Días (muy) extraños

¿Metro y medio o dos metros? A gusto del consumidor o conforme al acuerdo político que toque. Lo último es buscarle la lógica. La autoridad dispone y la ciudadanía obedece rechistando lo justo, no vayamos a disgustar al santo doctor Simón, ora pro nobis. Así, no hay problema en ir pegado al prójimo en el transporte público, pero si se trata de un cine o un teatro, ah no, entonces hay que dejar butaca y pico, pues por lo visto, el bicho es más puñetero en ambientes culturetas que en los medios de locomoción que acarrean currelas o turistas a las actividades productivas.

Ídem de lienzo con las mascarillas. Son obligatorias, ya tú sabes, mi amor, pero un poco al libre albedrío. Nadie te va a decir nada por no llevarla en plena marabunta en la Gran Vía o el Boulevard. Cuidado, eso sí, con entrar sin ella al tasco de la esquina, aunque sea para ponértela bajo el mentón mientras te pegas dos horas de cañas y húmeda cháchara con tus compadres a apenas palmo y cuarto. Recuerda, eso sí, volver a colocártela en la posición reglamentaria al abonar la consumición y disponerte a abandonar el local. Da igual, por cierto, que sea el mismo tapabocas de 96 céntimos que estrenaste en la fase uno y que ya se ajusta a tu cara con precisión milimétrica gracias al almidón de tu saliva. Que viva la Nueva Normalidad.

7 comentarios en «Días (muy) extraños»

  1. El socialista Alfonso Gil, que está en campaña electoral ya dijo que el Gobierno Vasco se equivocó al pedir el uso en su momento del transporte privado en detrimento del público.
    Este señor confunde y enreda todo lo que toca.
    Menos mal que tenemos suficiente inteligencia como para hacer oídos sordos a algunos mensajes inapropiados y electoralistas.

  2. Sospecho que hay cosas con las que no es posible otra cosa que tragarlas……

    ….. no parece muy realista el pensar que nos van a poner un autobús público por cada dos usuarios…… ¿o si?

  3. Cierto es que los contínuos vaivenes en la información oficial,las confirmaciones y posteriores desmentidos,las contradicciones interminables entre unas órdenes y otras,han hecho que la ciudadanía se líe a la hora de seguir unas pautas para poder superar esta pandemia. Mucha responsabilidad es de los gobiernos,no me cabe duda. Pero ya a estas alturas,con la información que tenemos,y con las ansiadas y exigidas mascarillas a nuestro alcance,creo que los pésimos comportamientos que vemos a diario en nuestro entorno solamente pueden atribuírse a nuestra irresponsabilidad. Yo mismo estoy siendo el «ratito» en mi entorno por usar mascarilla o seguir otras normas de higiene. Ayer tuve que escuchar atónito como unos compañeros de trabajo me animaban a tomar algo en Sanjuanes,porque se iba a «hacer fiesta» en los bares del pueblo. No veo que se esté tomando realmente en serio el peligro de un rebrote o de otra oleada de contagios. ¿Tanto aplaudir a las ocho para esto? Lo peor es que cuando hay bastantes personas que no cumplen con las exigencias mínimas de seguridad,solamente queda exigir a las autoridades que les obliguen a hacerlo,pero cuidado con decirlo en público,porque te cae de facha para arriba.

  4. El malvado capital y Confebask (de la que los bares no parecen formar parte). Y ya esta, los que más fardan de preocuparse de eso pueden pasar alegremente.

    De momento, ya se acerca el fin de junio y me alegra decir que los focos no se han salido tan de madre como creía. Y ojalá que pueda seguir diciendo eso un rato largo, pero…

  5. Los bares en Euzkadi son territorios sagrados que gozan de aceptación y de simpatías.
    La vida social gira en torno a ellos y du apertura era lo más esperado durante el confinamiento, muy por encima de la movilidad, de la apertura de colegios o de comercios.
    El Ayuntamiento de Bilbao les concede a voleo macro terrazas, quitando espacio público y aparcamientos.Incluso se piensa emitir bonos descuento públicos para unas cañitas.
    El consumo de alcohol se ve como algo natural y recomendable, su uso y abuso no está penalizado como el del tabaco, ni económica ni socialmente.
    Los botellones con sus comas etílicos son la puerta de entrada de niños y jóvenes a ese mundo tan maravilloso y tan divertido que mueve tanto dinero. ¿Quién les va a decir que no lo hagan? ¿Sólo la DYA?

  6. Sí, yo también he leído lo de los tres chavales con coma etílico. Pero, ¿Sabes qué? Es el precio que las nuevas generaciones pagan por ser parte del grupo. Los que no beben o no les gusta ese ambiente son los raros, los que, con suerte, socializarán más tarde. Si llegan a socializar y no se quedan en esos «marginados sociales» para toda la vida, claro.

    Eso sí, la elección es suya. Lo comenté en alguna otra noticia, la presión social puede ser tremenda. Pero la elección, siempre, es suya. En esto y en tantísimas otras cosas, tenemos libertad y la usamos… pobremente.

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