Gernika, Casa de Juntas, 7 de octubre de 1936. No muy lejos resonaban los bombardeos asesinos de quienes todavía no han sido repudiados por muchos que se dicen demócratas. Mientras la sinrazón avanzaba, desgraciadamente imparable, bajo el árbol que a partir de esa fecha tendría un simbolismo aun mayor, once hombres comenzaban a escribir una de las páginas más heroicas —y desde luego, más hermosas— de nuestra Historia. Contemplado el episodio desde estos días de pandemia de canallas, cobardes e interesados, emociona la generosidad de aquellas personas tan distintas en lo vital y en lo ideológico que se disponían a entregarse a una causa que sería la de toda su vida. Muy pronto, de hecho, alguno pagó con ella.
Al frente del grupo irrepetible, José Antonio Agirre Lekube, un tipo bueno en el sentido machadiano, juraba “en pie sobre la tierra vasca” desempeñar fielmente su cargo. Los hechos dan fe de que lo hizo largamente. En medio de una guerra, asediado por un enemigo implacable y ventajista que tuvo la ayuda de grandes matarifes, el primer Gobierno vasco fue capaz de levantar los cimientos de un país en los apenas ocho meses que tardó en llegar la amarga derrota.
Luego, en el largo exilio, la mayoría de sus componentes —¡de nada menos que seis partidos que hacía muy poco se habían llegado a sacar las pistolas!— se mantuvieron inquebrantablemente leales entre sí y al pueblo que representaban. 80 años de semiolvido después, exactamente hoy, el calendario oficial de la demarcación autonómica celebra su gesta. Lástima que muchos no sepan que les debemos bastante más que un fin de semana prolongado.
La exposición fotográfica sobre el primer Gobierno Vasco Gure izaeraren ispilu ¦ Retrato de lo que somos de Mauro Saravia estará en la Biblioteca Central de la UPV en Leioa de 8 a 20:30 hasta el 21 de octubre. La entrada es gratuita. También se podrá ver en la Universidad de Deusto, en San Mamés y en la sede de la EiTB en Bilbao. Es la que estuvo en junio primero en Bilbao (en la calle Ercilla) y luego en Getxo. Las imágenes superponen dos fotografías del mismo sitio: una de 1936 en blanco y negro y una de 2016 en color. Hay un cubo de espejos en el que se puede contestar a las preguntas que se plantean en la exposición.