Al menos tres querellas han sido presentadas en Suecia en contra de la recién casada princesa Victoria, precisamente a raíz de su matrimonio con Daniel Westling el pasado 19 de junio.
La pareja recibió de parte del empresario sueco Bertil Hule unos regalos que al parecer no han resultado del todo inocentes. Durante su luna de miel, el millonario les prestó un jet privado y un yate para que contasen con mayor privacidad. Mes y medio después, esos regalos son objeto de denuncia. Según publica el periódico Expressen, el fiscal anticorrupción se hará cargo del caso la semana que viene, aunque ya ha confirmado la existencia de las querellas. El fin de semana, el Dagens Nyheter, diario de referencia en Suecia, había publicado una profunda crítica al proceder de la princesa. Según uno de sus editorialistas, el empresario «podría estar interesado en obtener una retribución por los regalos».
Y es que en Suecia, país serio, la familia real son funcionarios del estado y sujetos a informar sobre sus bienes. Frente a esto ¿que tenemos por aquí?. Tres bodas hipermillonarias de Elena, Cristina y Felipe de Borbón imposibles de auditar y que costaron un pico al contribuyente español. Unas vacaciones millonarias, pagadas por todos los contribuyentes, aunque desde que han empezado las criticas, sin foco informativo, pero igual de dispendiosas y sobre todo una mente cortijera que interpreta que el estado español es el cortijo de la familia Borbón y por tanto es lícito todo éste gasto sin control alguno. Esa es la diferencia entre Suecia, país democrático y España, país en el que sigue pesando el franquismo de una manera total. No en vano fue el dictador quien los puso ahí.