radiografía del sistema que llamamos Democracia.

Hello, New Hampshire

Si hoy vuelve a ser martes y todos nos hemos hecho tan sobrinos del Tío Sam como parece, toca aplicarse en New Hampshire, allá en la esquinita superior derecha del mapa del Imperio, concretamente en la región de Nueva Inglaterra. Su capital es Concord, con unos poquitos miles de habitantes menos que Portugalete y unos cuantos más que Errenteria. Como en USA cualquier ente animado o inanimado debe tener un apodo, lo llaman “el estado del granito”. Además de por eso, es conocido porque en las matrículas de sus coches se puede leer el lema “vive libre o muere” —una exageración como otra cualquiera— y, sobre todo, porque es el trocito del paraíso de las oportunidades que abre las primarias en año electoral.
Vaya, veo manos levantadas. ¿Eso no era en Iowa, donde los dichosos caucus que nos metieron desayuno, comida y cena la semana pasada? Pues no, aquello fue, digamos, el aperitivo o si lo prefieren, el ensayo general. Las primarias, lo que se dice primarias con todos sus sacramentos, arrancan hoy en este lugar donde en enero el termómetro está siempre en negativo. Luego vienen Carolina del Sur, Florida, Nevada, Maine, el supermartes a primeros de marzo y todo un no parar hasta agosto, que es cuando los partidos —en este caso, sólo el Republicano— nombran al verdadero candidato y ahí empieza la segunda parte de la chapa, que será el cuerpo a cuerpo entre el designado y Obama.
No se preocupen si se han se han perdido. Hasta el 6 de noviembre tienen diez meses por delante para sacarse el cursillo con sobresaliente. Y ahí es de donde partía y adonde quería llegar yo. Por alguna razón que no termino de explicarme, a los medios de comunicación nos ha dado cansina con lo de las elecciones en Estados Unidos. ¿Acaso no hay asuntos más urgentes y, desde luego, más cercanos a los que dedicar los menguantes recursos informativos de que disponemos? Parece que no y así nos luce el pelo.