Tiene bemoles lo de la ministra de Trabajo en funciones. “Nadie se ha tomado en serio el registro horario”, ha dicho Magdalena Valerio entre el lamento de plexiglás, la denuncia posturera y, en definitiva, el reconocimiento de la chapuza indecible que evacuó su gobierno en esa diarrea legislativa para la galería que el gurú Iván Redondo bautizó como viernes sociales. Lo divertido rondando lo encabronante es que la titular interina de la cartera del currele protagonizaba semejante rasgado de vestiduras horas antes de que su propio negociado publicase algo así como un manual de instrucciones para que las empresas se hicieran una mínima noción de cómo poner en práctica la genialidad.
Y ni aun así, oigan, porque ese presunto reglamento contempla tantas y tan variadas situaciones, que el resumen último es que vale todo y no vale nada. Vamos, que el control puede hacerse con sofisticadísimos métodos telemáticos o con una puñetera hoja de papel en la que se anotan a lápiz —da igual si son a voleo o directamente falsos— los datos de entrada y salida de lo que en tiempos de mi viejo se llamaba el productor. Las intenciones son seguramente inmejorables; el resultado, una jodienda añadida a la ya achuchada tarea de ganarse el pan. Claro que no cabe esperar nada de un sistema en el que quienes legislan sobre cuestiones laborales, quienes ejecutan esa legislación y quienes deciden sobre su cumplimiento no tienen ni pajolera idea sobre la naturaleza real del trabajo. ¿Cómo narices les explico yo a los propietarios de esas limitadas mentes funcionariales cuadriculadas que mi curro es de 24 horas al día, hotel y domicilio?
Esta señora y sus compadres viven en la Luna si creen que un reloj va atajar el abuso permitido que sufren los trabajadores mas precarios por parte de algunos empresarios sin escrúpulos.
Un trabajador/a puede entrar o salir 4 o 5 horas antes o después de pasar por el reloj. ¿a ver donde quedan reflejadas?
Por mucho que hablen ahora que toca, son ellos los que no desean que pase de ahí, por que si alguien accede a trabajar más horas que las que cobra y no lo denuncia por miedo, todo el rollo del trabajo, vivienda dignos y demás derechos que proclama la «sagrada Constitución» deja en entredicho su labor en los más de 20 años que han gobernado hispanistan.
Llevamos unos meses que se afanan a ver quien la dice o hace mas gorda, cosa que ya es difícil pero aun así se superan.
Ejemplo de la necesidad de tener un sistema de constancia de la jornada.
¿Habéis estado alguna vez en un bar por la mañana, para volver al mismo establecimiento por la tarde? Es muy habitual que el mismo camarero que te sirve el café mañanero (7:45 de la mañana) te sirva el último vinito antes de ir a casa (21:15). Por supuesto, ha descansado un montón de horas y cumple escrupulosamente la jornada máxima.
Sabéis cuánta gente, sobre todo mujeres, tienen contrato a tiempo parcial, que prácticamente a diario se convierte en jornada completa… si cobrar ni cotizar las horas extraordinarias (por supuesto, superado con creces el máximo legal anual).
¿Sabéis…?
Desde que empecé a trabajar siempre he fichado y lo tomé siempre (igual que mis compañeros) como un control del empresario de mi productividad, ausencias, retrasos, etc. Y probablemente así era. Pero en un momento dado que adquirí cierta responsabilidad en la empresa se me eximió de fichar. Me sonó a una gran gesto de confianza por parte de mis jefes. Yo, como ellos, ya no fichaba al entrar o salir. Era un hombre libre de control y por tanto dueño de mi responsabilidad profesional y de mi tiempo. Já.
No era así. Con la ficha del horario se me habían ido mis derechos a un descanso digno, a mi conciliación familiar, y por supuesto una posible prueba de la reclamación de mis derechos a cobrar las horas extras que, partir de entonces, pasé a regalar a la empresa más asiduamente que lo que yo quisiera.
No creo sinceramente que tenga mucha importancia el que la implantación de la medida de control de horario haya ido acompañada de la inexistencia de un reglamento adecuado. El empresario que quiere controlar el horario, lo hace. Tampoco creo que la existencia de trabajadores no susceptibles de un horario de ocho horas, como comerciales, creadores, periodistas, artistas, futbolistas, toreros, etc…sea obstáculo para el establecimiento de la medida.
Creo que, al contario, hay que tomar esta obligación como un control al empresario que evite el abuso de horas extras gratis, que además de ser un robo al empleado y a la ya maltratada caja de pensiones, facilita la permanencia del paro, la posibilidad de accidentes laborales por cansancio, la apropiación del tiempo de conciliación familiar e incluso la confección de datos que aporten luz para la productividad de las empresas y la comparación con otros sectores.
Las deficiencias iniciales de esta medida pueden perfectamente solucionarse y son lo de menos frente al avance social que puede suponer, si es que realmente se quiere llevar a cabo, claro.
Porque habrá que recordar lo que decía Cánovas cuando el Congreso le sacaba leyes que no le gustaban: «háganme ustedes las leyes, que yo ya sacaré el reglamento».
Y son los sindicatos y las fuerzas políticas de izquierdas los más interesados en que estas medidas sean efectivas.
La prueba estará en el desempeño de las inspecciones indispensables e inseparables de esta medida para que sea eficaz.