Se diría que las autoridades sanitarias españolas han renunciando a la batalla de la comunicación. Lo que no tengo claro es si el motivo es que la dan por perdida o, directamente, que no les parece importante gastar tiempo informando a la ciudadanía de algo que es difícil de explicar. Y así, han optado por imponernos sus decisiones como en tiempos se hacía con el ricino, es decir, por las bravas. Y sin entrar en las ilógicas restricciones actuales —comunidades cerradas y fronteras abiertas para que los turistas exteriores tengan vía libre— el penúltimo episodio más representativo de lo que hablo es lo ocurrido con la vacuna de Astrazeneca.
Para empezar, se frena en seco la inoculación sin dejar claros los motivos; ni siquiera los expertos habituales eran capaces de entenderlos. Luego, cuando la Agencia Europea del Medicamento dice que no hay causa para el exceso de celo, en lugar de reanudar los pinchazos inmediatamente, se espera hasta mañana. Y lo último es que ahora resulta que esa vacuna sobre la que había tantas dudas es también efectiva para la franja de edad entre los 55 y los 65 años. Seguramente, habrá razones basadas en la ciencia que amparen todas y cada una de las decisiones. Sin embargo, es muy complicado que el común de los mortales no sienta que algo que no se le cuenta.
Un año complicado y difícil, que lleva camino de conseguir que perdamos la confianza en las instituciones y estamentos políticos, industria farmacéutica y sanitarios.
Los dos primeros ya tocados en los últimos tiempos, y como no peguen un cambio radical, pronto estarán hundidos.
Los ateos o agnósticos llevamos una pequeña ventaja.
¡Ver para creer! dicen que decía Santo Tomás.
Dudo que haya razones de tipo científico, ya que estas son las principalmente esgrimidas por los políticos para la toma de decisiones.
Dado que el ritmo de las tomas de decisiones asemejan el tempo de una negociación, más me hace pensar en razones de mercaderes relacionadas con el precio de las dosis y los plazos de entregas que, al fin y al cabo, es el ADN de los funcionarios de la Unión Europea. Parece que se han preferido cientos de pájaros en mano, más bien miles de muertes seguras por infección COVID, que un pajaro volando en forma de un infinitésimo de casos de trombos, no confirmados como causa letal.
El prurito de alto funcionario que no le vayan a vender la moto con un precio excesivo, «a mí no», ha prevalecido antes que el llamado «principio de precaución», legislado en la UE, pero que en este caso se debía haber aplicado en sentido contrario.
Es muy elocuente a este respecto el artículo del pasado domingo de Paul Krugman en El País (compartido con New York Times) «Vacunas, un desastre muy europeo», en el que nos hace reflexionar sobre el cacareado Estado del Bienestar, mas propio de Europa que de USA, y que habrá que ir poniéndolo en cuestión si las políticas ineficaces sobre este tipo de asistencias se encuentran con los palos en las ruedas de la burocracia de la UE.
Aunque el dedo en el ojo pueda molestar, no cabe duda de que en este caso la lección debe aprenderse por el destino que le queramos dar a la UE.
Precio menos caro e intenciones de ceder licencias para fabricaciones lo que puede haber provocado juego sucio de otros laboratorios, afición a publicar informaciones sin contrastar, sumado al habitual desconcierto de los políticos, tanto de la UE como estatales podrían ser algunas de las razones
Crónica de un espectacular fracaso, no por anunciado menos lamentable. La UE en su conjunto todas las administraciones, desde la Comisión Europea para abajo han funcionado de forma burocrática y esclerotizada, empezando por la gestión en el acopio de las distintas vacunas hasta en los procesos de vacunación. Con ser gravísimas las consecuencias en pérdidas de vidas humanas, Salud, sociales, económicas, etc, no se van a detener dichas consecuencias en el tema de la gestión de la pandemia. La UE ha demostrado una falta de cohesión interna, endeblez en la gestión e incoherencia en la comunicación que le va a pasar factura en un futuro, por desgracia no demasiado lejano.
“MANEL, TEKEL, FARES” “Has sido pesado y no has dado el peso en la balanza, por ello Yo, Tu Señor, te entregaré a tus enemigos”
Este, mal que nos pene, es un mundo peligroso, lleno de tiburones: si huelen sangre no perdonan.
Yo no veo incomprensible que la autoridades sanitarias de España y otros países den la batalla de comunicación por perdida.
Primero, la mayoría de personas y políticos los ignoran. Además, gran parte de la población se considera «experto de too», y por supuesto son científicos y médicos y han renunciado a pensar y reflexionar sobre este y otros temas.
Si se explica que se han puesto alrededor de 50 millones de vacunas en Europa y 30 personas (igual son unos pocos más) han sufrido trombos sin que todavía se haya confirmado la relación directa (se está investigando y se tardará tiempo en obtener los resultados finales) entre la vacuna y la enfermedad, cuando entran muchas más variables y factores que pudo llevar a la provocación de los trombos, que la Agencia Sanitaria Europea por ahora no se ha pronunciado en contra, la mayoría de la población no lo va a querer entender, insisto, no lo va querer entender, demasiado complicado. Al igual que el riesgo, si existiese, es mínimo, mínimo (matemáticas, estadística) y la opción de no vacunar, pues ya se ha visto cual es, miles de muertos. Pero para una gran parte de la población, en la cual cada vez hay más y más hipocondríacos (mucho adulto, mucho licenciado) es mejor seguir la histeria colectiva que fomentan los medios de comunicación con muchas de sus noticias, que son noticias carnaza, vende mucho más y son más cómodas de abrazar. Y como he dicho antes, en una sociedad cada vez más hipocondríaca, y más infantilizada. Y conozco unos cuantos casos en mi círculo cercano.
Sobre las razones de detener las vacunaciones o dejar de pinchar los días festivos (Comunidad Valenciana, por ejemplo), razones lógicas no hay. En Polonia, donde vivo, se vacuna todo los días, sábados y domingos incluidos.
Pd: Felicidades por tu columna/blog. Esté de acuerdo o en desacuerdo con tus opiniones me gusta siempre leerte, igual que La maraña mediática. Sobre tu programa de radio, más difícil seguirlo, pero lo intentaré 🙂
Yo lo que encuentro aun más incomprensible es lo siguiente: Si va a haber una cuarta, quinta, sexta etc olas y nos vamos a tener que seguir confinando, tapándonos la boca, cerrando la económia, qué sentido tiene el vacunarse?
Cuando algo no se cuenta, más allá de la intención de ocultarlo, hay dos motivo : no se sabe cómo contarlo o se piensa que el destinatario no es capaz de entenderlo.
Y en esto del Covid-19 hay mucho de las dos cosas.
Pero no hay que olvidar que quien tiene la responsabilidad de gestionar la situación, también tiene la obligación de contar lo que pasa, lo que hace, y por qué lo hace.
Y a su vez, la ciudadanía, que es quien padece y paga la gestión y a los gestores, tiene el derecho a estar informada.
Y el secreto está en como hacer con coherencia tanto los derechos de unos, como las obligaciones de otros.
Sin duda no es fácil, pero lo que no se puede hacer es engañar, ningunear, y creer que unos lo saben todo y otros no saben nada.