Entre mis muchos defectos no está la soberbia. He atravesado los suficientes calendarios para tener la certeza de que a lo largo de mi vida he estado equivocado más veces de las que me gustaría recordar. De ahí nace una evidencia que tengo presente en todo lo que hago y, de modo particular, en lo que digo ante un micrófono o escribo para ser publicado: no es improbable que esté metiendo la pata… aunque aún no lo sepa. Actuando bajo ese principio, no me cuesta nada (dejémoslo en “casi nada”) reconocer mis errores y asumir que lo son, huyendo de la tentación del empecinamiento numantino. Por eso no tengo el menor empacho en poner aquí negro sobre blanco que mi columna del miércoles pasado, titulada “Huelga de bolis caídos”, fue una especie de menú-degustación de yerros de bulto inaceptables en un trabajo periodístico.
El resultado de tal cúmulo cantadas fue -el precio del pecado incluye el IVA de la penitencia- que no fui capaz de expresar ni de lejos lo que estaba en mi cabeza antes de sentarme ante el teclado. Y mira que era simple. Se trataba, ni más ni menos, de decir que anunciar que no se iban a poner multas (o que se iban a poner menos) no me parecía una forma adecuada de reivindicar los derechos de los agentes de la Ertzaintza. Ni siquiera dejé claro que tales derechos me parecen absolutamente legítimos, lo que, por ingeniería inversa, implicó que diera la impresión de todo lo contrario: que, como me apuntó alguien con bastante gracia en Facebook, me había tomado una pastilla de Rodolfina y por mi pluma estuviera escribiendo el espectro del de Ourense. Leyendo lo que garrapateé es innegable que se llega esa conclusión, qué bochorno.
Argumentación ausente
Para empeorarlo más, en lugar de argumentar mi discrepancia con la medida de presión, me pasé de frenada con los adjetivos, las metáforas y las cargas de profundidad. Fui innecesariamente hiriente y tiré de alusiones biliosas que estaban de más, de modo que los razonamientos hicieron mutis y sólo quedó a la vista una especie de anatema global del cuerpo. Eso me desasosiega especialmente, pues aunque los lectores saben que no suele faltar vitriolo en lo que escribo, me empeño en separar el grano de la paja y trato de evitar las odiosas y siempre inadmisibles generalizaciones.
Como atenuante, que no como justificación, sólo puedo alegar mi hipersensibilidad a cualquier cosa que tenga que ver con las carreteras, su seguridad y con lo que yo no dudo en llamar violencia vial. No faltarán momentos para hablar de ello. Espero que con más tino.
¡Olé tu huevos! Esta es una de esas ocasiones en que deberías ganarte el respeto del «respetable», porque pedir disculpas públicamente es un ejercicio que muy pocas personas practican a pesar de las muchísimas que deberían practicarlo. Por esto y por otras muchas cosas es por lo que me siento orgullosa de considerarme tu amiga.
Rectificar es de sabios. Como dije en la columna «Huelga de bolis caidos», habitualmente leo con avidez las palabras que unes con bastante tino en este espacio.
Es de entender que tanto juntar letras formando columnas, alguna nazca un poco deforme. Les paso hasta a los griegos…
Disculpas aceptadas!!!
Sin acritud. Un saludo.
No recuerdo haber leído una columna como ésta en mis años de lector. El gesto te honra, Javier. Y no sólo como periodista: por encima de todo como persona. CATEGORÍA.
Como eso de la infalibilidad es sólo cosa del Papa (o eso nos «venden») yo a l@s periodistas no les pido que sean infalibles sino honrad@s y creo que con esta columna, al reconocer haber «metido la pata» con la que escribiste sobre la Ertzaintza (ciertamente la columna «chirriaba»), has hecho un ejercicio periodístico muy sano y muy poco seguido por vuestra profesión (y yo diría incluso que por cualquier profesión): reconocer que un@, aunque sólo sea de vez en cuando, se equivoca. Algo que debería ser de lo más normal pero que, visto lo visto (y no hay más que recordar los titulares de La Razón), resulta excepcional, lo que dice mucho de l@s profesionales con la valentía suficiente para hacerlo.
Javier, en esta columna has demostrado que los que te leemos somos personas importantes para tí.
