El gobierno español tiene una prodigiosa habilidad para meterse en jardines embarrados. O para provocar estériles grescas de diseño a las que la derecha política, mediática y sociológica entra con indisimulada delectación. Y miren, esta vez no ha sido Alberto Garzón, que andaba el hombre firmando un convenio con la industria juguetera para que se evitara identificar el rosa con los productos destinados a las niñas y se ha librado de los coscorrones correspondientes porque el ministerio de Sanidad había pisado un charco más goloso. Con la torpeza comunicativa habitual, o quizá con intención de globo sonda, que todo es posible, el negociado de Carolina Darias se encaramó a los titulares anteayer no queda muy claro si por haber prohibido o solo recomendado a los hosteleros que eliminaran el vino y la cerveza de los menús del día.
Dirán ustedes, y yo lo suscribo, que la diferencia de matiz entre prohibir y recomendar es decisiva en el caso que nos ocupa. Pero es que, como esto es un juego de pillos en el que todas las partes quieren pescar, no hay modo de saber cuál fue la intención original. Conociendo un poco el paño del gabinete de trileros de la comunicación, sospecho que se trataba de ninguna de las dos cosas y todo al mismo tiempo. Si colaba prohibir, prohibían. Si, como ha sido el caso (y era del todo previsible), se montaba una zapatiesta del quince, entonces se ponía cara de yonofui y se agarraba el comodín de la recomendación al tiempo que se denunciaba no sé qué tergiversación. Todo, como viene pasando desde siempre, por no ser capaz de tomar por los cuernos el toro del alcohol en nuestra sociedad.
Si hay un elemento aglutinador para los ciudadanos es la sagrada inviolabilidad del consumo de alcohol. El estrés social derivado de su limitación sería inasumible, tanto en el Goierri como en Azuqueca de Henares.
Así como contra el pernicioso tabaco se toman toda clase de medidas ante el aplauso o la indiferencia y se suben los precios sin que tiemble nadie, el alcohol y su consumo excesivo y diario es uno de los pilares del PIB. Tener al lado a un tipo fumando causa malestar, ver a otro pedo total es gracioso. Incluso los niños criados en las terrazas de los bares forman ya parte del rentable sistema de socialización. De mayores en lugar de recordar a qué parque iban de pequeños, les quedará en la memoria el chiringuito favorito de los aitatxos.
La única manera de conseguir que los Borbones volvieran al tradicional exilio sería la de convencerles para dictar una Ley Seca. Ahí si que el pueblo unido jamás sería vencido.
Aznar, MAR, Isabel Díaz Ayuso y Rajoy son paladines de la libertad en este asunto. Y casi todos les dan la razón.
¿De prohibir los güiskazos a precio saldo en el bar del parlamento no dicen nada?
Igual empezando por ahí, nos libramos de escuchar la infinidad de gilipolloceces de estos políticos y políticas que se preocupan tanto por nuestra salud.
Es de puta risa que se metan con el vino y cerveza de el menú diario y aplaudan hasta con las orejas el incremento del ocio nocturno y el aumento de mesas en terrazas donde se practica botellón legal.
Empezamos a estar hasta los cataplines de tanta (recomendación prohibicion) que nos recuerda cada día m´as a un señor bajito de El Ferrol.
Lo de la «ley seca» nos queda muy lejos en el tiempo y en el espacio. Una ley que no revolvió el problema, pero sirvió para el enriquecimiento de algunos y también para rodar un carro de películas sobre el tema. Pues para eso no hace falta repetir aquí la experiencia americana.
Una vez más estará repitiendo Aznar aquello de que: «a mí me van a decir cuando puedo o no puedo tomarme una copa». Y como él muchos de nosotros, pero sin la gracia de don José María, eso sí.
Alcohol si, alcohol no, no es esa la cuestión. La cuestión está en la educación de la ciudadanía, y que todos sepamos lo que es prudente consumir y lo que no lo es. Y es que yo veo la prohibición como un «estimulante» para hacer lo que me prohíben. Somos así. Salvo que a través de la educación y la información correcta, vayamos cambiando el hábito y la forma de consumir alcohol. Pero mientras eso llega: «Por favor, ponme una copa, que me la tomó a la salud de todos, menos de la mía, pues el alcohol es malo para la salud».
Pues a ver cómo cojones lo hacemos con el «menú de sidrería». ¿Sin sidra? No me jodas!
Alcohol y juego… dos clásicos.
