Torra vs Torrent

Bueno, pues ya están las dos grandes almas del soberanismo catalán donde querían los de enfrente. Cierto es que las rencillas, amén de ser inevitables por la pura naturaleza de cada formación, vienen de muy largo. Si la antigua Convergencia echada al monte y la vieja Esquerra que ha abrazado el posibilismo han llegado hasta aquí, ha sido por compartir, más que un objetivo, un enemigo hostigándoles literalmente por tierra, mar y aire. Ahora que el unionismo gobernante ha cambiado (solo de momento y por pura necesidad) las porras por las cucamonas negociatorias, las contradicciones se han agudizado hasta el punto de ser imposibles de ocultar.

Sé que los más convencidos de nuestro terruño, mis tiernos procesistas de salón, clamarán que no hay división alguna y que la meta está cada día más cerca. Que Santa Lucía les conserve la vista y San Cucufato, o sea, Sant Cugat, el voluntarismo irredento ante la evidencia. Junts y ERC o, personalizando, Torra y Torrent, están a mandoble limpio. El primero, representante a este lado de los Pirineos del expatriado Puigdemont, ha visto cómo el segundo le ha levantado la condición de diputado sometiéndose al yugo judicial del estado opresor. En términos que tanto gustan a los más encendidos e incendiados, el barbado president del Parlament ha actuado como un cipayo de tomo y lomo. Lo secretamente divertido para mi es que quienes usaban tal epíteto a todas horas forman en la actualidad sociedad de gananciales políticas con el partido que se ha bajado los pantalones. Confieso que ardo en deseos de escuchar las explicaciones de quienes viven las fantasías propias en carne ajena.

Cortesía parlamentaria

Para que no queden dudas, empezaré dejando claro que me pareció que el soberanismo catalán, y en particular, ERC, se equivocó al no facilitar la operación del PSOE para convertir a Miquel Iceta en presidente del Senado español. Como ya escribí aquí, el precio era ínfimo y aunque la contrapartida tampoco era la caraba, el resultado global tenía más aspectos positivos que negativos. Vamos, que menos daba una piedra. Y si bien no soy ni de lejos tan fan del voluble y excesivamente histriónico político catalán como otros, poco se perdía dándole el capricho de ser la cuarta autoridad del Estado. Máxime, si los que de verdad iban a echar las muelas por verlo ahí son los integrantes del trío de la bencina que ustedes saben.

Aclarado eso, lo que no puedo tragar es que tras la malbaratación del plan de Pedro Sánchez y sus gurús, el personal se rasgue las vestiduras porque se ha quebrado la cortesía parlamentaria que supuestamente obliga a votar de modo que se facilite la designación como senador autonómico de cualquier fulano que proponga un partido. No y mil veces no. Póngase en el reglamento que en función de su representatividad, un grupo tiene derecho a un senador o dos y nómbrese o nómbrense por imperativo. Si no se hace y se somete a votación, acéptese que cada quien haga de su capa un sayo. ¿O es que fue descortés aprovechar que Mayor Oreja se durmió para aprobar los presupuestos en el Parlamento Vasco? ¿O es que es cortés del copón y medio pactar para repartirse las mesas de los parlamentos? Por no hablar de la cortesía que implica aprovechar que hay parlamentarios electos presos para cambiar las mayorías.