Que sí, que no, que quién sabe, que puede ser, que ya se verá, que si no hay más remedio… Era de cajón que llegaría este momento a la política hispanistaní del pedrismo que va cogiendo resabios y atesorando conchas de galápago a velocidad de vértigo. Y aunque uno pensaba, con su lógica desactualizada, que en plena campaña andaluza se silbaría a la vía sobre el asunto por no abrumar al personal con la perspectiva de ir de paliza electoral en paliza electoral, ahí nos han echado al aire todos los globos sonda de golpe. “Son los atributos del presidente del gobierno”, soltó en gazapo impagable el arcángel anunciador José Luis Ábalos, que pretendiendo decir atribuciones, acabó dando a entender que Sánchez convocará a las urnas porque le sale de entre las ingles o, en una acepción menos testicular del término empleado erróneamente, por su apostura física.
En resumen, que, hablando de cosas que cuelgan, ahora mismo pende sobre nosotros la amenaza de tener que votar en hasta cuatro comicios distintos (cinco, contando aparte el Senado) de una tacada un domingo, el 26 de mayo, día de San Felipe Neri. No se ha visto jamás semejante pifostio de papeletas, y es de esperar que no lo veamos. Sin embargo, el solo hecho de que se haya echado en el comedero informativo y opinativo este alpiste de quinta es lo suficientemente indicativo de por dónde va el balón. Con una oposición a la derecha desinflándose en una esperpéntica batalla por la primacía del facherío y un socio a la izquierda condenado al papel de pagafantas, al PSOE ahora mismo le da igual arre que so. Si la legislatura sigue, muy bien. Y si no, pues también.
Lo peor de todo no es el megadomingo, sino que, entre la corrupción, la falta de nivel de los gobernantes, los engaños electorales, el blanqueo de la extrema derecha, la contaminación entre los tres (o cuatro) poderes, se están cargando la democracia, el pensamiento crítico, la preocupación por lo público, y con ello, la democracia.
Y la deriva es peligrosa, porque el barco está recalando en el individualismo, la banalización del actual sistema de convivencia y la presentación de la política como el medio de hacer dinero por los más listos.
De ahí a la esperanza por los más simples en la llegada de un caudillo «que arregle esto» solo hay un paso.