Está bien variar de vez en cuando la monodieta del Falcon Crest en Ferraz y franquicias asociadas. En esta ocasión, lo que el diputado Iglesias Turrión ha dado en motejar “Máquina del fango” colocaba el foco en el pablista de primera hora Ramón Espinar Merino, también conocido como Ramón Espinar hijo para diferenciarlo de su célebre padre, feliz titular en su día de una Tarjeta Black de Caja Madrid. Contaba la cadena SER a todo trapo que el aspirante a la secretaría general de Podemos en la comunidad de Madrid había acreditado sus pinitos en el proceloso mar de la especulación inmobiliaria. Le acusaba, como probablemente habrán leído u oído, de haberse embolsado 30.000 euros en la venta de un piso de protección oficial en Alcobendas que no había llegado a ocupar.
Siendo justos, es verdad que no fueron 30.000 sino 20.000, que la vivienda no era exactamente de protección oficial sino algo por el estilo, y que no pudo ocuparla porque cuando la pagó, estaba aún sin acabar. El marronazo queda, pues, en marroncito. Es más, no parece que haya absolutamente nada técnicamente punible.
Otra cosa es que llame la atención que un crío de 21 años de requeteizquierdas sin ingresos regulares se meta en una casa con dos garajes. Y qué decir del hecho de que la cooperativa promotora se la conceda y financie, o de que ese padre con el que hasta ahora aseguraba no tener trato le prestase un pastizal para la entrada. Venga, va: nada ilegal. ¿Feo? Allá cada cual. Pensemos, sin embargo, en Espinar como posible gestor de recursos públicos. Ha dejado claro que no tiene empacho en comprar lo que sabe que no podrá pagar.
Lo que me preocupa Javier es que (creo que deliberadamente) los trileros de la información nos han vuelto a vender unos datos que no son correctos.
No voy a entrar ahora mismo si Espinar sería un buen gestor o no. Pero me preocupa que haya una suerte de periodistas que nos han vendido como información algo que era falso.
Yo soy ingeniero y trabajo en la construcción. El ultimo día de clase un profesor nos pidió por favor que fuésemos personas íntegras en nuestra carrera. Yo no me he visto presionado a hacer ningún chanchullo, pero intento imaginarme lo que significaría estar en un brete de ese tipo. Quiero creer que hay mucha gente en las redacciones que está publicando bazofia por orden y con grandes remordimientos.
Ustedes tienen un compromiso con la palabra. Creo que lo primero hubiese denunciar con más ganas la desinformación. Luego ya criticaremos si esta bien o mal lo que ha hecho Espinar. Pero con la verdad por delante.
El que no pueda pagar algo que se haya comprado, a lo mejor no es culpa del que compra sino de aquello (o aquellos, más concretamente), que hacen que no se pueda pagar: El causante de que un licenciado en una carrera, sea políticas, o periodismo, o magisterio o medicina no tenga un sueldo o puesto de trabajo con estabilidad suficiente, ni perspectivas de tener uno u otro, no creo que esté entre los que con 21 años o 51 deciden comprar una casa para vivir de entre las que las instituciones ponen en oferta con precio tasado y reguladas para ser habitada por gente corriente. Y si al cabo de un tiempo advierte que no es un buen plan atarse a una hipoteca, y la propia normativa sobre esa vivienda le permite obtener en la venta un precio que vas a necesitar en el mercado, ya sea para invertir en otra vivienda o tomarla en alquiler, la diferencia de precio no creo que sea ninguna ganancia, sino intercambio de cromos, en el que habrá ganado hacienda, banco, notario, registrador, etc.. No olvidemos aquello de que «de necios es confundir valor y precio»
Entiendo que alguien pueda atacar este enorme pecado de especulación, pero fijarse en esta hormiga, habiendo en el mercado de la «aprovechategía» copiosos enjambres de zánganos que viven de la necesidad de vivienda de los demás, me parece una rasgada de vestiduras de tamaño bíblico, más enfocada al desprestigio político que a señalar el problema real existente con la especulación de la vivienda.
De hecho, todos que tenemos o tuvimos una hipoteca o hemos adquirido algo pagando a plazos, hemos comprado algo que no pudimos pagar.
Por otra parte, las explicaciones de Pablo Espinar tampoco me han despejado del todo las dudas sobre si no podría haber actuado de forma más ética.