Hastío catalán

Tengan la bondad de despertarme cuando ocurra algo en Catalunya. Algo digno de mención, quiero decir. Y ahí no entran los amagos infinitos que siempre terminan en no dar. Ni las bravatas de pitiminí, ni las amenazas de repertorio, ni el enésimo ultimátum por boca de ganso que impepinablemente desemboca en la promulgación de uno nuevo que tampoco se cumplirá.

Quizá me digan que no es poca cosa unas elecciones plebiscitarias y una declaración que recoge la intención de desconectarse —término literal— de España. No lo negaré, pero sí matizaré que el resultado de la cita con las urnas fue, cuando menos, interpretable y, por mucho que se quiera vestir el muñeco, bien lejano a los pronósticos de la lechera. Respecto a la proclama rupturista, aparte de señalar que el papel lo aguanta todo, que el mismo Parlament que la aprobó la dulcificó, y que al unionismo español le está viniendo de cine, les diré que de poco vale alcanzar tal histórico acuerdo, si después no hay manera de llevarlo a la práctica porque las fuerzas que lo han apoyado se enredan en una cuestión que no va más allá del personalismo de aluvión.

Lo pistonudo, además, es que tanta razón o tanta falta de ella tienen los unos como los otros. Es igual de comprensible querer a Mas fuera del proceso a toda costa, que defender con uñas y dientes su derecho a liderarlo. Sin embargo, lo verdaderamente insensato es que una de las dos partes no haya sido capaz de ceder hasta la fecha, amén de que el asunto se ventile impúdicamente a la vista pública para enorme regocijo de quienes, aunque suban el tono de voz, intuyen que no hay de qué preocuparse.

Ir viendo

La nueva ristra de detenciones de ayer, acompañadas de las cámaras televisivas de rigor que luego brillan por su ausencia en los interrogatorios, tienen algo de témporas del clima que nos aguarda en los próximos meses. Esta vez Rodríguez Zapatero no va decir que por delante hay un camino largo, duro y difícil, pero más nos vale que nos vayamos haciendo a la idea de que antes de que nos aproximemos siquiera a lo que soñamos, tendremos que sortear zancadillas, jarros de agua fría y obstáculos sin cuento. No serán pocas las veces que tendremos la desazonante impresión de haber vuelto a la casilla de salida… o más atrás.

Sigo, pese a todo, aferrado a mi teoría de los renglones torcidos con que se escriben los procesos. Si hay algo que me invita a albergar más esperanzas que hace cuatro años es, por paradójico que parezca, que en esta ocasión el escenario se antoja aun más complicado que entonces. Para empezar, aquel Gobierno español que echó las campanas al vuelo, pintándose con ello una diana para que los B-52 contrarios al fin de la violencia descargasen su munición, está incluso exagerando la nota de su cerrazón. De ahí, por ejemplo, que el lunes mandara a su comisionado del No, Francisco Caamaño. a ser bi-entrevistado en la radio televisión pública vasca -antes los ministros no venían ni con cien instancias- para que anunciara que aunque la izquierda abertzale cumpla la ley no será legal. ¿Que qué tiene eso de bueno? Que donde se dice “digo” se puede decir “Diego” cuando llegue el momento. Si tendrán experiencia en ello las huestes monclovitas…

¿Después de mayo?

La clave, y ahí sí que mi frustración es corriente y moliente, es cuándo va a llegar el tal momento. Dependerá de la calculadora de Ferraz, y no tenemos que descartar que haya que esperar a que pase mayo, que es lo que dejó caer Ramón Jáuregui, otra de las liebres gubernamentales a seguir en todo este entremés de enredos previo a la comida de verdad. “Después de las elecciones, habrá que ir viendo”, dijo el locuaz ministro donostiarra abogando por una especie de versión-express de la cuarentena democrática acuñada por Antonio Basagoiti.

Y eso es lo que toca en lo sucesivo, me temo: armarse de paciencia e ir viendo. En ocasiones procederá, incluso, hacer como que no se ve, por más doloroso y desesperanzador que resulte. Habrá nuevas declaraciones de palo y zanahoria, nuevas operaciones policiales y, en fin, nuevas pruebas que superar. No es el horizonte más halagüeño ni, desde luego, el más justo, pero es el que hay.

