La realidad se vuelve más compleja de lo que ya era. El otro día me vi —¡Quién me lo iba a decir!— defendiendo al obispo Munilla de sus linchadores de aluvión. Muchos de los mismos denunciantes acelerados del fascismo de balcón hacían presa en su tobillo porque le habían puesto una multa por ir en su vehículo con otra persona en el asiento del copiloto. La pandilla que nos da lecciones sobre el derecho a la intimidad se ciscaba en la ley de protección de datos que debería haber evitado que la sanción fuera de dominio público. Pero como el perjudicado por un filtrador, o sea, por el chivato de turno, según la lengua de uso recuperado, era uno de los cocos oficiales, ahí se joda monseñor.
Eso, como aperitivo, pues la jauría terminó definitivamente cuando se conocieron las circunstancias reales de los hechos. Resulta que el odiado purpurado llevaba a recibir atención odontológica urgente a una inmigrante que padecía una infección en la boca. Ahí debe de haber una moraleja que les dejo extraer a ustedes.
Y por si lo de salir en defensa de Munilla no bastaba, ayer me encontré aplaudiendo las palabras de un tipo con un historial tan poco presentable como Esteban González-Pons. Ocurrió que el eurodiputado del PP soltó desde su escaño de Bruselas cuatro verdades a los supertacañones europeos.
Al Cesar lo que es del Cesar.
Pregunto, sin retranca ni ironía: ¿Estaría correcto chivarse del chivato?
¿El descubrir al filtrador – y afearle su conducta – sería un beneficio público, o un acto más de chivateo asqueroso?
Son preguntas para susictar debates. No tienen otra intención.
Hola, Javier; pues no sé, creo que estamos yéndonos por las «hojas», cuando el problema es de una entidad que se nos escapa, por inédito y desconocido. Está muy bien hacer crónicas sociales sobre aspectos periféricos de la situación, cuando lo que está ocurriendo tiene una proyección sideral. Hoy El Gobierno de España ha decretado el cese por dos semanas de todos los servcios «no esenciales». Esto va ha generar que, a la crisis de «demanda» se añada una crisis de «oferta»; o sea, que ya el problema no va a ser tener dinero para comprar bienes esenciales, sino que exista una oferta mínima de dichos bienes para poder adquirirlos, a pesar de tener dinero para ello. Existen unos stocks de productos, de los que se está haciendo uso; si estos stocks no se renuevan…, pues bueno, no creo que haya que echar mucha imaginación para saber lo que puede pasar: escasez, inflación desbocada, racionamiento, indisciplina social y saqueos,… ¿Que me estoy poniendo apocalíptico? Pues nada, leer la la crónica de Angel Gómez Fuertes desde Roma del 28/03 para el ABC.
En Italia ya están temiendo tener en breve disturbios ..Medidas todas pero meditadas y responsables