Le voy pillando el tranquillo a la nueva política. Consiste, básicamente, en decir una cosa y hacer exactamente la contraria. Coño, como la vieja, entonces. Qué va: a una velocidad y con una desvergüenza infinitamente mayores. Sin necesidad de preocuparse en explicar la contradicción porque nadie entre el rebaño lo va a pedir. Ojito, incluso, con soltar cerca de uno de los mansos borregos que el rey está desnudo, que caerán las hostias —dialécticas, gracias a Gramsci— como panes por mentiroso, Inda y manipulador.
Pues nada, sea. Comulguemos con la silueta recortada de la luna y digamos que es mentira y de las gordas que hace poco más de un año, los ilusos que quisieron montar una confluencia de izquierdas para ganar las elecciones del 20 de diciembre fueron tratados a baquetazos. Es trola también que el 25 de junio de 2015 San Pablo de Vallecas escupiera esto a los corintios confluyentes: “Sigue viviendo en tu pesimismo existencial. Cuécete en tu salsa llena de estrellas rojas y de cosas, pero no te acerques porque sois precisamente vosotros los responsables de que en este país no cambie nada. Sois unos cenizos”.
Da lo mismo que esté escrito y accesible a quien lo busque en Google. Falso de toda falsedad, como lo es que al ser preguntado por una alianza electoral con IU, el líder supremo respondiera: “Ninguna. Cero. Fin de la cita. Cero. No hay manera de poner otro titular”. Qué parecido, por cierto, al “No. Punto. No vamos a entrar en Podemos. Punto” de la otra que tal baila. Pero qué más dará todo, ¿verdad?, si hoy los entonces meados a presión andan celebrando la absorción gritando oé, oé, oé.