El jefe de la Policía Nacional en Nafarroa usaba una cuenta de Twitter anónima para poner a caldo de perejil a rojoseparatistas de variado pelaje y para exaltar a macizos de la raza hispana como el teniente coronel Tejero y el cabo furriel Abascal. Tocaría indignarse dos congos por semejante desmán perpetrado, para más inri, por un servidor público, o sea, un fulano al que le pagamos el sueldo. Pero no me sale, se lo juro. Por más que intento encabronarme con la infamia del tal Daniel Rodríguez López, solo consigo que se me descoyunte el bullarengue de la risa.
Que sí, que ya sé que es grave, pero no me digan que no les resulta despiporrante que el sujeto sea tan mastuerzo de usar su nombre real de pila para soltar sus cuescos dialécticos y que haya elegido para bautizar la cuenta el nombre de su pueblo seguido de su fecha de nacimiento. De premio Nobel de la mentecatez. Este es de los que se cree a pies juntillas que para ir de incógnito hay que disfrazarse de lagarterana. Para rematar la faena, cuando los de Eldiario.es le pillan con el carrito del helado, todo lo que se le ocurre balbucear es que, pese a que los ladridos han salido de su teléfono oficial, los autores han sido su mujer y su hermano, joder con los patriotas valientes que dan la cara.
Luego, pretende arreglarlo renunciando cinco minutos antes de que lo echen, el muy héroe. Y quizá aquí sea donde empecemos a ponernos a serios, porque algo me dice —mayormente decenas de experiencias anteriores— que este tirón de orejas ha sido para la galería. Andando el tiempo, no será extraño que el comisario Rodríguez acabe recibiendo una medalla pensionada.
Pues a mí me pone más serio que estén estos elementos de «jefes supremos» de la policía que pagamos entre todos para que nos protejan de los malos, y , además de fachas, sean tontos, cobardes e ineficaces, que el hecho que le den una medallita.
Con los tontos con un lápiz, cuidado. No olvidemos que aquel general ridículo de voz atiplada y patas cortas mutó en usurpador jefe del estado que monto la que monto, que aun dura.
De tontos, nada.
Y de risas con ellos, las justas.
Este personaje se metía con todos y todas que no adorasen la tricolor del pollo.
Su palabra preferida era llamar cobarde, lo que nos recuerda las viejas películas del oeste americano.
Una vez pillado por imbécil no ha sido capaz de morir con las botas puestas como Custer pero a diferencia del sangriento general que recibió los honores a titulo póstumo «este valiente» ponía de barricada a su mujer y cuñado.
Yo también apuesto que ya se esta colgando la medalla recibida «por su valentía»
Para descojonarse de risa con estos patanes uniformados del país del sur.