Ya está aquí, ya llegó

Como ETA no nos marca la agenda, ayer a las doce del mediodía estábamos casi todos con el dedo tonto venga refrescar la portada de la edición digital de Gara. Una oportuna cantada tecnológica nos había puesto sobreaviso una hora antes, y esos universos paralelos que llamamos redes sociales bullían ante la inminente llegada del comunicado larga y cansinamente esperado. Y llegó. Llegó en trilingüe y doble soporte. En el audiovisual percibimos, además del consabido atrezzo, una iluminación más cuidada que en ocasiones precedentes y una interpretación que también destacaba por lo sobrio y contenido. La versión impresa ofrecía un aspecto pulcro y una sintaxis inusualmente llana y directa, con los jeribeques panfletarios imprescindibles para que no pareciera que habían externalizado la redacción. El acierto de la intención comunicativa quedó de manifiesto cuando todos los titulares de primera hora coincidieron en los tres calificativos que ascendieron a la condición de sustantivos: permanente, general y verificable.

Conforme al libreto, vino después -y en ella seguimos aún- la torrentera de reacciones, interpretaciones, valoraciones, exégesis, profecías y comentarios de texto varios. Como ha habido tanto tiempo para preparar el parcial, nadie se ha salido del molde. El censo de videntes de botellas medio llenas, medio vacías, rebosantes o con telarañas fue exactamente el previsto. De sobra sabemos hace mucho quiénes quieren que se pite el final del partido y quiénes pedirán insistentemente rentables prórrogas.

Algo tié que haber

El único interés medianamente noticioso de la ceremonia replicante estaba en Moncloa. Se cuidó mucho de dejarse ver esta vez Rodríguez Zapatero. Mandó (es un decir) a su ministro plenipotenciario, Pérez Rubalcaba, que compareció con un jarro de agua calculadamente helada. “No es una mala noticia, pero no es la noticia”, soltó de entrada, antes de dejar llover todo el manido repertorio sobre la fortaleza del Estado de Derecho y su inquebrantable voluntad de no dejarse doblegar.

Nadie se desanime por esa puesta en escena. Los procesos se escriben con renglones torcidos y, en este caso, sobre los escarmentados jirones del anterior. Aquel encalló, entre otras cosas, porque el Gobierno español echó a volar las palomas de la paz demasiado pronto y, claro, fueron presa facilísima para las gaviotas que estaban al acecho. Por detrás del Pérez Rubalcaba negacionista yo percibí ayer la sombra de José Mota repitiendo con vehemencia que en esta ocasión “algo tié que haber”. Ojalá.

Esperando a Godot

Me alegro de no haber gastado más de diez minutos del último fin de semana esperando a Godot, o sea, al comunicado en que algunos quieren ver la pieza que falta para completar el puzzle. Como escribí aquí, tenía asuntos más primarios agitándome la mente y el alma. Por supuesto que lo que pueda decir ese texto alimenta mi curiosidad, pero no en un grado mayor que la incertidumbre que me provocó hace unos meses el final de un culebrón de quinta titulado “Bella calamidades”, al que me enganché por razones que no vienen al caso. Algo me dice que, como en aquella ocasión, no pasaría nada si me perdiera el último capítulo. Lo importante de la trama es lo que hemos visto en los episodios precedentes. Salvo que hayamos sido víctimas del mayor timo de todos los tiempos, poco puede cambiar lo que diga o deje de decir ETA. De hecho, veo en el retraso uno de los últimos intentos de la organización por aparentar una importancia de la que ya todos estamos íntimamente convencidos de que no tiene.

