Ni uno solo de los dirigentes independentistas catalanes debió entrar en prisión. No es una cuestión de simpatía ideológica. Es puro sentido común y reconocerlo debería ser muestra de honestidad política, intelectual y, por encima de todo, personal. Estoy convencido de que incluso muchos de los defensores de la unidad de la nación española a machamartillo son conscientes en su fuero interno de la descomunal injusticia que se cometió con la persecución vengativa de unas mujeres y unos hombres que fueron las cabezas visibles —ahora de turco— de un inmenso movimiento popular.
Se puede llegar a discutir si, teniendo en cuenta que la legalidad española no se había derogado, su actuación les hizo merecedores de alguna sanción administrativa o económica. Seguiría siendo un error, puesto que los problemas políticos deben resolverse con métodos políticos, pero cabe el debate. En todo caso, insisto, la encarcelación es una demasía intolerable.
Y si lo fue en el minuto uno, qué decir de su mantenimiento con carácter preventivo durante un año y, llegando a lo más reciente, de sostener, apelando a criterios presuntamente legales que el castigo debe prolongarse durante un cuarto de siglo. Al empeñarse tozudamente en sostenella y no enmendalla, la Fiscalía del Tribunal Supremo se retrata como instrumento para la revancha. Lo de la abogacía del Estado, rebajando las peticiones de penas a la mitad, es casi peor. De saque, porque incurren en un fariseísmo de náusea, pero sobre todo, porque evidencian que, por mucha sacarina que lleve su discurso actual, Pedro Sánchez sigue siendo el copromotor del 155 con el que empezó todo.
Anda que la imagen de Sánchez en mayo diciendo que, evidentemente, había rebelión y ahora que no, y la de la ministra Calvo intentando camuflar la evidencia tratando a la gente como imbéciles vale, por si sola, para describir a él mismo y a su gobierno; banda de oportunistas y sinvergüenzas. Nacionalistas Españoles progregüais del que ni catalanes ni vascos deberían esperar absolutamente nada. A ver si vamos aprendiendo.
Aquella foto en el avión con los papeles en la mano y las gafas de sol deberían haber bastado para retirarle todo apoyo ipso facto. Por patético.
Es incomprensible que en pleno siglo XXI, sabiendo que “la justicia tardía es una de las peores formas de justicia” y vistas las sentencias opuestas ocurridas por el mismo caso en distintos estados europeos , el Tribunal de Estrasburgo no tome cartas urgentemente en el caso, teniendo en cuenta que “la injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia en todas partes”…y que un Estado “no puede hacer que su justicia prevalezca sobre la que el resto del mundo actualizado acepta como correcta”…basándose en que “obedecer leyes injustas es contrario a la dignidad del hombre”…aunque el Estado español diga que se basa en su constitución, aprobada por las mayorías, pero que van contra los derechos de otros pueblos minoritarios que componen el conjunto del Estado y están obligados a obedecer…sin ninguna posibilidad de enmienda por votación popular.