Es decir, nos has leído.
Es decir, no has puesto unas letras en un papel, y has cerrado el libro.
Aunque no estuvieras de acuerdo con los comentarios, lo cual denotaría la pluralidad del pensamiento, el hecho de sentir que el mensaje te ha llegado dignifica no solo tu profesión sino que expresa tú categoría personal.
No es tan importante la opinión, que tambien, sino el valor que das a los que seguimos tu trabajo.
Por ello, GRACIAS.
Una columna ejemplar y nada equivocada, propia de un periodista honrado y de raza.
No soy de por alla ,pero he de reconocer que los vascos son grandes intelectuales y periodistas tambien , me parece muy bueno el blog ,un saludo .
Observo gratamente que el efecto de las pastillas rudolfina son temporales y no crean efectos secundarios.
Gran columna y mas aun grande ,si cabe,la correccion.Eres grande Vizcaino!!!!
Coincido plenamente con Edu araujo, te honra mas como persona si cabe, que realmente es lo que interesa en esta vida!
Supongo que un aplauso se queda muy corto en toda esta historia. Como dice el bueno de Edu, ´no había visto un ejercicio de autocrítica semejante.
Bravo !!!! Mi mas sincera felicitación
Chapeau! 😉
Mila esker, Javier
No sé si alguien me va a publicar este comentario, porque me temo que peco de pardillez y que probablemente hay algún hililllo que se me escapa y es la auténtica madre del cordero de esta columna. Pero aquí va. Como persona que lee Deia y lo que escribe Javier Vizcaíno, quiero felicitarle a Vizcaíno, porque si ve la necesidad de escribir y publicar esta columna es porque su palabra tiene peso. Su trabajo le importa al público y le importa al propio Vizcaíno. Por el mismo motivo, habría que felicitar también a este medio, por su éxito de lectores. Aun así, como voté el artículo, no sé si en Deia o en Facebook, quiero aportar como sugerencia que si las multas son un elemento disuasorio de burradas al volante, debiera aclararse por parte de la Ertzaintza para qué es la huelga de bolis, precisando que se centran en vehículos mal aparcados y similar y que van a seguir ejerciendo la vigilancia vital del tráfico (es lo que me supongo que harán, ni se me pasa por la mente otra opción). Con toda seguridad habrá personas que hayan pensado lo mismo que Javier Vizcaíno, aunque no sean periodistas. Supongo que todo esto lo habrán deducido también los lectores, ertzaintzas o no, conductores o, como es mi caso, no conductores, para concienciarse de lo necesaria que resulta la comunicación corporativa, especialmente en casos sensibles como estos. Y aparte de todo esto, me sumo a lo de olé tus huevos y demás
Más Javieres Vizcaínos hacen falta en el mundo.
Javier, eres IM – PRES – CIN – DI – BLE !!
Agur Iparretik
Lo han dicho otros ya, pero lo primero que he pensado es «Chapeau»
Un total de 17 conductores han sido detenidos este fin de semana en las carreteras vascas acusados de circular con tasas de alcoholemia superiores a las permitidas. Dos de ellos iban sin luces y otro chocó con varios coches estacionados, según ha informado el Departamento vasco de Interior.
En concreto, en la jornada del sábado se han efectuado ocho arrestos en Zamudio, Bilbao, Sopelana, Mungia, San Sebastián, Bergara y Zumaia, y en la del domingo otros nueve en Basauri, Andoain, San Sebastián, Idiazabal, Eibar, Hernani, Beasain y Tolosa.
La tasa más alta contabilizada en la prueba de alcohol, 1,4 miligramos de alcohol por litro de aire espirado, que ha arrojado un conductor en Basauri.
Además, en Zamudio se ha detenido a un conductor que circulaba sin luces y con una rueda pinchada, y en Tolosa a otro que transitaba con un tractor por el núcleo urbano sin luces.
En Sopelana, la Ertzaintza ha arrestado a una mujer tras chocar su vehículo con varios coches estacionados en una zona de bares, mientras que en San Sebastián la conductora de un ciclomotor ha sido detenida después de saltarse un semáforo en rojo
Por si a alguien le quedaba alguna duda.