La maldición de R.G.

Dos fotografías con apenas ocho días de diferencia. En la primera, las y los portavoces de los grupos con representación en el ayuntamiento de Bilbao levantan, sonrientes, sus copas. En la segunda aparecen los mismos protagonistas en prácticamente idéntica actitud festiva, pero se aprecia un desmarque estentóreo. La edil del PP posa con las manos entrelazadas, nítidamente crispadas, y gesto que pretende ser adusto, aunque según la instantánea que miremos —hay varias que recogen el momento—, vemos media sonrisa o cara de mala uva.

Cabría imaginar que por dentro estaría deseando que se la tragara la tierra. O quizá no. También es posible que Raquel González estuviera pensando que esta vez las huestes cavernarias intra y extramuros de su partido no solo no tendrían nada que reprocharle, sino que hasta la aplaudirían por haberse significado como la excepción que no se prestaba a brindar con Jone Goirizelaia, concejala de EH Bildu y encarnación de muchos males allá en el ultramonte diestro. La cuestión es que ni siquiera podemos asegurar que haya cumplido este objetivo. A buena parte de los compañeros de credo ideológico de González les molesta simplemente que uno de los suyos aparezca en la misma imagen que cualquiera de los señalados como villanos oficiales.

Y ahí es donde a la presidenta del PP en Bizkaia le ha nacido un problemón. Apenas llevamos seis meses de legislatura municipal. Quedan incontables actos festivos a los que estará convocada y desde ahora mismo sabe que deberá pasárselos midiendo las distancias y preguntándose qué comportamientos son admisibles y cuáles no para su parroquia. Una maldición.

La cazadora cazada

Visto lo visto en los últimos años, a la lista de clásicos navideños habrá que sumar las broncas a cuenta de con quién sale o deja de salir la peña en las fotos. Ocurrió el año pasado con el reportaje entre fogones de Mendia y Otegi (como si no estuvieran también Ortuzar y Martínez) e igualmente con el brindis compartido en el ayuntamiento de Bilbao por el ya caído en desgracia concejal del PP Luis Eguiluz y, entre otros, la entonces portavoz de EH Bildu, Aitziber Ibaibarriaga.

Ya tiene guasa que este año le hayan cazado en las mismas a una de las más enfurruñadas con aquella instantánea. La mismísima presidenta del PP en Bizkaia, defenestradora de Eguiluz y otros históricos que se jugaron la vida por el partido cuando ella ni estaba ni se la esperaba, Raquel González, ha sido retratada en idéntico renuncio celebratorio compartido con la batasunidad. En este caso, quien sujeta la copa inductora del pecado es nada menos que Jone Goirizelaia, lo que a ojos de la carcundia caspurienta hispanistaní es como si González hubiera topado su santo cáliz con Satanás en persona.

Pasaron horas y horas de risas de quienes nos tomamos a chunga estos deslices de los campeones de la castidad política y de encendidos cagüentales cavernarios, antes de que la atribulada líder del cada vez más ultramontano PP de Bizkaia compareciera en Twitter para pedir disculpas por el desvío sobre su propio catecismo. Tras despejar a córner con el manido “no fue una foto buscada”, a modo de padrenuestro expiatorio, rezó la letanía de rigor: “No tenemos nada que hablar con Bildu y siempre estaremos con las víctimas del terrorismo”. Aaaaamén.