Sigo en mis trece iniciales, que con el tiempo que ha pasado desde la primera vez que expuse mi pensamiento, son ya quince o diceciséis. Si había algo sustancial, estaba en la parte política y social. La izquierda abertzale ilegalizada ha llegado a estas vísperas con la tarea hecha. La prueba es que, a diferencia de otras ocasiones en las que protestaba ante las especulaciones sobre un comunicado, esta vez no oculta su impaciencia ni en privado ni en público. Es una pérdida de tiempo y de energías reprocharle que podía haber dado estos pasos mucho antes. No es momento de lamentar ni de tirarnos a la cabeza lo que pudo pasar y no pasó. Ninguno quedaríamos indemnes, además.

Mañana empieza hoy

Las oportunidades perdidas, perdidas están. Dejémoslas para los historiadores. Toca ahora avanzar hacia eso en lo que tanto hemos soñado, un escenario sin violencia. Demostremos que lo queríamos de verdad, que no lo pedíamos porque pensábamos que era imposible. No hay lugar para los egoísmos particulares, para echar cuentas sobre cómo nos va a ir a partir del día siguiente. Para empezar, esos cálculos son inútiles. Una de las grandezas de lo que nos espera es que dejarán de valer las viejas profecías y las viejas matemáticas. Otra, aunque parezca contradictoria con cómo acabo de pintar el mañana, es que tampoco cambiarán tanto las cosas. En apenas unas semanas estaremos en trifulcas similares a las que conocemos. Eso es la política, al fin y al cabo. La única diferencia es que no habrá violencia. Y no la echaremos de menos.

Batasuna vuelve a EITB por navidad

Pérez Rubalcaba y su profeta San Rodolfo de Ourense escriben derecho en renglones torcidos y, de postre, emborronados. ¡Aleluya! ¡La izquierda abertzale ilegalizada ha vuelto a EITB cerca de la Navidad! Apenas anteayer como quien dice proclamaba con firmeza el caporal Surio que “una radio televisión pública no tiene que servir como caja de resonancia sistemática de portavoces y representantes de formaciones ilegalizadas”. Tracatrá. ¿Le servimos al señor esas palabras con tomate o con patatas? Mejor que alterne la guarnición, porque hay quintales de declaraciones similares que ayer hicieron catacroch en el mismo instante en que Rufi Etxeberria volvía a dirigirse al mundo a través de un micrófono con el txori serigrafiado.

Y de las tablas de Moisés, o sea, del “Acuerdo de bases blablablá”, mejor ni hablamos. Ardo en deseos de saber qué le parecerá al neoeuskaltzale Basagoiti que, según su propia melonada, “se le de bola a ETA” en la colina que él creía liberada. ¿Dirá que por esta vez pase, pero que a la siguiente se lleva el Scatergories? ¿Aprovechará para soltarle a López un collejón de los habituales, sabiendo que al de Portugalete no le queda otra que humillarse ante su sostén parlamentario? Es probable que para cuando se publique esta columna la duda esté despejada.

Casualidades

De otras cosas tardaremos más en enterarnos. Como con lo de Loiola, Oslo y Ginebra, tendrá que contárnoslo dentro de dos años Imanol Murua en otro libro imprescindible. Hasta que se pueda hacer oficial, prometo poner cara de yonosénada, y hacer como que me creo que un buen día alguien del equipo de producción de Boulevard descolgó el teléfono, preguntó lo de Gila -”¿Está Rufi? ¡Que se ponga!”- y fue Rufi, y se puso. Y sólo me parecerá una casualidad que la noche anterior el Gobierno español, que iba a necesitar hacerse el duro, mandase detener a dos abogadas de la izquierda abertzale. O que la fiscalía de la Audiencia Nacional recurriese la absolución de Otegi esa misma mañana.

Capítulo aparte merece lo del PSE votando en el parlamento la iniciativa del PP para evitar “la sucesión fraudulenta de Batasuna”. Menudos chuflistas, cuando sólo hacía un par de horas que habían dado la bendición mediática a los presuntos sucesores fraudulentos. Está quedando entretenido el vodevil. A ver qué dicen mañana o pasado los otros personajes del libreto, que ya tienen las capuchas de gala en el guardarropía desde hace un rato. Con tanta expectación, lo mismo hacen mutis por el foro y nos quedamos con las ganas.