Sobre el primero, por una parte el cultivo de la vid y su industria transformadora son viejos como el mundo. Y mucha gente vive de los mismos. Incluso el vino tinto, mire Vd. por dónde, se dice que tiene propiedades hasta saludables para el corazón tomado con moderación. Pero claro, al mismo tiempo en todo el planeta las personas (excepto los musulmanes consecuentes) lo utilizan/utilizamos como desinhibidor, vía de escape, estimulante, etc, pero (gran, enorme pero) hay muchísimos hombres y mujeres que no controlan y a los que les destroza la vida, a ellos y a sus familias.
¿Y qué hacer? El Estado se ha limitado a hacer de vez en cuando campañas para «concienciar» (¡cuánto se podría escribir sobre el uso de este verbo en las últimas décadas!) a las personas de los perjuicios del alcohol, y aprovechando el tema gravarlo a lo bestia fiscalmente (es asombroso lo que se recauda por esta vía), pero su consumo no disminuye: valga lo que valga una copa de alcohol te la tomarás como evasión de una realidad que no te acaba de complacer, y cuyo consumo piensas que puedes llegar a controlar.
Desde luego son más los que las controlan que aquellos que toman drogas tipo cocaína, speed, etc, pero eso no es ningún consuelo: un borracho a los mandos de un vehículo lo transforma en un arma mortal, para sí y para los demás.
¿Entonces? Al final se quiere optar como con tantas y tantas cosas de la actualidad con medidas graduales: así como poco a poco el acceso a las ciudades se va haciendo más gravoso para el vehículo particular hasta que se acabe prohibiendo; así como poco a poco también se penaliza cada vez más a los Diésel hasta que desaparezcan; y así poco a poco se van eliminando espacios para el tabaco hasta su erradicación, ahora le toca al alcohol. Veremos en qué queda, pero mientras no busquen una alternativa no sólo a los viticultores sino también a toda una cultura de escapismo e incluso búsqueda de felicidad y aun de aura de triunfo que cree poseer quien bebe, el panorama lo veo negro.
Y en cuanto al juego, pues consideraciones muy parecidas: sumidero de patrimonios de muchísima gente, aquí el Estado no sólo se aprovecha gravándolo sino también ¡¡creando sus propias loterías y juegos de azar públicas!!, un auténtico escándalo que no por antiguo parece menos importante –aún recuerdo cuando en pleno gobierno felipista de izquierdas (risas enlatadas) se crearon de una tacada la lotería primitiva, la bonoloto y otra que no recuerdo–. Una vergüenza de tomo y lomo que una actividad vieja como el mundo (recuerdo como por ejemplo en el museo del Teatro Romano de Cartagena hay expuestos unos dados exactamente iguales que los actuales) no ya es que se renuncie a erradicar (poner puertas al campo y tal), sino que se opte incluso por fomentarlo desde los poderes públicos (luego ya pondremos a título de coartada hipócrita el mensajito final, en pequeño en la propaganda, o declamado a toda velocidad en las cuñas publicitarias de «Juega bien, es tu responsabilidad»; ¡Dios, cuánto cinismo!).
Yo no le veo una solución, la verdad.
A mi me gusta el vino, me gusta el poteo, me encanta eso que llaman la «cultura del vino», pero no se me escapa que detrás de tan pizpireto nombre hay unos intereses económicos tán intrincados que sería toda una proeza abordarlo sin que se echaran a la calle hasta los de Alcohólicos An´onimos.
Y que las haciendas públicas recaudan a través de los gravámenes un montón de ogerlekos ricos ricos, también.
Que en este pais nuestro tan maravillosos para unas cosas hay un problema de alcoholismo mal disimulado que se canaliza precisamente a través de los bebedores de grupo, eso también.
Y que casi todas las drogas que tienen un efecto gradual suelen ser un problema más de dosis que de producto, pues idem.
Asi que, qué queremos?.
A mi una sociedad seca me parecería el preludio del apocalipsis, la verdad, pero diseñar un futuro social más sano igual no es tan sencillo: el Ministerio se ha visto obligado a hacer un gesto de responsabilidad sin más a sabiendas de que entraría al trapo la ultramontana prensa hispanistaní, pero la llamada a la responsabilidad tenían que hacerla si o si.
Y, en serio, si las arcas públicas se llenan con impuestos de gente que consume por placer y no por obligación, de qué demoniios nos quejamos?
Lo cierto es que el vino si no es consumido con moderación no es recomendable y pude ocasionar accidentes de trabajo y de todo tipo pero como todo vale contra el adversario político la recomendación dicen o se inventan que es una prohibición
No se si son tan tontos como parecen o se lo hacen porque algunos parecen no entender nada .
regar en el desierto es inútil